Luces y sombras en las empresas 'low cost': de Ryanair a Mercadona

  • La aerolínea irlandesa ensombrece un modelo empresarial que persigue ofrecer productos y servicios limitados al consumidor.
Mercadona recortará a la mitad su beneficio y seguirá bajando precios
Mercadona recortará a la mitad su beneficio y seguirá bajando precios
Markus Steen

Las "low cost" se han instalado en nuestras vidas a pasos agigantados. Con ellas llegó la democratización en el acceso a productos y servicios que antes eran inalcanzables para la mayoría de los bolsillos: viajar nunca ha sido tan barato, firmas de moda de prestigio venden colecciones a precio de ganga y marcas de alimentos compiten entre ellas para ofrecer el mejor precio.

Con este panorama la duda asalta: ¿unos precios bajos afectan al empleado? ¿Reducir costes implica mayor precariedad laboral? Rosario Silva, profesora de Estrategia de IE Business School, considera que las compañías de bajo coste no tienen por qué llevar implícito unas condiciones laborables deficientes: "Eso supondría disminuir la calidad del producto o el servicio con el consiguiente deterioro de su imagen hacia los clientes", explica.

Sin embargo, según un reciente informe de Facua, Ryanair figura entre las cinco peores empresas de 2009. La asociación de consumidores asegura que una de sus prácticas más habituales, el recargo por la emisión de los billetes, así como el cobro por servicios antes habituales como la facturación de una maleta constituyen uno de los peores comportamientos empresariales del año pasado.

Además, según anunció la semana pasada su presidente Michael O'Leary, la compañía estudia ahora la posibilidad de cobrar a los pasajeros por ir al baño.

Pero aquí no queda la cosa. "Somete a chantaje a muchos aeropuertos pequeños a cambio de situarlos en el mapa europeo y lograr así un valor añadido para sus ciudadanos. Además, establece subvenciones ilegales en los billetes a través de las Cámaras de Comercio de sus diputaciones", señala Jesús del Pliego, secretario de Comunicación de la Federación de Transportes y Comunicación de UGT, que considera que la aérea irlandesa se encuentra en el extremo "peor" de su sector.

A diferencia de otras compañías de bajo coste como Air Berlin o Vueling, que tienen representantes sindicales, Ryanair carece de un marco de relaciones laborables estable: "Contrata mucha gente de países de la antigua Unión Soviética con un sueldo muy bajo y no cumple con las normativas de horario laboral", explica del Pliego.

La otra cara de la moneda

En la familia de las "low cost" no sólo hay 'patitos feos'. Es el caso de Mercadona, empresa pionera en esta modalidad de negocio a través del célebre eslogan "Siempre precios bajos". La compañía valenciana firmó en diciembre un nuevo convenio de empresa con mejoras salariales que, según fuentes sindicales, son superiores a la media del sector en el que opera: "Unos doscientos euros más a favor de personal de caja y reponedores", señalan.

"No hay relación entre reducción de costes y precariedad laboral porque hay empresas como Mercadona con un convenio de empresa que, entre las pequeñas y medianas superficies, está por encima de la media", afirma Santos Nogales, secretario federal de Acción Sindical de UGT.

Pero son las distribuidoras de marcas blancas, ahora que la crisis económica ha disparado sus ventas, unas de las más acorraladas por los defensores de los derechos de los trabajadores. Según un informe de Comisiones Obreras, los empleados que trabajan en este tipo de empresas obtienen una remuneración entre un 30 y un 40 por ciento menor que aquellos que comercializan marcas propias.

Estas empresas son el resultado de trasladar a nuestro país el modelo empresarial de la gigante de la alimentación estadounidense Wal-Mart, siempre en el centro de la diana de las críticas de los sindicatos debido a su política laboral (la hora se paga un 65 por ciento menos que la media nacional). Estos problemas, unidos al desarraigo de las comunidades en las que se instala, desembocó en la creación del documental "Wal-Mart: El alto costo de los precios bajos", del director de cine de denuncia Robert Greenwald.

Para la profesora Silva, un ambiente hostil entre la dirección y los empleados fomenta una cultura de trabajo improductiva. Cuenta el caso de una empresa española del sector alimentario cuyos trabajadores no disfrutaban de buenas condiciones laborales y ha tenido que reorganizar su estructura y mejorar los salarios de los empleados de base para continuar con su actividad. "Lo contrario es insostenible y acaba pasando factura", indica.

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