Los 10 actos del colapso argentino: una historia de crisis e impagos desde 1824

  • La mala reputación del país, el desequilibrio de sus políticas económicas o escaso 'efecto Macri' son los protagonistas en su deblacle económica.
Cristina Fernández Kirchner y Mauricio Macri
Cristina Fernández Kirchner y Mauricio Macri

La imputación de Mauricio Macri por parte de un fiscal argentino ha sido el último acto en la tragedia que vive Argentina. El país sudamericano acumula en sus muchos años de vida una larga serie de crisis cambiarias, crisis económicas e impagos que están grabados a fuego en el subconsciente de los inversores. La tragedia argentina tiene por lo menos diez actos principales.

Acto primero: Recurrencia a los ‘default’

La economía argentina es una de las problemáticas para los inversores en los últimos siglos, un hecho que se ha acelerado en las últimas décadas. El primer bono de deuda argentina se emitió en 1824, nació con una vida útil de 46 años y en apenas cuatro dejó de pagarse. En 1828 se produjo el primer default del país y lo han seguido otros siete, hasta un total de ocho, y conllevó cerca de 30 años de conflicto con los acreedores.

El último impago de deuda, en la actualidad, se ha salvado gracias al rescate del FMI y se produjo en 2014 bajo el mandato de Cristina Kirchner. La presidenta culpó a los bancos norteamericanos de que habían retenido el pago, pero lo que realmente pasó es que la administración decidió pagar a unos sí y otros no. Esa situación atentaba contra una cláusula del contrato de bonos -denominada ‘holds out’- y provocó la retención del pago.

En definitiva, la acumulación de impagos, junto a otros episodios de crisis cambiarias terminan por limar la reputación de los países y los inversores no son ajenos a ello. Incluso el prestigioso ‘The Economist’ aseguraba que hay "percepciones de Argentina como un estado canalla financiero".

Acto segundo: Una macroeconomía desequilibrada

Los gobiernos populistas argentinos tuvieron en el gasto público la piedra filosofal de todas sus políticas. El aumento perpetuo de deuda pública genera muchas distorsiones en una economía, desde afectar al interés de la economía nacional -tanto a nivel nominal como real- y con ello la inflación que afecta a todas las partidas.

La deuda comparada con el PIB en el caso argentino es muy engañosa, por el efecto de la divisa y sus fuertes vaivenes. Por ejemplo, en 2002 la deuda era de un 152,25% y en 2003 de un 128,69%; años más tarde está por debajo del 60% del PIB. Aunque en realidad, si se mira por volumen total la deuda, en el 2000 sumaba 86.820 millones de euros; en 2010 alcanzó los 106.774 millones, pero en 2015 alcanzó los 238.347 millones de euros. Además, todo lo anterior aderezado con un déficit exterior -necesidad de financiación de la economía, no solo del sector público- de los más altos del mundo.

Acto tercero: Poca (o ninguna) independencia del Banco Central

Los múltiples impagos, en especial el del 2001 que acabó hasta con embargos de aviones oficiales, cerró de golpe los mercados de deuda para Argentina. Ello no fue un problema para los gobiernos populistas que siguieron emitiendo gracias a la permisividad del Banco Central de la República Argentina. El organismo bancario compraba toda la deuda a través de la impresión descontrolada de dinero que emitieron los distintos gobiernos.

En los últimos nueve años, el balance del BCRA se ha disparado un 30% anual, lo que ha multiplicado los desequilibrios. Por un lado, porque ese tipo de práctica genera inflación descontrolada; de hecho, Argentina ha estado en los últimos años en el podio de países con mayor inflación del mundo. Por otro, porque los instrumentos utilizados como las denominadas 'Letras Intransferibles', que son avales que se entregan a cambio de dólares, en realidad no valen nada y suponen un agujero en el balance del BCRA de entre el 35 y el 40% de su activo. El principal problema de todo ello es que para que realmente pueda remitir la inflación, uno de los grandes males argentinos, es imprescindible que los inversores y los ciudadanos crean que existe una verdadera independencia entre gobierno y banco central.

Acto cuarto: Apreciación del euro

El inigualable Warren Buffett suele explicar que "solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo". En este caso, la marea empieza a bajar en enero de 2014, con el cambio de política monetaria iniciada por la Reserva Federal. El efecto se notó con rapidez, en apenas un par de meses el peso argentino se depreció un 38%. Las economías colindantes entraron en barrena y algunas recesiones, como la brasileña, fueron fuertes.

Argentina no se vio del todo afectada, pero el efecto de apreciación del dólar no ha parado. La subida de tipos continuado de la FED ha metido más presión a la economía de Argentina, que no ha resuelto sus desequilibrios. La solución final más obvia era un nuevo colapso del peso, como así ocurrió en mayo.

Acto quinto: El ‘efecto Macri’ inexistente

Los principales problemas argentinos con Kirchner era el alto gasto público, que propiciaba un déficit elevado. La llegada de Mauricio Macri se vio como un cambio de dicha política, pero nada más lejos de la realidad. En un reciente artículo 'Finantial Times' explicaba que no existió tal cambio y que el déficit público se sitúa en el mismo nivel que años atrás.

Además, otro de los grandes problemas que han visto, y repetido los analistas, es que la forma de financiar dicho déficit es prácticamente el mismo que en la época de Kirchner. Eso significa que pese al cambio de Gobierno, la independencia del BCRA sigue en entredicho penalizando la inflación y con ello a la economía del país.

Acto sexto: Primer desplome del peso

A principios de mayo, la entrada en vigor de un recargo en los depósitos en dólares -denominado LEBAC- en los bancos argentinos propició una primera salida de capitales. Con ello, se produjo un movimiento dominó que conllevó el primer gran desplome del peso. El día 3 de mayo, el BCRA vendió 300 millones de reservas en apenas 10 minutos. La crisis ya era patente.

La única salvación para el desplome del peso fue un aumento de los tipos de interés hasta el 40%. Tras ello, Macri se puso en contacto con el FMI para solicitar formalmente un rescate, que a la postre se ha convertido en el mayor de la historia. Además, Macri explicó que recortaría el gasto público para acabar con el déficit.

Acto séptimo: Dolorosa recaída

El mercado concedió a Macri un tiempo para hacer efectivas sus palabras, en especial la de recortar el gasto público. En ese momento de tregua, Turquía empieza a dar problemas: primero, la victoria de Erdogan le da poder absoluto y sus declaraciones incendian los mercados. En segundo lugar, los relevos en ministerios clave y en el banco central turco terminan por acrecentar las salidas de dólares del país otomano.

El efecto contagio turco llega hasta Argentina, donde los inversores comprueban que Macri no ha cumplido sus promeses. El desenlace es un colapso total del peso en solo día en el que sobrepasa el 23% de devaluación frente al dólar.

Acto octavo: Medidas desesperadas

El colapso del peso en un solo día, entre los mayores de la historia, provoca una rápida reacción del Gobierno de Macri para frenar la sangría. Lo consigue gracias a aumentar los tipos de interés al 60%, mientras que de nuevo promete recortar gasto público para alcanzar déficit primario.

Las medidas se Macri se enfocan en reducir el número de ministerios y reducir casi a la mitad su Gobierno. Además de intentar generar ingresos fiscales a través de un impuesto a las exportaciones, lo que se conoce como ‘corralito de bienes’. Lo anterior, pese a que se cree una medida extraña, se lleva practicando en Argentina desde hace décadas y supone cerca de 8% de su recaudación anual.

Acto noveno: Las consecuencias

El primer efecto de las medidas de Macri fue de relajar el ímpetu vendedor de los inversores. El cambio dólar peso, que había superado los 41 dólares, cayó hasta los 36. El problema es que un recorte de ministerios y la subida de impuestos no es estrictamente un recorte importante del gasto público. Por un lado, porque el gasto ministerial es una pequeña parte. La otra es porque un alza en los impuestos retrae la economía y en pleno colapso económico el volumen de ingresos puede ser muy inferior al esperado.

Con todo ello, el peso ha escalado hasta bordear en algún momento los 39 euros. Lo que significa que los inversores todavía vigilan con lupa al país, y que al mínimo error volverán a escapar en desbandada. Por ello, las próximas semanas son muy importantes.

Acto décimo: El efecto contagio

El colapso de una economía como la argentina tiene muchas acepciones secundarias. Por un lado, mete presión a todos los países colindantes por el efecto interés, ya que un mayor tipo atrae a los inversores y los países cercanos sufren salida de capitales. Lo anterior tiene dos problemas: por un lado, mayor presión sobre la moneda local aumenta la depreciación. El real brasileño se ha devaluado por encima del 20% en lo que va de año; en Chile también han empezado a revisar el tipo de interés. Por otro, una subida de tipos para hacer al país más atractivo conlleva un parón en la economía, por lo que se debe ajustar con sumo cuidado.

La otra gran derivada es el agujero que genera en las empresas que invierten en el país y los fronterizos. La banca española es la más expuesta a Argentina en todo el mundo, además de tener importantes inversiones en Brasil. El caso más claro del efecto que genera es Telefónica y Banco Santander: desde mayo, cuando comenzó la crisis argentina, la 'teleco' se ha desplomado un 17%, y el banco hasta un 20%.

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