Las dos caras de Madrid en pleno S.XXI: del 'Bronx' al próspero barrio 'noruego'

  • Valdemarín (Moncloa) es el área con menos paro de la capital y posee una de las rentas per cápita más elevadas. San Cristóbal es el más deprimido. 
Valdemarín y San Cristóbal, las dos caras de Madrid
Valdemarín y San Cristóbal, las dos caras de Madrid

Los barrios madrileños de Valdemarín (Moncloa-Aravaca) y San Cristóbal de los Ángeles (Villaverde) están separados por apenas 20 kilómetros. En coche o en motocicleta, ese trayecto de norte a sur de la ciudad demanda menos de media hora de tiempo. Sin embargo, ambos puntos de la capital parecen estar alejados por un desierto abstracto y casi infinito de desigualdades sociales y de contrastes que generan una brecha socioeconómica colosal y sorprendente.

En pleno siglo XXI, estas barriadas resumen de manera certera (y cruda) las dos caras de la vida de la ciudad. Sus parámetros, indicadores sociales, 'paisajes' urbanos y estadísticas son tan opuestas que dejan perplejos a propios y extraños. No solo contingentes de turistas asiáticos que pisasen por primera vez ambos lugares se quedarían con la boca abierta por semejantes diferencias de escenarios. También cualquier vecino medio de esta ciudad que jamás se haya adentrado en las deprimidísimas calles de San Cristóbal o en las refinadas de Valdemarín podría dimensionar cómo una urbe puede presentar en su catálogo áreas tan disímiles.

El Ayuntamiento de Madrid, al terminar este año, habrá destinado más de 74 millones de euros (una cantidad en apariencia insuficiente para acabar con diferencias que parecen insalvables) en el denominado Plan de Reequilibrio Social. El mismo determinó primero cuáles son los barrios más vulnerables y cuáles los que menos necesidad de fondos públicos requieren. Con esa finalidad se ha basado en diversos parámetros socioeconómicos para desarrollar los planes de obras y asistencia. Cinco grupos de indicadores terminaron de delinear el programa. Entre otros, destacan la renta per cápita, la tasa de paro y el porcentaje de población vulnerable.

De este modo, en base a esas referencias (que pueden consultarse oficialmente aquí, en el Banco de Datos del Ayuntamiento de Madrid) ha quedado elaborado un listado con los barrios con más urgencias y los menos prioritarios. En un extremo se encuentra el acaudalado Valdemarín, con un nivel de paro de apenas el 3,6% (similar al de Noruega) y otros índices que lo acercan al del país nórdico. En el otro asoma San Cristóbal, con un nivel de desocupación siete veces mayor y una 'fisonomía' parecida a la del 'Bronx': decenas de viviendas 'okupadas', 'quioscos' de venta de drogas por doquier, pandillas de jóvenes latinos que pululan día y noche por sus esquinas y robos forman parte de sus acontecimientos cotidianos. Lainformacion.com ha recorrido  uno y otro.

"El barrio está totalmente 'okupado'"

Es miércoles y el sol se funde, a media tarde, sobre la célebre chimenea de San Cristóbal de los Ángeles, una de las 'postales' emblemáticas de este barrio situado en el extremo más al sur de la capital. Adentrarse desde la avenida de Andalucía hacia el núcleo de viviendas cercano que bordea la plaza de los Pinazo (rodeada por torres inmensas de hasta doce plantas, con una quincena de apartamentos en cada una de ellas) implica cierto desafío para alguien que no sea de la zona.

A un costado, sobre la laberíntica calle de Godella, en un tramo que serpentea unas canchas deportivas, grupos de jóvenes de rasgos latinoamericanos, gorras  y amplias bermudas detectan la presencia de la cámara fotográfica y se escabullen. El barrio está repleto de chavales que matan el tiempo bebiendo litronas de cerveza en los bancos de parques, a cualquier hora del día. Aquí, de los 16.000 habitantes, el 28,60% son extranjeros, una de cada cuatro personas no tiene trabajo, y el 63,22% de la población en paro ya no recibe ningún subsidio.

"El barrio está absolutamente 'okupado'. La usurpación de viviendas ha crecido al compás de los desahucios, que se dispararon en los últimos años. Al menos el 5% de las casas están 'okupadas'. Son unas 300 viviendas en total. Esto ha creado daños colaterales, como la conflictividad social, severos problemas de convivencia, aumento de venta de drogas, nula integración. Aquí lo que hace falta es una regeneración social. Ustedes hablan del plan de reequilibrio del Ayuntamiento, pero ¿sabe cuánto dinero nos han destinado? 200.000 euros", afirma Prados de la Mata, presidenta de la asociación de vecinos La Unión.

San Cristóbal, para los registros oficiales, presenta el máximo grado de vulnerabilidad de la ciudad: 5 sobre 5. Es básicamente un micromundo, conformado por familias numerosas de extranjeros y españoles de la tercera edad, que se han quedado solos. No en vano, en el 26,5% de las viviendas aquí reside una persona, principalmente mayor de 65 años. Mientras una anciana observa desde su ventana enrejada cómo una mujer, vestida con hijab (el típico pañuelo musulmán) pasea con sus hijos por la calle de Rocafort rumbo al mercado, desde los balcones bajan murmullos y risotadas de chavales.

En el segmento de la juventud, más del 60% responde a la generación 'Ni-ni': no trabaja ni estudia, aunque Prados, la portavoz vecinal, señala que "este barrio desborda de economía sumergida, por el trapicheo de drogas". En ningún lugar de Madrid podrán encontrarse pisos más baratos que en San Cristóbal: el precio absoluto de una vivienda media es de 115.000 euros, el metro cuadrado cuesta 825 euros y no pocas casas presentan pésimas condiciones edilicias. Hay carteles de venta de inmuebles, cuyos precios incluso pueden negociarse por debajo de los 30.000 euros.

En la calle de Moncada, el deterioro se torna más que evidente: prácticamente todo el parque residencial de esa arteria es obsoleto y de poca calidad. Al margen de estas cuestiones, San Cristóbal es un barrio obrero de Madrid, poblado históricamente por gente trabajadora que no pierde las esperanzas de que las cosas puedan cambiar.Separados por un abismo

La capital se ha convertido en la urbe más segregada de Europa y en la segunda con mayor desigualdad social, según el estudio 'Segregación Socioeconómica en las capitales europeas', que analiza 13 países del continente. La polarización entre el norte y el sur, entre ricos y pobres de la ciudad, separados por un abismo cada vez más grande, se ha agigantado en la última década, por la crisis.

De la 'okupación' a los imponentes chalés

Trasladarse de San Cristóbal e Valdemarín, sin escalas, es como saltar sin red desde una 'pantalla' a otra. Este barrio se extiende en el espacio delimitado por la M-40 hacia el norte y oeste, por la A-6 al sur y por el Hipódromo de la Zarzuela. Imponentes chalés, colegios privados y bilingües, guarderías infantiles con letreros en inglés, y promociones residenciales de futuras mansiones componen el lugar.

Las calles que integran su geografía y se abren desde la neurálgica avenida que lleva el nombre del barrio, lucen casi desiertas. Solo el 'clima' netamente residencial de la zona parece quebrarse por el ruido de los coches de alta gama, que se arremolinan sobre el hospital Nisa. Más allá un puñado de restaurantes se encadenan sobre la calle de La Salle, pero se observa poco movimiento.

Este barrio es conocido en la jerga inmobiliaria como el del millón de euros: la media de sus viviendas acarician ese precio. Exactamente es de 950.000 euros. Para el Ayuntamiento, Valdemarín tiene un nivel de vulnerabilidad casi inexistente: 1 sobre 1. La renta per cápita de sus habitantes es de 25.141 euros brutos anuales (casi 10.000 más que en San Cristóbal), y prácticamente la población que está en el paro y ya no cobra subsidios no llega ni al 1%. La esperanza de vida al nacer es aquí de 84,4 años de media (casi uno más que en San Cristóbal, donde se sitúa en los 83,8 años).

Jorge Frías detiene su marcha sobre la calle de Astún. Es un hombre que supera los 50 años y hace ocho que habita el barrio. Todas las tardes hace el mismo recorrido para salir a correr y realizar sus ejercicios físicos. Cuenta que esta área "necesita urgente mejores servicios de jardinería en los espacios verdes, y que es una vergüenza que en la avenida de Valdemarín no haya badenes, porque los coches pasan muy rápido".

A metros suyo, Miriam Furnari, una empleada doméstica de Tegucigalpa, pasea dos caniches con cortes de pelo de peluquería. Llegó hace un año desde su Honduras natal para trabajar como interna, y dice que el barrio le parece "muy lindo, aunque demasiado tranquilo".

Al final del recorrido, ya anochece: cuatro chicas salen de la escuela de tenis Couder, en el número 7 de la calle Torreadrada, y el tiempo parece congelarse. Tan distintos en sus realidades y no tan lejanos geográficamente, Valdemarín y San Cristóbal también ilustran a su modo el inventario de esta ciudad, con caras tan opuestas y siluetas igual de contrastantes. 

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