Las contradicciones del modelo ruso

De Inditex a McDonald's... el final del capitalismo en la Plaza Roja de Moscú

A pocos metros del Kremlin y frente al mausoleo de Lenin está la galería GUM, el capitalismo en estado puro. Yeltsin y Putin se quedaron con lo peor de este sistema, sin dejar atrás los lastres comunistas.

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De Inditex a McDonald's, pasando por Chanel: el final del capitalismo en la Plaza Roja. 
MAX PIXEL

La ocupación de Ucrania por el Gobierno de Vladimir Putin el pasado 24 de febrero ha generado una reacción en cadena de prácticamente todos los países occidentales, que han coincidido en que el mejor modo de combatir a la Rusia invasora es imponiendo severas sanciones económicas y financieras. Mientras, cientos de multinacionales y franquicias han optado por desinvertir y echar el cierre a sus negocios, dejando tras de sí un reguero de desempleo. Esa ha sido la fórmula mayoritaria elegida por las grandes empresas para condenar la actuación del Gobierno ruso y solidarizarse con el pueblo ucraniano, aunque sin duda tras la decisión de muchas de ellas también se esconde el deseo de eludir el riesgo reputacional que hubiera supuesto mantener sus millonarios negocios en la Rusia de Putin.

En un efecto dominó, McDonald´s, símbolo del capitalismo, con 850 restaurantes y 62.000 empleados en toda Rusia, que le aportan casi el 5% de su negocio global, ha sido una de las últimas en decidir su marcha, casi en  paralelo con Coca-Cola, Pepsi o Starbucks. Antes, Visa, Mastercard y American Express dejaron sin dinero de plástico y sin créditos a los rusos, al tiempo que las grandes consultoras, asociadas con empresas del país, y los grandes despachos de abogados, decidían abandonar, algunos paulatinamente, sus intereses en Rusia. El chorreo imparable de abandonos también ha tenido como protagonistas a Ikea -15.000 trabajadores- o las textiles Inditex -Bershka, Pull&Bear, Zara, Stradivarius, Oysho, Massimo Dutti , Zara Home y Uterqüe-, que ocupaban a más de 9.000 empleados; Tendam -Cortefiel, Springfield o Pedro del Hierro-; H&M y Mango.

En la larga lista también están las empresas de lujo LMHV -Christian Dior, Givenchy, Kenzo, TAG Heuer y Bulgari-, Chanel, Hermés, Kering -Gucci, Saint Laurent, Bottega Veneta y Boucheron- o Prada, entre otras, un mercado al que la élite rusa se ha aficionado, dispuesto a pagar los productos más caros que en la mayoría de los países europeos. Prácticamente todos los fabricantes de automóviles han desmantelado sus cadenas de producción, uniéndose a un boicot al que han contribuido Disney, Netflix, Apple, Levi Strauss, Nike o las navieras MSC y Maersk, aerolíneas, petroleras, agencias de viaje, el gigante Amazon y Facebook, Instagram, WhatsApp, Google y Microsoft, que dejan a los rusos aislados del resto del mundo.

La transición de Rusia a su particular capitalismo ha durado 30 años, que ahora la invasión de Ucrania ha dinamitado con la huida del capital

La huida del capital extranjero, unida al corte del grifo comercial y financiero y el aluvión de nuevos desempleados en las grandes ciudades se traducirá en breve en un cambio radical del modelo económico ruso elegido por sus dos últimos presidentes Boris Yeltsin y Vladimir Putin, que han intentando transitar durante las tres últimas décadas desde el comunismo hacia un singular capitalismo. Para su modelo capitalista periférico han elegido lo peor de este sistema sin dejar atrás los principales desaciertos del anterior, lo que ha contribuido al enriquecimiento de una élite política y afín al Kremlin, que más del 90% de las empresas rusas tengan el dinero en paraísos fiscales y al empobrecimiento de la población, tras vender las empresas públicas al sector privado al 5% de su valor.

Rusia es el país en el que en Partido Nacional-Bolchevique acoge símbolos soviéticos, pero también el nacionalismo imperialista y el antijudaismo; en el que en los desfiles militares comparten espacio banderas soviéticas y zaristas; y en el que es posible tolerar las estatuas de Lenin, Stalin, del inventor del fusil de asalto 'Kalashnikov', pero también del príncipe Vladímir, que logró la conversión de Rusia al cristianismo, o de Aleksandr Nevsky, el príncipe que expulsó a la Orden Teutona en el siglo XIII. A esta amalgama de simbología, que para muchos sería inasumible, ha contribuido Putin y tal vez uno de los ejemplos más claro de un país sin memoria histórica y en el que las ideologías enfrentadas son capaces de convivir e incluso fusionarse es la Plaza Roja.

El espacio de 23.ooo metros cuadrados de la Plaza Hermosa -su traducción literal del ruso-, acoge el mausoleo de Vladimir Lenin, cuya dictadura provocó al menos cinco millones de muertos por hambre, represión política, étnica y religiosa; el Kremlin; la necrópolis de los rusos ilustres -entre ellos Josef Stalin-; la tumba al Soldado Desconocido, el monumento a los soviéticos caídos en la II Guerra Mundial; y las estatuas Minin y Pozharsky, responsables de reunir un ejército voluntario que expulsó al ejército polaco-lituano. Pero también las catedrales de San Basilio y la reconstruida de Nuestra Señora de Kazán, que Stalin se encargó de demoler, pero especialmente sorprende que junto a estos símbolos del pasado convivan las lujosas y enormes galerías GUM, cuyo origen fueron más de 1.200 pequeños comercios populares aglutinados en eses imponente edificio y que Stalin (nuevamente) nacionalizó para convertirlos en un centro administrativo desde el que diseñaba sus políticas económicas. 

GUM era una isla capitalista en la Plaza Roja. Los carteles de cierre temporal inundan el centro, aunque no todos los que lo prometieron han echado el cierre

Pasear hoy por las galerías GUM -Tienda Universal Principal-, que acogen cerca de 200 tiendas de lujo, de recuerdos, de alimentación y restaurantes, además de pasarelas de moda y eventos pensados para turistas y también para la élite rusa, supone encontrarse con tiendas cerradas a cal y canto, aunque algunas aseguran que solo temporalmente y otras que se comprometieron a irse todavía no han formalizado su promesa, que representan la huida del capitalismo del centro de Moscú, conviviendo a escasos metros con los símbolos de la era soviética. Cartier, Hugo Boss, Lladró -que desembarcó en Moscú en 2003 y también tiene tiendas en Ucrania-, Levi's, La Perla, Rolex, Dior, Chanel, Calvin Klein, Burberry, Bulgari, Lacoste o Prada son algunas de las más de cien marcas internacionales que se ubicaron en el centro estratégico de las compras de alto nivel en el centro de Moscú. Algunas como Zara, decidieron no instalarse en el edificio, pero sí muy cerca. Inditex tiene tres tiendas de esta marca a escasa distancia de GUM y que hoy tienen el cartel de cerradas temporalmente.

La guerra de Putin ha puesto en jaque el lujo en Rusia. Los ciudadanos de ese país destinan más de 9.000 millones de euros al año a esos productos, pero la imagen más clara que ese lujo solo está reservado a solo unos pocos es que el gasto de los rusos apenas equivale al 6% del de China y al 14% de Estados Unidos, según la compañía de servicios financieros Jefferies. Mientras, las industria textil facturaba anualmente 30.000 millones de euros, según datos de Euromonitor, lo que convertía a Rusia en el noveno mercado más importante para la industria textil.

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