No hay marcha atrás. Las joyas de la corona de Nueva Rumasa, el hólding de la familia Ruiz-Mateos, están condenadas a suspender pagos y buscar su supervivencia en un proceso concursal.
La primera en traspasar esta línea ha sido Dhul, que ayer presentó el paso previo a la quiebra en un juzgado de Granada.
Clesa prevé hacerlo hoy mismo o mañana, después de haber cerrado toda la documentación necesaria para que los trabajadores de la fábrica de Sevilla, junto con la propia planta, vuelvan a integrarse en Corporación Alimentaria Peña Santa (Capsa), matriz de Central Lechera Asturiana.
Quienes todavía tienen alguna posibilidad de salvarse, aunque mínima, son Cacalat y Carcesa, la matriz de Apis y Fruco.
Las dos compañías están a un paso de presentar también el concurso de acreedores, aunque Nueva Rumasa sigue negociando hasta el último momento un salvavidas que permita salvarles del abismo.
El problema es que éste es, en un 95%, imposible, según fuentes conocedoras de la situación del grupo. Carcesa acumula una deuda de 20 millones de euros con sus proveedores, mientras que Cacaolat arrastra impagos con los ganadores desde el pasado agosto.
Quien sí está manteniendo contactos en firme para ser vendido es el Rayo Vallecano. El club de fútbol ha recibido varias ofertas y, entre las que han trascendido a la prensa, está una propuesta de Emirates Airlines y otra del empresario canario Carlos González.
Aunque desde Nueva Rumasa descartan hacer ningún comentario al respecto, la familia Ruiz-Mateos está dispuesta a vender el combinado al mejor postor.
Más allá del precio, en esta operación, la clave está en asumir los más de 30 millones de euros de deuda que arrastra el club madrileño.
Problema para los inversores
Los concursos de acreedores de Clesa y Dhulconvertirán en acreedores del grupo a los tenedores de pagarés y a los compradores de participaciones que llevó a cabo Nueva Rumasa.
No obstante, lo serán con diferente ventaja. Mientras que los primeros podrían ser considerados como acreedores ordinarios y, por tanto, colocarse en la segunda fila para cobrar, por detrás de empleados, Hacienda y Seguridad Social, y la mismo nivel que los bancos; los dueños de participaciones serán los últimos en cobrar.
Éstos inversores tendrán la misma consideración que un accionista y, por tanto, tienen por delante al resto de acreedores a la hora de saldar su deuda con el grupo.
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