Personajes a contracorriente

Olivetti, el hombre que creó la empresa ideal a partir de la máquina de escribir

Adriano, hijo del fundador de la empresa, fue quien convirtió una compañía familiar en un gigante internacional durante las décadas más complicadas del siglo XX. Se le considera el 'Steve Jobs de Italia'.

Adriano Olivetti, hijo del fundador de la empresa y verdadero impulsor de su éxito.
Adriano Olivetti, hijo del fundador de la empresa y verdadero impulsor de su éxito.
La Información

El literato Cormac McCarthy, autor de 'No es país para viejos' y 'La carretera', compró una máquina de escribir Olivetti por 50 dólares en 1958 y cuando se le estropeó 50 años después, compró otra igual. Pero logró subastar la vieja por 254.500 dólares para ayudar a un instituto de Santa Fe. Desde que aparecieron en los años 50, las Olivetti portátiles como la Lettera eran buscadas por su ligereza y por su robustez. El escritor español Francisco Umbral utilizó hasta el final de sus días una Olivetti Lettera. El periodista John Hersey escribió en una Olivetti portátil para 'The New Yorker' la crónica de la devastación de Hiroshima y Nagasaki, uno de los documentos periodísticos más impactantes de la historia. La 'Olivetti' ha sido una de las máquinas de escribir más populares del mundo, y en sus mejores tiempos, esta empresa italiana era uno de los principales fabricantes.

La empresa fue fundada por Samuel David Camillo Olivetti en 1908, en un momento en que estaban naciendo en todo el mundo las fábricas de máquinas de escribir. A pesar de que había habido muchos prototipos, la primera de la historia fue la Remington número 1, fabricada por la famosa firma de armas de fuego en 1875. Era la primera vez que se fabricaba en serie y salieron mil ejemplares que parecían máquinas de coser decoradas como cómodas de Luis XVI. 

Luego, más fabricantes se unieron a la carrera y todos adoptaron las innovaciones de Remington como el teclado QWERTY, que son las primeras letras de la fila superior, adaptadas a la probabilidad de uso, y la tecla de mayúscula. 

Camillo Olivetti, ingeniero eléctrico, se lanzó a producir máquinas de escribir en Italia. La fábrica estaba en Ivrea y en 1911 presentó su primer modelo, la M1. Producían veinte máquinas a la semana. En 1912 contrataron al diseñador Teodor Wolf Ferrari que les hizo un cartel basado en el Art Nouveau, con el dibujo de Dante Allighieri señalando el modelo M1. En 1913 ya fabricaban 1.200 al año y tenían 200 trabajadores. 

Como todas las de su época, las primeras máquinas eran armatostes hechos de metal que pesaban varios kilos, y que se convirtieron en la imagen de miles de compañías que inauguraban la era de las oficinas, así como de una fase nueva del periodismo que suprimía las libretas y los lápices. Antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, los periodistas enviaban sus crónicas a mano, y luego los linotipistas las tecleaban convirtiendo plomo fundido en tipos móviles, a los que luego se les impregnaba de tinta y se presionaba contra un papel de periódico.

Pero durante la Guerra, los periodistas no podían llevar consigo las pesadas máquinas y, además, los ejércitos aliados necesitaban máquinas duras y resistentes para transcribir sus informes. La Corona 3 era ideal, pues estaba fabricada de aluminio y acero, y era indestructible. Pronto se sumaron Underwood y Olympia. Pero Olivetti prefirió seguir con la máquinas de sobremesa. Durante la guerra puso sus fábricas a producir material militar como espoletas para antiaéreos, proyectiles, válvulas para dirigibles, partes de fusiles y hasta magnetos para la aviación. 

En los años veinte diseñó la máquina de escribir M20 que le permitió entrar de lleno en los mercados internacionales. No lanzó su portátil MP1 (Modelo Portatile) hasta 1932, y revolucionó el mercado por su funcionalidad: metal negro lacado al principio, pero luego gris, azul y rojo, algo que rompía con la estética tradicional de las máquinas de escribir. La idea vino de Adriano Olivetti, hijo del fundador y en cierta forma, un visionario. 

Adriano, nacido en 1901, terminó su bachillerato en 1918 y se alistó para ir a la guerra. Ese mismo terminó el conflicto, y Adriano se matriculó en ingeniería química a pesar de que su padre deseaba que fuera ingeniero eléctrico. Al terminar la carrera, fue a Estados Unidos y le sucedió lo que a muchos fabricantes europeos: quedó maravillado por los sistemas de producción en serie, la división del trabajo, los modernos sistemas de gestión de tiempos y la eficiente organización norteamericana. A su regreso a Ivrea, propuso a su padre un ambicioso e innovador programa para modernizar el negocio de Olivetti: "Organización descentralizada del personal, gestión por funciones, racionalización de tiempos y métodos de montaje, y desarrollo de la red comercial en Italia y en el extranjero", según describe la página web de su Fundación. 

Su padre le puso a trabajar de operario, a construir máquinas de escribir desde la escala más básica. En 1931, al igual que hizo con EEUU años antes, viajó a la Unión Soviética con una delegación de empresarios italianos, pero la forma de vida comunista no era lo que él esperaba. Luego, en Italia, Adriano fue ascendiendo hasta que en 1932 se convirtió en director de la empresa. Fue ese año en que lanzó la primera maquina portátil de Olivetti, un éxito tan rotundo que la empresa se convirtió pronto en una de las mayores de Italia. 

La mitad de las máquinas de escribir que se vendían en Italia procedían de Olivetti. En 1933 fundó el Departamento de Publicidad de Olivetti, para el cual trabajaron diseñadores como Xanti Schawinsky, Giovani Pintori y Teodor Wolf Ferrari. No solo modificaron el logo sino que presentaron un nuevo concepto de cartelería basado en el Art Nouveau y el simbolismo, donde los artistas se inspiraban en la naturaleza y las mujeres, pero introducían motivos de la revolución industrial como el acero. 

En 1934 Olivetti contrató al dúo de arquitectos Luigi Figini y Gino Pollini para diseñar las oficinas de Olivetti en Ivrea, y la famosa fábrica de cristal, admirada por Le Corbusier. Por aquel entonces, y aunque parezca una rareza, Mussolini apoyaba un tipo de arte sencillo y funcional que impregnó a toda la cultura italiana. Luigi Figini y Gino Pollini eran dos arquitectos racionalistas promovidos por el Duce y, además, miembros del Partido Fascista. 

Pero si hay algo por lo que destacó Adriano Olivetti fue por su concepto de empresa. Pensaba que había que basarse en la idea de "comunidad": superar el enfrentamiento entre patronos y obreros, creando empresas modélicas. En la suya los trabajadores disfrutaban de ventajas nunca vistas: concedía más vacaciones, descansos de maternidad, había comedores, permitía la participación de los trabajadores en los beneficios, se organizaban de conciertos, dotó de bibliotecas a las fábricas, creó instalaciones llenas de luz natural (aumentaba la productividad) y grandes espacios para facilitar el trabajo. 

En 1934 Olivetti visitó a Mussolini en el Palacio de Venecia en Roma (sede del Duce) y le presentó sus planos de lo que se denominó Ciudad Olivetti. Un complejo de 27 edificios en el Valle de Aosta que incluirían fábricas, residencias para los trabajadores, museos, viviendas de cuatro alturas, guarderías y amplias zonas verdes. Es decir, Adriano Olivetti proyectó en los años treinta lo que ahora se considera vanguardista como los cuarteles generales de GooglePlex y Apple Park. Aunque su relación con el Partido Fascista no era muy amigable, esos principios empresariales encajaban a la perfección con la ideología mussoliniana que pretendía superar el marxismo y la lucha de clases, con una economía basada en la integración de empresarios y trabajadores bajo la supervisión del Estado. De hecho, Adriano Olivetti se acabó afiliando al Partido Fascista.

Por cierto, que ese espíritu fue el que se implantó en la fábrica española, llamado Hispano Olivetti. La aventura española había empezado en 1929, cuando el ingeniero catalán Juli Capará, logró que Olivetti instalara una fábrica en Barcelona. Gracias a su éxito en los años treinta, la empresa adquirió en 1941 un solar de 10.000 metros cuadrados en la Ciudad Condal. En tiempos de Franco (1963), llegó a contar con 3.200 empleados, y producía 600.000 unidades al año. Según contaba a ¡'El periódico de Cataluña' Adrián Miguel Leal, ex miembro del comité de empresa, en aquellos tiempos "había economato, campo de deportes con piscina, frontón, pista de básquet y campo de fútbol. También había espacio para jugar a bolos, tenis, e incluso había sección de boxeo y gimnasio al aire libre. Y hacia el 1948 se abrió la guardería. Seguía el ejemplo italiano, aunque éramos independientes". 

En la Segunda Guerra Mundial, Adriano Olivetti se distanció del régimen de Mussolini y se mudó a Suiza, desde donde trabajó con la resistencia. Después de la guerra, llegaría otro periodo de oro en el cual la empresa sacó lo que hoy son sus modelos más famosos: la Olivetti Lettera (portátil), y la Lexikon 80, para las oficinas. La Lettera fue mejorando con modelos posteriores hasta convertirse en una ultraportátil. Para algunas revistas especializadas como 'Typewriter Review', fue la mejor portátil del mundo. El modelo Lettera 32 fue calificado como "el Ferrari de las máquinas de escribir"

En 1959, Olivetti adquirió la mítica empresa norteamericana de máquinas de escribir Underwood. Luego, en los años sesenta lanzó calculadoras, y un ordenador de sobremesa, el Programma 101. Pero estas noticias no pudieron ser disfrutadas por Adriano Olivetti, que falleció en 1960 durante un viaje en tren. Aparte de haber levantado un emporio industrial, se le conoce por su profunda fe en cambiar las normas económicas vigentes, y crear un sistema profundamente humano de relaciones laborales. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, editó el libro-manifiesto 'El orden político de la comunidad'. Según la Fundación que lleva su nombre, "el libro expresa las ideas que constituyen la base programática del Movimiento Comunitario que Adriano fundó en 1947. La obra es una propuesta política articulada que busca establecer nuevos equilibrios políticos, sociales y económicos entre los poderes centrales y las autonomías locales".

Hoy, su obra industrial ha quedado bastante reducida. La fábrica de Barcelona cerró sus puertas en 1996 y dejó en la calle a 160 empleados. La Ciudad Olivetti en Ivrea es Patrimonio Histórico de la Humanidad, pero ya no es un complejo para trabajadores, sino una serie edificios vacíos que necesitan reparación. La mayoría de los trabajadores fueron despedidos. Olivetti ya no produce máquinas de escribir, sino algunos periféricos, pero sobre todo, es una empresa de gestión de datos. Es parte de Telecom Italia, una de las empresas más grandes del país. Pero para la memoria de los empresarios italianos, Adriano Olivetti fue un idealista y un amante del diseño. El Steve Jobs de Italia.

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