En los años 20

Un pacto salvó de la hiperinflación a los niños alemanes que jugaban con billetes

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras obligaron a Alemania a pagar los costes de la guerra. En noviembre de 1923 un dólar se podía cambiar por cuatro billones de marcos alemanes.

Niños alemanes jugando con billetes en 1922
Un pacto salvó de la hiperinflación a los niños alemanes que jugaban con billetes.
Niños alemanes jugando con billetes en 1922

Los jefes de los bancos centrales de Alemania y Gran Bretaña hicieron una operación asombrosa. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras sentaron a Alemania en el banquillo de los acusados y le obligaron a pagar los costes de la guerra. Alemania cedería parte de su territorio a Bélgica, Checoslovaquia y Polonia; devolvería la Alsacia y Lorena a Francia; cedería a las naciones aliadas todas sus colonias de ultramar en el Pacífico, África y en China. Reduciría sus fuerzas armadas y tendría que desmilitarizar la región del Rin y dejar que fuera ocupada por los aliados. Además, se la acusaba de ser directamente la responsable de la guerra, por lo cual pagaría en reparaciones a las naciones aliadas. Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos recibirían la mayor parte de esas reparaciones: 132.000 millones de marcos oro.

Precisamente esto fue lo que ocasionó la inflación, como describió el economista británico John Maynard Keynes. Al no tener cómo pagar la inmensa deuda de guerra, y al estar sus propiedades confiscadas o expoliadas, el marco fue perdiendo valor a escala internacional. Keynes escribió un libro visionario donde anunciaba que esas condiciones pondrían en peligro la paz: “Si aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará” ('Las consecuencias económicas de la paz'). Puesto que Alemania no tenía suficiente dinero para pagar esa cantidad, el valor del marco se fue devaluando. Antes de la guerra, un dólar se cambiaba por unos cuatro marcos alemanes. En 1920 el cambio ya era de 70 marcos por dólar. En 1921 llegó a 180 marcos. En noviembre de 1923 un dólar se podía cambiar por cuatro billones de marcos alemanes. Billones con ‘b’ en el sentido español de la cifra ('trillions' en inglés). Pero en el mercado negro la cifra llegaba a los 12 billones.

Un billete de tranvía costaba un billón de marcos. El precio de los productos subía con tal ferocidad que ahorrar era una estupidez. Para que no perdieran poder adquisitivo, los trabajadores entraban a sus tajos por la mañana, recibían la paga cada día al salir, y corrían a las tiendas a comprar pan o comida. “Durante las hiperinflaciones, las personas prefieren que se les pague con productos básicos para evitar el impuesto inflacionario. Si se les paga en dinero, gastan ese dinero lo más rápido posible. En Alemania, a los trabajadores se les pagaba dos veces al día y compraban al mediodía para evitar una mayor depreciación de sus ganancias”, afirma Michael K. Salemi profesor de economía en de la Universidad de North Carolina in Chapel Hill en su estudio sobre la inflación. Tener ahorros era inútil.

El banco central alemán llegó a imprimir billetes de billones de marcos. Antes de la guerra, las imprentas del Reichbank bastaban para suplir las necesidades de papel moneda. En 1923, el Reichbank contrató a 133 imprentas privadas para inyectar marcos de papel en el sistema. Pero la inflación era tan desbocada, que ni con esa ayuda podía satisfacer la demanda de papel moneda. Entonces, el Reichbank tomó la peor decisión: para que ayuntamientos y grandes corporaciones públicas y privadas pudieran continuar sus transacciones, les permitió que imprimieran también billetes: se llamó “moneda de emergencia” (notgeld).

En 1922, uno de cada diez marcos era “moneda de emergencia”. En 1923 ya era la mitad del dinero en circulación. Ese dinero sin control –pues el Reichbank ya no sabía cuánto había en el mercado–, hacía que los precios subieran aún más. Los billetes valían tan poco que los niños hacían cometas y jugaban a construir castillos con masas de billetes. En casa se quemaban marcos para calentar hornos y hasta hubo modelos que posaron con vestidos hechos de billetes y monedas sin valor. Los empresarios llevaban carretillas de dinero para pagar salarios y en algunas tiendas se cambiaban salchichas por reparaciones de cualquier cosa, con tal de no usar billetes: era un regreso a la economía de las cavernas.

Jamás en la historia de la humanidad se había visto un proceso inflacionario tan asombroso y en tan corto espacio de tiempo como en Alemania en los años 20. En los peores momentos de 1923, la inflación en Alemania superó el 16.579.999%, según los cálculos de Bresciani-Turroni ('The economics of inflation: a study of currency depreciation in Post War Germany'). Uno de los mayores testigos de aquella locura fue Hjalmar Schacht. Ligado a la empresa y a la banca, fue nombrado alto funcionario del Reichbank en 1923, y se le encomendó afrontar el desafío de bajar la inflación y evitar el caos. Alcanzó la presidencia del Reichbank a finales de 1923, cuando la inflación estaba causando los mayores estragos.

Schacht detallaría muchos años después en su libro de memorias, cómo fueron aquellos años en los que Alemania, perdedora de la Primera Guerra Mundial, soportó que los vencedores le hicieran pagar los gastos de reparación del conflicto y la humillación. El desprecio hacia los alemanes ni siquiera se disimulaba. En las reuniones en La Haya en 1919 para tratar las reparaciones, no había suficientes sillas. “La mayor parte de los miembros de la delegación alemana eran obligados a permanecer de pie en las reuniones”, dice Schacht, quien se encontraba entre ellos. Schacht elevó su queja, y para su sorpresa, los propios delegados alemanes le recriminaron esa actitud, porque podría enfadar a los aliados.

Schacht recriminó a un general aliado que los alemanes estaban siendo alojados en los peores hoteles, recibiendo mala comida, vigilados y sin libertad de movimiento. A lo que el militar replicó: “Doctor Schacht, parece olvidar que ustedes perdieron la guerra”. En verano de 1923, la inflación estaba haciendo tales estragos en la economía, que los levantamientos organizados por el Partido Comunista produjeron más de 80 muertos, de ellos, 15 policías. Hasta entonces, Schacht había trabajado en la banca privada. El 13 de noviembre de ese año de 1923, a Schacht le propusieron ser Comisionado para la Moneda Nacional. Aceptó, a pesar de que su salario era mucho menor. Su primera decisión fue subir el salario de su secretaria de 200 marcos mensuales, a 600. Para no cargar al banco con ese gasto, pidió que lo detrajeran de su propio salario de Comisionado, que era de 400 marcos. Es decir, comenzó a trabajar gratis. En esa fecha, el valor del marco respecto al dólar era de 4,2 billones de marcos. ¿Cómo afrontar la devaluación del marco?

Schacht sabía que la moneda alemana tenía dos enemigos: el mercado negro, donde el dólar se cotizaba a 12 billones de marcos; y la llamada ‘moneda de emergencia’ (notgeld) que estaban imprimiendo las grandes corporaciones públicas y privadas para afrontar la crisis y la inflación. “Había llegado la hora de acabar con la práctica de todo el mundo, tiene su propio Reichbank”, dice Schacht en sus memorias. Solo el Reichbank podría imprimir dinero. Desde las grandes empresas, hasta ayuntamientos, todos pusieron el grito en el cielo. Pero Schacht no cedió. Invadir de tanto dinero a la economía con esa facilidad solo podría significar el desastre de Alemania, porque siempre habría más dinero que productos. Cerrado ese flanco, Schacht dirigió su atención al mercado negro de divisas. Al terminar la guerra, y cuando los aliados se apropiaron de Alemania y le impusieron la deuda, no se sabía cómo hacer para ligar el valor del marco a algo que todo el mundo apreciase. Lo primero que se les ocurrió a los gobernantes fue ligarlo al centeno, grano del que Alemania era un gran productor. Se propuso el roggenmark, o el marco-centeno. Pero ante las dudas, las autoridades del Reichbank sugirieron el rentenmark, una moneda ligada a hipotecas sobre propiedades. Lo que hoy se llama titulización.

En teoría, el valor de cada rentenmark era igual a un marco oro. El papel moneda sería emitido por un banco llamado RentenBank. Pero claro, para darle más fiabilidad, el garante final era el ReichBank. Y ahí estaba el problema. Los especuladores en el mercado negro compraban dólares a un precio, y esperaban a fin de mes a que subiera y venderlo con más ganancias. Luego, pedían dinero al Reichbank, para volver a comprar. La rueda no paraba nunca. Cuando Schacht tomó todo el poder del Reichbank lo que hizo fue establecer que el precio al que pagaría cada dólar sería exactamente 4,2 billones de marcos por dólar. Cuando los especuladores fueron a cambiar sus dólares por marcos, el Reichbank solo les daba tres veces menos de lo que les había costado. Cada uno había perdido ocho billones de marcos por dólar. Esa sencilla jugada permitió que el marco no pasara de 4,2 billones por dólar en el mercado negro y en el legal.

Schacht explica en sus memorias que aquel 20 de noviembre de 1923 comenzó la estabilización del marco alemán. “Con la derrota de los especuladores y de la emisión de dinero de emergencia, el primer round del combate estaba ganado”, afirma Schacht. Un mes después, Schacht fue nombrado presidente del Reichbank. Pero Alemania tenía otro serio problema: necesitaba crédito internacional en moneda extranjera. El marco no valía nada fuera de Alemania. Y aquí sucedió uno de los hechos económicos más nobles de la historia de la economía. Schacht fue en la víspera de Nochevieja de ese año de 1923 a visitar a su colega en el banco de Inglaterra: sir Montagu Norman. Schacht acababa de pasar de Comisionado, a presidente del Reichbank, y en una reunión pidió a los consejeros del Reichbank absoluta fidelidad a él o que dejasen sus puestos. Todos juraron fidelidad.

Sir Montagu no se podía creer que el presidente del Bundesbank hiciera un viaje de emergencia y casi en secreto para visitarle. Cuando Schacht bajó del tren en la estación de Londres, se encontró a una persona que le estrechaba la mano y que le decía. “Estoy de corazón encantado de conocerle”. Era el presidente del Banco de Inglaterra. Schacht se registró en un hotel de Londres usando el falso nombre de Brockhaus. Los dos hombres quedaron en verse de nuevo en la mañana del 1 de enero de 1924 en el Banco de Inglaterra. Schacht fue directo al grano. “En primer lugar, será necesario poner la industria alemana en marcha otra vez. Para ello necesitamos crear oportunidades para el crédito, oportunidades que les permitan realizar operaciones de comercio exterior sobre una base monetaria estable. Pero en la actualidad me faltan los medios para lograr esto”, dijo Schacht.

Sir Norman supuso que Schacht le pediría dinero. Pero lo que sir Norman escuchó a continuación le dejó sorprendido por su originalidad, pero también por su descaro. Para ayudar a la industria alemana, Schacht crearía un banco llamado Golddiskontbank, (banco de descuento-oro). Sería un banco diferente al Reichbank y sus fondos estarían respaldados por oro. Para ponerlo en marcha necesitaba unos 200 millones de marcos. Solo prestaría dinero a las industrias alemanas que acreditasen documentos de exportación o importación. La mitad de ese dinero la conseguiría Schacht con las pocas divisas que quedaban en los fondos alemanes. Pero la otra…“me gustaría que me la prestara el Banco de Inglaterra”.

–¿Se refiere a que quiere que sea accionista de ese banco?

–No –dijo Schacht–. Que sea prestamista.

Para Sir Norman eso significaba prestar dinero a su reciente enemigo. ¿Darle un préstamo colosal a los alemanes para restablecerse, crecer, exportar y competir con los ingleses? La idea de Schacht consistía en usar ese préstamo en libras, convertirlo en 100 millones de marcos alemanes, dárselo al Reichbank, y con ese dinero el Reichbank se haría con la mitad del Golddiskontbank para controlarlo.

–¿Quiénes dirigirán el banco? –preguntó sir Norman.

–Solo personas del Reichbank.

–¿A quién prestarán dinero?

–Solo a los empresarios de Renania-Westphalia.

Además, Schacht le pidió permiso para que los bonos de las empresas alemanas que recibieran los créditos se pudieran comerciar en la bolsa de Londres. Y también le dijo que los fondos del Reichbank se fijarían en libras esterlinas.

–¿Libras?

–Sí, porque un banco para exportación solo necesita divisas.

El final pasará a la historia. “Esto permitirá la colaboración económica entre el imperio británico y Alemania”, concluyó Schacht.

Sir Montagu Norman aceptó el plan, al cual calificó de una idea “sobresaliente” (remarkably). Le concedió un préstamo equivalente a 100 millones de marcos, a pagar en tres años al 5% anual, mucho más barato de lo que estaba pagando Alemania en aquellos momentos. Schacht prometió devolverle el dinero antes de tiempo. Schacht regresó a su país, y poco a poco, a partir de aquel 1 de enero de 1924, la inflación alemana fue reduciéndose. En abril fue del 124%. En junio bajó al 115%. En 1926 había dejado de ser un problema. En nombre de aquel acuerdo de caballeros, un nieto del presidente del Reichbank se llamaría Norman Hjalmar Schacht.

El presidente del Reichbank renunció al cargo en 1930. Años más tarde, en 1933, cuando Hitler fue nombrado canciller, Schacht fue llamado para volver al Reichbank. Schacht fue presidente del Reichbank hasta 1939, trabajo que combinó con el de ministro de Economía de 1934 a 1937. Luego fue ministro sin cartera. En 1944 fue encarcelado por los alemanes en un campo de concentración por estar relacionado con el intento de asesinato de Hitler. Tras la guerra, fue juzgado por los aliados, y aunque se le declaró ‘no culpable’, fue internado en otro campo de concentración hasta 1948. Al salir publicó sus memorias en alemán (76 años de mi vida), que en inglés se llamaron Confesiones de un viejo mago (Confessions of an old wizard). Murió en 1970. Alemania terminó de pagar su deuda de la Primera Guerra Mundial en 2010. Solo le quedaban 70 millones de euros.

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