La nacionalización en el horizonte

La 'relocalización' industrial: el auténtico coronavirus para el monopolio de China

  • Sus poderosos fondos de inversión serán la punta de lanza en la futura secuela del coronavirus: la lucha por la retención de las fábricas.
Déficit comercial, empleado, empresa, trabajador, coche, fábrica de coches
Déficit comercial, empleado, empresa, trabajador, coche, fábrica de coches
Europa Press

China tiene un problema. La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto la excesiva dependencia occidental de la producción y la cadena de suministros china. Esta preocupación se refleja en los principales 'think tanks' mundiales que advierten de la subordinación de las economías europeas y americanas a la manufactura china. Un factor que se está convirtiendo en una auténtica losa, incluso para su supervivencia.

Paradójicamente, el Covid-19 puede acabar con esta realidad. Una de las principales novedades que nos traerá el mundo tras el virus pudiera ser la ‘relocalización’ de industrias estratégicas, evitando así los claros problemas de Europa y América para aprovisionarse de productos sanitarios y estratégicos.

Para muestra un botón: el 80% de los productos farmacéuticos que se venden en EEUU se fabrican en China. La producción de vehículos, los componentes tecnológicos, sanitarios, químicos… la práctica totalidad de la cadena de suministros mundial está en manos de empresas asiáticas que, en realidad, son una extensión del Pekín, del Partido Comunista Chino, en el complejo mercado internacional. La Administración Trump ha dicho basta y se prepara para cortar de raíz la brutal dependencia sanitaria y tecnológica que tiene con su antiguo socio comercial.

Este mismo miércoles, Estados Unidos, la capital del no intervencionismo económico, anunciaba el rescate de sus aerolíneas. 25.000 millones de dólares irán destinados a evitar la quiebra y los despidos en un sector que está sufriendo como pocos la acción del Covid-19. American Airlines, Delta Airlines, United Airlines y Southwest se apresuraban a bendecir la intervención del Estado en las empresas aéreas privadas, quizá obviando que, como contrapartida, Washington pasará a tener un porcentaje de participación en su accionariado. Es un primer paso hacia la vuelta de aquellos trabajos que Steve Jobs predijo que no retornarían jamás a EEUU.

España no es ajena a este fenómeno. A la dependencia china en la industria se le une el no menor sometimiento en el aprovisionamiento de componentes, especialmente importante en épocas de crisis. La producción nacional de mascarillas tuvo que ralentizarse por un problema en el suministro de caucho para gomas, telas estériles y metal, elementos imprescindibles para confeccionar este material. El coste del transporte y la mano de obra hacen que sea mucho más barato comprar este producto al gigante asiático que su producción nacional. Si se añade a este problema la enorme demanda a nivel mundial entenderemos la dificultad de la llegada de mascarillas y material sanitario a España. La solución no ha tardado en ponerse encima de la mesa: la producción patria, cuando no casera, de este producto de primera necesidad en una pandemia.

Como en cada acontecimiento histórico, los países tienden a reflexionar sobre sus debilidades y reforzar sus fortalezas. En este debate, surge la 'relocalización' de las naciones con el objetivo de garantizar su independencia económica. A diferencia de épocas anteriores, la 'relocalización' será más estratégica que nunca. De nada servirá contar con la mejor producción en la fabricación de respiradores artificiales si, posteriormente, debemos servirnos del mercado internacional y la cadena china de suministros para acaparar las piezas que hacen posible su ensamblaje, puesto que estaríamos en el mismo punto de partida.

Este aspecto ya fue destacado en los numerosos planes para revitalizar la industria española, que se elaboraron a comienzos de siglo y que tenían en 2020 su fecha clave. Hemos llegado a este año y ahora vencen aquellos proyectos que tenían como objetivo alcanzar el 20% del PIB industrial, algo que solo puede considerarse ya una quimera. 20 años después de su aprobación, una carambola sanitaria puede compensar tantos años perdidos y hacer del ‘Spain first’ una realidad industrial.

Nuestro índice de producción industrial sobre el PIB apenas llega al 16% y continúa en franca caída. En momentos como los vividos es cuando lamentamos no contar con la infraestructura y capacidad adecuada para hacer de España, no un Sylicon Valley, pero sí, quizá, un país que pueda copiar el modelo de la automoción, generador de I+D y puestos de trabajos cualificados y estables, en lugar de optar por un sector servicios en el que, quitando el turismo, debemos competir con otros países que cultural y competitivamente nos superan por todos lados.

En todo este panorama, China puede resultar la gran perdedora y con unas consecuencias que sí pueden suponer un auténtico cataclismo geopolítico. El Gobierno chino sometió a ingentes sacrificios a su población con un único propósito: salvar la producción nacional, aun a coste de llevar el autoritarismo a un grado extremo. Los pronósticos aventuran que el gigante asiático verá menguado su crecimiento en, al menos, cinco puntos porcentuales en el presente año.

Es una cifra que unida a la 'relocalización' industrial estratégica occidental ocasionará grandes pérdidas para la economía asiática, incluidas sus multimillonarias inversiones en infraestructuras o proyectos energéticos. Si bien la 'relocalización' estará dirigida hacia los sectores estratégicos o esenciales, no es menos cierto que la potente maquinaria china tratará de reconfigurar su dominio en el mercado financiero. Sus poderosos fondos de inversión serán la punta de lanza en la futura secuela del coronavirus: la lucha por la retención de la industria.

Pese a que pueda parecer lo contrario el régimen chino es más frágil de lo que se cree. Su principal valor reside en la economía y en el crecimiento continuado en el tiempo. Sin ese crecimiento las tensiones entre Hong Kong, Taiwan y Pekín podrían ir en aumento en una espiral de difícil contención. La deslocalización ha muerto, viva la relocalización… si China lo permite.

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