¿Para qué ha servido el rescate de Wall Street?

  • Dos años y medio después de que el Gobierno de Estados Unidos rompiera con sus principios de libre mercado e interviniera para salvar al sector financiero, muchas voces siguen preguntándose si aquel rescate fue un acierto o un error cuya factura todavía está por pagarse.
Wall Street se resiente ante una posible paralización del Gobierno de EE.UU.
Wall Street se resiente ante una posible paralización del Gobierno de EE.UU.
David Case/Global Post

No parece exagerado afirmar que el rescate financiero del Gobierno estadounidense en 2008 fue una de las decisiones de Washington más detestadas en mucho tiempo.

La calle lo entendió como un subsidio a los excesos del henchido Wall Street; y la banca internacional predijo que la carga de la enorme deuda ahuyentaría a los inversores extranjeros, que representan un segmento vital para la economía estadounidense.

Hasta el principal defensor del rescate financiero y su arquitecto, el secretario del Tesoro Henry Paulson, manifestó su disgusto con estas medidas: "Comparto la indignación de la gente", dijo en pleno debate sobre el rescate. "Es vergonzoso ver esto, y creo que es vergonzoso para los Estados Unidos de América".

El Congreso también se resistió. Cuando la crisis llegó a su punto álgido, en septiembre de 2008 (unas semanas antes de las elecciones), los representantes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos rechazaron el Troubled Asset Relief Program (o programa TARP, por sus siglas en inglés), la principal iniciativa legislativa del rescate.

Eso desencadenó una de las mayores caídas en la historia de Wall Street. Con esa espada sobre sus cabezas, los legisladores terminaron aprobando al cabo de unos días el proyecto de ley, por valor de 700.000 millones de dólares.

Entre los congresistas más apocalípticos estaba la representante conservadora por Minnesota Michele Bachman. "Quizás nos lamentemos del día en que aprobamos esto", predijo Bachman, que ahora se plantea presentar su candidatura a la presidencia en 2012, con el Tea Party. "Esto no atiende al problema fundamental, que es la crisis de crédito", señaló.

¿Estaba Bachman en lo cierto? ¿Nos lamentamos de ese día? Bueno, quizás no tanto como nos habíamos temido. Ahora sabemos que el rescate funcionó muy bien en sus objetivos, aunque fracasó miserablemente con la promesa de ayudar al ciudadano medio.

Por supuesto, la recuperación económica en Estados Unidos no es contundente. El desempleo todavía es elevado y el mercado inmobiliario continúa en declive. Pero el rescate sí sirvió para impulsar a los mercados de crédito y calmó el pánico paralizante que había impedido a las empresas prestarse dinero.

Suma y sigue, porque el coste para los contribuyentes parece haber sido menor, según apuntan el Departamento del Tesoro y la Oficina de Presupuestos del Congreso. De hecho, hace dos semanas (casi dos años y medio después de que el presidente George W. Bush firmase la ley), el Tesoro dijo que todo el programa de rescate del Gobierno, incluido el TARP y otras iniciativas, acabará produciendo 24.000 millones de dólares de ganancias a las arcas del Estado.

"Tenemos que reconocer el mérito del Gobierno por actuar en un momento tremendamente arriesgado, cuando todo el sistema financiero estaba desesperado", sostiene Roger Leeds, director del Centro de Negocios Internacionales y Políticas Públicas de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins. El rescate cumplió con creces el objetivo "para el que fue diseñado, y el bono extra es que el contribuyente sale indemne", dice Leeds.

Compárense esos 24.000 millones de dólares de ganancia con Google, que ganó 19.000 millones en los últimos dos años. O con las predicciones deprimentes de Neil Barofsky, el inspector general especial del TARP. "TARP ha evolucionado a un programa de una magnitud, escala y complejidad sin precedentes", dijo ante un comité del Congreso en julio de 2009. Estados Unidos podría jugarse hasta 23,7 billones de dólares, aseguró Barofsky.

No obstante, la música no ha dejado de sonar con el rescate. Y tampoco todo el mundo está de acuerdo en que la contabilidad del rescate pinte el escenario que prevé el Gobierno. Pero aún tomando en cuenta la contabilidad más pesimista, el resultado financiero ha sido tan fuerte que haría falta un cambio catastrófico para que los contribuyentes tuviesen que lamentarse por dar el paso de aprobar el rescate

En un reciente informe la Oficina de Presupuestos del Congreso, se detalla cuánto dinero ha aportado el Ejecutivo estadounidense como parte del rescate del TARP y qué parte pueden esperar recuperar los contribuyentes.

De los más de 700.000 millones de dólares aprobados por el Congreso, el Tesoro ha gastado 410.000 millones de dólares y ha recobrado ya 244.000 millones a través de pagos, ganancias por inversiones y dividendos que los receptores [de las ayudas] están obligadas a pagar. También contabiliza 11.000 millones de dólares en pérdidas irrecuperables, fundamentalmente porque durante el rescate a la industria automovilística vendió su parte en GM por menos de lo que se pagó.

De los restantes 156.000 millones de dólares la oficina dice que la compañía aseguradora AIG se lleva la mayor parte, ya que debe 66.000 millones. El Gobierno de Estados Unidos, que es propietario de la mayor parte de AIG, cree que puede recuperarlo todo menos unos 14.000 millones de dólares si vende sus acciones en la compañía. Mientras tanto, la industria automovilística todavía debe 42.000 millones de dólares, de los que también se espera recuperar todo menos 14.000 millones.

En cuanto a Wall Street, lo crean o no, ahí es de donde parecen llegar las buenas noticias. El Tesoro anunció a principios de mes que ya ha empezado a lograr ganancias con el segmento de las instituciones financieras del paquete de rescate.

Había invertido unos 245.000 millones de dólares en el sector, y ya ha recuperado 251.000 millones. Las ganancias proceden de la apreciación de las acciones que se quedó el Gobierno, y de los dividendos que tienen que pagar los bancos.

Pese a esas ganancias, los bancos todavía le deben al Tesoro 30.000 millones de dólares. Cuando el programa esté totalmente despejado, la Oficina de Presupuestos del Congreso calcula que los contribuyentes acabarán ganando 16.000 millones de dólares tras ayudar a unas 707 instituciones financieras (el TARP rescató a pilares de la escena financiera estadounidense como SunTrust, Key Corp y Financial Institutions Inc.).

Estas buenas noticias de los bancos son, no obstante, decepcionantes en cierta medida. Parte del motivo por el que al sector le ha ido tan bien es que el plan de rescate incluye importantes transferencias (miles de millones de dólares) del gobierno a través de AIG, que ha asegurado gran parte de la deuda que tenían los bancos.

Normalmente, cuando reciben fondos de una compañía en bancarrota como AIG, los inversores esperan un recorte de valoración o "

haircut y recibir tan sólo una porción del dinero. AIG, propiedad del Estado, tendrá que pagar todo el valor.

Pero el TARP es sólo una parte del plan. En julio de 2008 el Congreso también autorizó el rescate de Fannie Mae y Freddie Mac, agencias hipotecarias semigubernamentales. Estas instituciones financieras se han llevado casi 140.000 millones de dólares, de los que el Tesoro cree que se logrará recuperar la mitad.

Estos últimos párrafos arrojan como resultado una importante cifra en rojo (unos 100.000 millones de dólares para Fannie, Freddie y TARP, incluyendo otras pequeñas sumas que no hemos mencionado). Entonces,¿cómo puede ver el Tesoro ganancias de 24.000 millones de dólares con estos rescates?

De un crédito de 110.000 millones de dólares que califica de manera críptica como Programas de la Reserva Federal. Estas ganancias inesperadas de la Fed se generan de este modo: A principios de 2008, cuando la economía se venía abajo, la Reserva Federal desplegó sus poderes semidivinos para crear más de 2 billones de dólares.

Ese dinero recién acuñado lo invirtió con la esperanza de impulsar la economía, creando demanda de activos de los que todos se estaban deshaciendo, y aumentando la liquidez (facilitando que se concediesen más préstamos al haber más disponibilidad de dinero).

Compró títulos de crédito hipotecario por 1,25 billones de dólares, los mismos bienes tóxicos que habían envenenado el sistema financiero. También compró más de un billón de dólares en deuda estadounidense, y todavía sigue haciéndolo.

El interés de esas inversiones (que en parte puede proceder del interés que usted paga por su hipoteca) está generando cifras positivas: 82.000 millones de dólares en 2010, que el Fed transfiere al Tesoro.

El dinero es real, aunque haya salido de la nada.

Lo fundamental en todo caso es que la medicina del rescate financiero parece que ha surtido efecto. El dolor no ha desaparecido, pero parece que hemos evitado una depresión económica, y el coste para los contribuyentes da la impresión de que será modesto.

Aún así, el TARP no es Google, ni es algo de lo que queramos volver a debatir jamás. Si hubiésemos tenido todos esos miles de millones de dólares para invertir en escuelas, transporte o independencia energética, Estados Unidos sería una nación más fuerte.

Así que si bien el antídoto parece que ha sido efectivo, y quizás no lamentemos el día en que la ley fue aprobada, no está de más seguir odiando la opción de un rescate financiero.

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