¿Un debate moral?

Vacunas y patentes: la coraza intelectual (y económica) a la que se aferra Biden

Ese blindaje desempeñó en pleno frenesí investigador un papel indispensable en el desarrollo y la comercialización de estas innovaciones que no puede subestimarse. 

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¿Vacunas Covid libres de patentes? La protección intelectual centra el debate. 
Agencia EFE

Nunca antes en la historia se hizo algo similar: desarrollar una vacuna en meses en lugar de años. Y es posible que antes de que acabe 2021 esté disponible una terapia para tratar los primeros síntomas del coronavirus. El alcance de la pandemia, de hecho, provocó un tsunami de innovación en todo el mundo para responder a la emergencia sanitaria a escala local y global. Y no solo en el ámbito farmacéutico, también al desarrollar soluciones telemáticas, de gestión de datos y hasta robots para ayudar a las personas a sobrellevar el aislamiento social.

Las patentes desempeñaron así en pleno frenesí un papel indispensable en la investigación, el desarrollo y la comercialización de estas innovaciones que no puede subestimarse, como señalan desde la Fundación para la Tecnología de la Información y la Innovación (ITIF). Pero los derechos de propiedad intelectual son vistos también como una barrera a la hora de combatir con más rapidez al coronavirus y poner fin a la pandemia. Es lo que impide, según los críticos, que los Estados Unidos puedan exportar las dosis que les sobran.

“Preservar estas barreras es moralmente equivocado”, argumenta Lori Wallach, desde la organización Public Citizen. Es una de las grandes expertas en el ámbito del comercio internacional. El presidente Joe Biden proclamó el pasado miércoles que EEUU se convirtiera en un arsenal de las vacunas, en un juego de palabras similar al arsenal de la democracia de Franklin D. Roosevelt para hacer frente al régimen Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Pero para compartirlas con el resto del mundo, antes debe levantar temporalmente la protección.

Como explica Wallach, la exención temporal a los derechos de propiedad intelectual permitirá a los países en desarrollo producir más vacunas y eso permitirá avanzar más rápido hacia el objetivo de alcanzar la inmunidad de grupo. El riesgo de no hacerlo, advierte, es que una parte importante de la población tenga un acceso limitado al tratamiento y eso puede resultar en que el virus acabe haciéndose más resistente. La cuestión es si quiere confiar esta tecnología a los países pobres.

Y no solo eso, al considerar las opciones para maximizar la producción global de vacunas también se tiene en cuenta el coste para las farmacéuticas. El propio Joe Biden deja claro que necesita tiempo antes de tomar una decisión. “Hay múltiples vías de hacerlo”, explica la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, sin entrar en muchos detalles, “tenemos que ver qué es lo que tiene más sentido” a la hora de ayudar a terceros países a contener la pandemia. La opción más efectiva pasaría por reforzar la producción de vacunas en EEUU y exportarlas.

Como señala la analista Jaci McDole desde la ITIF, la pandemia hizo que muchas empresas rivales llegaran a acuerdos voluntarios de licencia para poder dar escala a la lucha contra el coronavirus, aporta capital inicial, soporte técnico y mantener los controles de calidad en toda la cadena de suministro de productos farmacéuticos. La protección de patentes, añade, se usa para mucho más que para litigar o tratar de bloquear a un rival para sacarlo del mercado.

"Resultado de años de desarrollo e inversión" 

Andrei Iancu, antiguo director de Oficina de Patentes de EEUU, insiste por eso que el desarrollo de la vacuna en menos de 12 meses no sucede por una casualidad. “Es resultado de años de desarrollo y de inversión”, explica, “pero también es fruto de la transferencia de tecnología entre empresas rivales, grandes y pequeñas”. Sin esa protección, añade, “esa colaboración nunca habría sido posible, porque no se habrían sentido seguras y habrían mantenido sus secretos ocultos”.

El debate es complicado. Bill Gates es una de las figuras más vocales y prominentes a la hora de defender la vacunación masiva como la principal arma para combatir la pandemia. Sin embargo, no considera que sea una buena idea suspender temporalmente las patentes. Es más, no cree que el problema esté en la propiedad intelectual y recuerda que las vacunas no salen de una fábrica por arte de magia. Es un proceso, añade, que debe ser supervisado con sumo cuidado de manera constante para garantizar que la vacuna sea plenamente segura.

Gates anticipa que las vacunas empezarán a llegar a los países más rezagados en tres o cuatro meses, porque el proceso de inmunización está ya muy avanzado Estados Unidos, Reino Unido y Europa. Admite que no es justo que un adolecente estadounidense esté recibiendo a día de hoy su dosis mientras una persona mayor en Brasil sigue esperando. Pero tampoco considera una sorpresa que los países ricos hayan decidido priorizar sus poblaciones antes que pensar en el resto.

Stephen Ezell afirma desde la ITIF que hay muchos mitos sobre las patentes y considera un error que la propiedad intelectual se vea como una barrera en la lucha contra la pandemia. El profesor Mark Schultz añade que el escepticismo se explica por un desconocimiento del proceso de innovación que hay detrás de la vacuna. Es más, considera que eliminar la protección no es la mejor manera de garantizar una distribución equitativa. “No hay precedentes de una colaboración como la que hemos visto con las vacunas”, concluye Andrei Iancu.

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