La nueva realidad social obliga a cambios

La viudedad cierra ciclo... El 32% de las beneficiarias cobra también jubilación

Nació en 1956 para proteger económicamente a las viudas, que no trabajaban, pero ahora 748.000 perceptoras también cobran otra prestación, con un tope de 37.900 euros. La reforma está sobre la mesa.

Efe
El Pacto de Toledo avisa a Escrivá que es necesaria una reforma gradual de la viudedad.
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Hace 66 años nacieron las pensiones de viudedad con el principal objetivo de cubrir las necesidades de las mujeres, que en aquel momento mayoritariamente no trabajaban, que después del fallecimiento de su marido -en ese momento los hombres no la cobraban- quedaban sin medios económicos para seguir adelante y mantener a su familia. Las primeras nóminas de esta prestación apenas suponían 125 pesetas.

Tras el paso de más de seis décadas, la realidad económica y, desde luego, la del mercado laboral ha cambiado, gracias a la plena incorporación de la mujer al empleo. Pese a todo, persisten determinados factores, como los contratos precarios y parciales, las lagunas en la cotización y el cuidado de hijos y ancianos que frenan totalmente las carreras profesionales, que hacen que sus sueldos sigan siendo más bajos que los de los hombres -en torno al 12%, según Eurostat- y sus pensiones de jubilación también, un 25% menores, según la Estadística de Pensiones de la Seguridad Social.

Las compatibilidades de la pensión de viudedad

Esta misma estadística evidencia que cerca de 900.000 pensionistas -en  torno al 10%- están recibiendo dos prestaciones compatibles en el Sistema de la Seguridad Social. Un pequeño porcentaje son beneficiarios que cumpliendo los requisitos de cotización han podido acceder a la jubilación en el régimen de autónomos y en el general. Pero la mayoría -748.000-, son pensiones de viudedad que cobran beneficiarios de otra pensión, fundamentalmente de jubilación y, en algunos casos, incapacidad permanente.  Suponen el 32% del total de prestaciones de las viudas y viudos, en la que solo 190.000 perceptores son hombres, nóminas más bajas que las de las mujeres.

Un debate permanente

El debate sobre la necesidad de que se siga existiendo una prestación, diseñada en 1956 en un contexto muy diferente en el que la mujer no tenía acceso al mercado laboral y si lo tenía era sin cotización, está sobre la mesa. Incluso la Comisión del Pacto de Toledo plantea una reforma gradual para adaptarse a los nuevos tiempos y evitar una discriminación en el colectivo entre las que necesitan de la pensión para subsistir -que de media es de 737 euros- y las que han trabajado y compatibilizan dos prestaciones, limitadas a 37.800 euros anuales. Las viudas también pueden mantener un empleo hasta la edad de retiro sin límite de sueldo.

El informe de seguimiento y evaluación de los acuerdos del Pacto de Toledo, aprobado por una Comisión en la que están integrados los partidos representados en el Congreso de los Diputados, dejaba patente que desde 2003 las pensiones de viudedad están en el punto de mira y que solo la reforma de 2007 avanzó mínimamente sobre el tema.

Los partidos proponen llevar a cabo de manera gradual la reformulación integral de estas prestaciones, sin sacarlas del modelo contributivo, pero adaptándolas "a las circunstancias socioeconómicas de los beneficiarios, a fin de mejorar la protección de los pensionistas sin otros recursos, y de adecuar la protección de los colectivos menos vulnerables". 

La Comisión insistía en el texto aprobado en noviembre del año pasado en el excepcional de esta prestación, que debe centrarse en las personas para las que es la única fuente de ingresos y que debería empezar a percibirse a partir de los 65 años. Del mismo modo, dejaba claro que acotar el número de pensiones de este colectivo redundaría en las viudas más desfavorecidas, que podrían ver como su pensión estaría acorde con la que hubiera recibido su marido, dejando fuera los coeficientes reductores actuales.

Otro de los aportes que hacía la Comisión era la necesidad de profundizar en reformas de la pensión de viudedad que permitan suprimir toda discriminación injustificada que afecte a la persona beneficiaria de la pensión por no existir vínculo matrimonial previo, que hasta el momento es un requisito legal.

También la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha planteado de forma recurrente el tema y ha señalado los pasos que se han dado, sobre todo, en el norte de Europa, donde la prestación se recibe durante un tiempo limitado e incluso se aplica con carácter muy excepcional. En algunos casos no se financia con cotizaciones y sí con impuestos. 

La viudedad en Europa

La OCDE aboga porque sea una prestación temporal y que se empiece a cobrar cuando el beneficiario o beneficiaria dejen de tener una edad idónea para trabajar. Admite que aplicarla en unas edades compatibles con el trabajo podría desincentivar la participación en el mercado laboral y que debería ser vitalicia en el caso de aquellos beneficiarios que ya hayan alcanzado la edad de jubilación.

Las pensiones de viudedad -más de 2,3 millones- suponen un gasto mensual superior a 1.700 millones, el 17% del total de las pensiones. España, según informe de Fedea, es el país europeo, junto con Italia y Grecia, que más paga por sus pensiones de viudedad. La entrada plena de la mujer en el mercado laboral hará que no tengan las justificación de subsistencia y como freno a la pobreza en tres décadas, asegura el estudio.

Según destaca BBVA, en Europa, los países nórdicos tienden al modelo de pensión temporal y suelen impedir la compatibilidad con la pensión propia de jubilación. En los del sur -España, Portugal o Italia-, la flexibilidad es la norma y se permite hacer compatible la pensión con otras rentas o prestaciones. Mientras que en Alemania o Polonia hay topes para poder compatibilizar la pensión de viudedad tanto con la propia pensión de jubilación como con las rentas del trabajo. 

Un apunte de importante de Fedea tiene que ver con la brecha de género, que es del 25% en las pensiones. Asegura que sin esta prestación la mitad de las viudas  no cobrarían una pensión contributiva y la brecha de género en las pensiones contributivas sería del doble. La otra realidad de las pensiones de viudedad es que para 1,6 millones de mujeres -y unos pocos hombres- supone su único ingreso -737 euros de media- y que resulta básico para mantener muchos hogares.

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