Antes de lanzar su oferta de 44.000 millones de dólares -de 40.500 millones de euros-, Elon Musk se quejaba amarga y activamente en redes sobre el discurso de odio y la censura en Twitter. Sin embargo, su llegada también ha generado una serie de incógnitas que el empresario de origen sudafricano no ha terminado de resolver: qué hará con las restricciones que ya pesan en la red o cómo actuará en relación a la prohibición permanente que pesa sobre el expresidente Donald Trump, expulsado tras los incidentes del asalto al Capitolio a comienzos del año pasado, que fue alentado por él.
En realidad, la censura en Internet marcó un antes y un después hace justo una década, durante los hechos que dieron lugar a la conocida como Primavera Árabe en Egipto. En los últimos años, Censored Planet, un observatorio de Internet estadounidense ha rastreado más de un centenar de estados donde ésta ha empeorado. La empresa de seguridad digital SurfShark publicó recientemente otro informe en el que constataba cómo el año pasado se produjeron bloqueos de redes sociales o apagones completos de Internet en al menos 17 países. Esos bloqueos habrían afectado a más de 250 millones de personas en todo el mundo.
Países como Corea del Norte, Arabia Saudita, Túnez, Siria, Irán, Vietnam y Bangladesh han venido aplicando medidas radicales y restrictivas en el acceso a internet y el uso de redes sociales, que obedecen a posiciones religiosas, políticas y de seguridad nacional. Un caso paradigmático es el de China, que analiza en 'La Información' el economista Rafael Galán (Perpe). Y está el caso de Rusia, que se ha agravado a raíz de la invasión a Ucrania. Pero ojo, porque los países democráticos, incluso los considerados como más avanzados en este aspecto, tampoco se libran de ella.
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