Finlandia y Suecia se suman a la resistencia frente al nuevo orden de seguridad europeo que pretende imponer el presidente ruso, Vladimir Putin, y del que la invasión a Ucrania sería solo el inicio. Los dos países no quisieron entrar en su momento en la OTAN por razones históricas, aunque sí pertenecen a la Unión Europea. Ahora, el ataque lanzado por el Kremlin al país vecino ha acelerado el debate en ambos estados sobre su eventual adhesión a la Alianza, de la que hasta ahora eran socios estrechos.
Los gobiernos de ambos países han visto ahora como el episodio ucraniano evidencia que puede existir una amenaza a su seguridad. Finlandia comparte la frontera más larga dentro de la Unión Europea con Rusia y esta situación geográfica le ha llevado durante décadas a tratar de no enemistarse con Moscú amagando con su incorporación a la OTAN.
La Historia es el otro motivo evidente de lo que está sucediendo estos días. Finlandia, que se independizó de Rusia en los albores de la revolución bolchevique y es miembro de la Unión Europea desde 1995, se enfrentó dos veces a la Unión Soviética a lo largo del siglo pasado (en 1939 y en 1944) y a causa de las dos contiendas perdió la región de Careli, que suponía aproximadamente el 11% de su territorio. En Helsinki aquellos episodios dejaron una huella muy profunda.
Si el Gobierno finlandés se adhiriera finalmente a la OTAN, sería partidario de hacerlo al mismo tiempo que su vecina Suecia, con la que ya coopera en asuntos de defensa. Sobre las implicaciones que este episodio podría tener en las relaciones con Rusia y sobre las causas de la vehemente reacción del Gobierno ruso se pronuncian Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano, y Florentino Portero, director del Instituto de Política Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria.
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