La tercera economía del planeta se tambalea con la crisis energética agravada por la invasión rusa de Ucrania. Japón ya contaba previamente con una factura muy elevada en este ámbito, puesto que importa el 90% del gas y del petróleo que consume. La escalada del precio del crudo ha disparado esa factura porque ha coincidido con una fuerte depreciación del yen, que cotiza en mínimos prácticamente de un cuarto de siglo. Esa debilidad de su moneda frente al billete verde, hace que las importaciones de crudo –que se comercia en dólares- sean más costosas para su economía.
En el país hay miedo a que su seguridad energética pueda verse comprometida. Tanto es así, que el Gobierno ha pedido a los hogares y a las empresas que ahorren toda la electricidad que puedan en un momento en que, por si fuera poco, Japón viene padeciendo una fuerte ola de calor. El Ejecutivo de Fumio Kishida se comprometió verbalmente a imponer sanciones al Kremlin... Sin embargo, su fuerte dependencia energética le ha impedido hasta la fecha dejar de importar hidrocarburos rusos. Según el S&P Global Commodity Insights, el pasado ejercicio Rusia fue el quinto mayor proveedor de gas natural licuado de Japón.
Por primera vez desde el año 2015 el Gobierno ha ordenado la aplicación de medidas de racionamiento energético. Desde el 1 de julio y hasta el 30 de septiembre se ha pedido a la población que apague las luces innecesarias y que configure el aire acondicionado a 28 grados. Las perspectivas para el invierno son poco halagüeñas. Y todo a la vez que el mismo país que convivió durante décadas con el estancamiento económico y la deflación tiene que hacer frente a una realidad nueva: la subida generalizada de los precios con unos salarios que han permanecido prácticamente estancados.
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