El veto europeo a los hidrocarburos rusos está agravando la crisis energética en los emergentes asiáticos. La entrada en tromba de los socios comunitarios en el mercado del gas natural licuado -para sustituir el que importan vía gasoducto desde Rusia- ha disparado los precios y está expulsando a los países con menos margen de maniobra. En algunos, como Pakistán, esto se traduce en cortes de entre seis y ocho horas del suministro eléctrico diario. La energía ha sido también la gota que ha colmado el vaso en Sri Lanka. La antigua colonia británica ya padecía la crisis económica más grave desde su independencia.
Primero fue la covid, que hundió su actividad turística, una de las principales fuentes de ingresos del país al aportar más del 10% a su economía. Con la rupia deprimida, Colombo no ha podido adquirir productos básicos al exterior. A la falta de reservas en moneda extranjera y la consiguiente escasez de alimentos, combustible y medicamentos esenciales, se ha sumado una inflación disparada, y todo ello ha llevado a la población a echarse a la calle. Cientos de manifestantes ocupan el palacio presidencial -que tomaron el pasado sábado- a la espera de que el actual presidente, Gotabaya Rajapaksa, y todo el Ejecutivo renuncien este miércoles y dejen paso a un Gobierno de unidad. Tras la toma del palacio por miles de manifestantes, Rajapaksa se comprometió a dar ese paso.
Europa está almacenando la mayor cantidad de gas natural licuado posible (tal y como la Comisión ha instado a los gobiernos) para prepararse de cara a los meses de invierno, ante el temor a que Rusia corte de forma definitiva el grifo del gas. El gasoducto ruso Nord Stream 1 suspendió este lunes y hasta el próximo día 21 el bombeo a Alemania por labores de mantenimiento que realizada cada año por estas fechas. Sin embargo, en Berlín temen ahora que ese grifo nunca vuelva a abrirse. Desde Italia, ha sido Eni la que ha dado la voz de alarma: los rusos están reduciendo un tercio el suministro.
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