Preferentes, subordinadas, pagarés… cómo protegerse contra productos tóxicos

  • Productos tóxicos. Corralito. Estafa. Muchos son los calificativos que han recibido últimamente, pero lo cierto es que los bonos, participaciones preferentes y otras tantas inversiones complejas son, por el momento, productos perfectamente legales que nos pueden ofrecer en cualquier oficina bancaria. Por eso, y para evitar desagradables sorpresas, te conviene saber cómo protegerte frente a ellos.
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Productos tóxicos. Corralito. Estafa. Muchos son los calificativos que han recibido últimamente, pero lo cierto es que los bonos, participaciones preferentes y otras tantas inversiones complejas son, por el momento, productos perfectamente legales que nos pueden ofrecer en cualquier oficina bancaria.

Por eso, conviene estar informados de qué son, cómo funcionan y qué riesgos entrañan estas inversiones, cuyo elevado riesgo y baja liquidez no siempre se corresponden con una rentabilidad generosa. Así, vamos a tratar de arrojar algo de luz sobre los distintos tipos de deuda bancaria y los productos de inversión más controvertidos.

El primer concepto a tener en cuenta es el riesgo. Algunos productos son menos seguros que otros porque cuentan con menos garantías o porque, siendo garantizados por el banco, están por detrás en el orden de prelación.

Los únicos garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) son los depósitos y las cuentas, pero el resto cuenta tan sólo con la garantía de la entidad emisora. En este caso lo que prima es el orden de prelación, que no es otra cosa que la prioridad de reembolso si se produce una quiebra.

Este sería el orden de prelación establecido para los principales productos bancarios:

1. Depósitos y cuentas

2. Pagarés

3. Bonos / Obligaciones/ Deuda "Senior"

4. Bonos / Obligaciones / Deuda Subordinada

5. Participaciones preferentes

6. Cuotas participativas

7. Acciones

El otro punto clave para comprender el riesgo real de la deuda bancaria y los productos complejos es la escasa liquidez. Se trata sin duda del factor que más quebraderos de cabeza está generando entre los afectados.

Lo primero que hay que entender es que, en bonos, preferentes y demás productos complejos, no existe disponibilidad inmediata del dinero. Para recuperar la inversión antes de la fecha de vencimiento (si la hay) hay que poner el producto a la venta en un mercado secundario, lo cual tiene dos claros riesgos: (1) si no hay comprador no hay venta y por tanto no recuperas tu dinero, y (2) si se consuma la venta, puedes perder parte del nominal si el producto cotiza bajo.

Pero la guinda del pastel la pone la perpetuidad. Este concepto, aplicable a las participaciones preferentes y a algunos tipos de deuda subordinada, quiere decir que no existe fecha de vencimiento y que, por tanto, el producto nunca se reembolsa, salvo que la entidad así lo quiera.

Esto, en un contexto actual en el que nadie quiere invertir en este tipo de productos, ha llevado a miles de afectados a perder el acceso a su dinero, lo que algunos colectivos han tildado de "corralito".

Para hacernos una idea, las preferentes, cuotas participativas y la deuda subordinada perpetua han sido una patata caliente que sus propietarios se han ido pasando sin problemas los unos a los otros durante años… hasta que ha explotado, "pringando" a los últimos en llegar, que han visto sus ahorros inmovilizados indefinidamente en un producto, además, de alto riesgo.

Si a todo esto le sumamos que en muchas ocasiones estos productos han sido vendidos a personas sin apenas conocimientos financieros y personas mayores bajo la promesa de un reembolso "en 48 horas", tenemos el caldo de cultivo para un escándalo que ya empieza a germinar y a hacerse visible para el grueso de la sociedad.

Un escándalo que, si bien se podría haber evitado con mecanismos de control efectivos de la actividad bancaria, también responde a una cultura del "esto es para firmar, no para leer" y de la confianza generalizada en los empleados de banca, vistos hasta el momento más como asesores que como comerciales.

Es bueno conocer los productos, sí, pero ni siquiera así hay que fiarse, ya que en finanzas no todo es blanco o negro. La hibridación está a la orden del día, y por tanto es difícil delimitar con total exactitud dónde empiezan los bonos subordinados y terminan las participaciones preferentes, por ejemplo. Hay miles de combinaciones posibles, excepciones y contratos con letra pequeña que pueden entrañar sorpresas desagradables.

Por eso, para los inexpertos en finanzas, lo más recomendable es empezar por el principio, por los depósitos a plazo fijo o las cuentas de ahorro.

Un consejo: todo producto complejo requiere que el cliente supere el test MiFID, compuesto de varias preguntas que sirven para evaluar el conocimiento financiero del cliente. Si crees estar firmando un plazo fijo de los de toda la vida, pero te obligan a superar este test, huye. Para un inexperto, más vale ahorros en mano… que preferentes volando.

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