Energía

Primero, el 'tarifazo' de la luz, y ahora, el 'guantazo' del gas para la calefacción

La subida prevista del gas natural para el cuarto trimestre de 2021 será de un 4,4%, lejos del 40% de incremento del recibo eléctrico, porque el Gobierno ha 'topado' su coste para el consumidor doméstico.

Ribera y Sánchez
Teresa Ribera y Pedro Sánchez.
EFE

Tras la luz, el gas. Con la llegada del otoño y el invierno asomando por la puerta, al consumidor español no le esperan más que sustos. Después del incremento de precios en la factura de la electricidad, ahora deberá afrontar una subida en su recibo de la calefacción en caso de que esta se alimente por gas natural. Si es eléctrica no le quedará más remedio que poner una vela y rezar para poder pagar la factura cada mes.

Pero que no cunda la alarma. La subida prevista del gas natural para el cuarto trimestre de 2021, será de un 4,4% que, frente al 40% de incremento del recibo de la luz, no debería suponer ningún problema para el cliente. La luz y el gas son, probablemente, las dos cuentas más mediáticas de la cesta energética doméstica. Sin embargo, su respectivo tratamiento es radicalmente diferente.

El gas de consumo para calefacción también experimenta un aumento, pero lo hace de una forma mucho más progresiva que la luz. La razón se basa en que el decreto elaborado por el gobierno para mitigar el impacto de la escalada de precios del gas natural en los mercados minoristas “topa” directamente el coste del gas para el consumidor doméstico.

A diferencia de lo que ocurre con la luz, la diferencia entre el coste real de la energía y aquello que finalmente paga el consumidor se traslada en el tiempo para ser pagado con posterioridad. La expresión “déficit de tarifa”, proscrita en el campo de la electricidad, sí funciona en el caso del gas, aunque la diferencia la pagaremos todos, con intereses, a partir del segundo trimestre del próximo año.

En España, los clientes acogidos a la TUR (Tarifa de Último Recurso) del gas ascienden a 1,6 millones de hogares. Por su parte, el gasto en calefacción y agua caliente supera el 50% de la factura energética doméstica. Según el IDAE, el consumo medio de las viviendas con calefacción, agua caliente y cocina a gas es de 7.921 kW/h anuales, siendo la calefacción el 57,1% del consumo, frente al 38,2% del agua caliente sanitaria y el 4,7% del uso destinado a cocinar alimentos.

El precio que finalmente paga el consumidor depende sobremanera de la zona geográfica en la que se sitúe su residencia (no es lo mismo calentar una casa en Cádiz que en Navarra) y del tipo de hogar del que se trate (un chalet o un pequeño piso), pero teniendo en cuenta todos estos factores y para una vivienda situada en el centro de la Península, en una casa con dos fachadas exteriores, el gasto medio mensual ascendería a 213,29 euros durante los meses de diciembre a enero y de 184,38 de febrero a marzo.

Evidentemente, en los meses siguientes, el consumo decae exponencialmente, debido al aumento de las temperaturas. Sin estos cálculos y sin las medidas correctoras aprobadas por el gobierno, la factura de la calefacción habría aumentado más de un 130% para el cuarto trimestre del año, suponiendo un auténtico cataclismo mediático equiparable al provocado por el recibo de la luz. Algo que, ni por asomo, el gobierno quiere que se repita.

Un coste diferido

No todo es de color rosa a la hora de encender la calefacción. El hecho de posponer el pago del coste real de la energía originará un aumento de un incipiente déficit de tarifa que habrá que pagar y, cuando hablamos de pagos diferidos, es el consumidor final el que suele asumir el coste.

Sedigas, la asociación que aglutina los intereses de las empresas gasísticas en España, ya ha advertido de los riesgos de crear un “déficit estructural” del gas que vaya, poco a poco, engordando una factura que a largo plazo nadie podría pagar. Lo mismo sucedió con el déficit de tarifa en el sector eléctrico, que originó una hipoteca que los consumidores siguen pagando hoy en día. Junto a las advertencias por imponer medidas de carácter estructural en un subsector saneado se apunta la discriminación con respecto a otras tecnologías. El gas es, junto a las gasolinas, la única fuente de energía que sigue sometida a una imposición del 21% de IVA, mientras que la electricidad o el agua están soportando una fiscalidad más baja, tanto en el impuesto sobre el valor añadido, como en el de la electricidad que se ha visto reducido a su mínima expresión.

Así las cosas, poner la calefacción este invierno tendrá un coste superior al pagado el año pasado e inferior al que se pagará en el próximo año, siempre que el gobierno traslade el coste real de la energía a futuros ejercicios. Como siempre en el mundo de la energía, lo que se consume se acaba pagando y siempre, tarde o temprano, suele ser el ciudadano.

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