Una crisis sin ninguna comparación

El rescate imposible del turismo: auge, boom, colapso y ¿un futuro sostenible?

La OMT celebra el primer Consejo Ejecutivo presencial en Georgia con la intención de debatir y reflotar un sector que da un empleo a una de cada diez personas en el mundo y que ya no volverá a ser lo que ha sido.

Varios militares con trajes protectores se disponen a desinfectar el Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Varios militares con trajes protectores se disponen a desinfectar el Cristo Redentor de Río de Janeiro.
EP

Allá donde Jasón y sus argonautas desembarcaron a la caza del Vellocinio de Oro, el turismo mundial busca su propia salida al laberinto sellado en el que la pandemia ha convertido un sector que en 2019 era el tercero que más dinero hacía fluir entre los países de todo el mundo: solo le ganaban los combustibles y la química. Será en Georgia, en el extremo más oriental de Europa, en el horizonte donde los clásicos situaban el fin de su mundo por el Este, donde la Organización Mundial del Turismo celebre la próxima semana su 112 Consejo Ejecutivo y lo haga de forma presencial, tras meses de conversaciones y discursos a través de pantallas para resguardarse de la Covid-19.  

Todos los elementos de la tragedia, ese género desarrollado por los griegos y que se ganó hace siglos el honor de ser sustantivo de catástrofe inminente, están sobre la mesa. El héroe en problemas (el sector), la misión imposible (la reinvención sin saber siquiera cuando habrá normalidad real), el villano todopoderoso que nunca duerme (el virus), la ayuda inesperada en forma de magia (la vacuna)… Traición, catarsis, renacimiento. El destino inevitable. Es lo único claro, que al turismo le aguarda una sacudida que lo condenará a una era que la ONU ya reclama que se aproveche para diseñarla de forma (más) sostenible para el planeta. Una reconstrucción "segura, equitativa y respetuosa con el clima", en palabras del secretario general de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres hace unos pocos días. 

Pero también hace falta, y urge, el rescate económico para un sector que ha sido sinónimo del desarrollo humano (y capitalista) en los últimos 70 años. A principios de este 2020, una de cada diez personas en todo el planeta, según datos de la ONU, vivían del turismo. No en vano, en el año 2019, que fuera récord y cima de tantas cuestiones relacionadas con el sector, acabó con la friolera de 1.500 millones de turistas internacionales viajando por el mundo

No hace tanto, el turismo era un lujo de las clases acomodadas. Desde la Versalles a La Granja de San Ildefonso, donde veraneaban las cortes de las cercanas capitales, a los balnearios a pie de los Alpes que tanto juego le han dado a la literatura alemana. Tuvo que sumirse por dos veces en la destrucción Europa en sucesivas guerras mundiales para que, a la salida de la Segunda, se incluyera por primera vez el turismo como parte de los programas que debían financiarse con el dinero del Plan Marshall. Había la necesidad, pero también hubo la técnica (la aviación había dado un paso de gigante a cuenta de lanzar bombas) y hasta la oportunidad laboral cuando en los años 50 el Reino Unido aceptó finalmente la concesión de unas vacaciones anuales de dos semanas para el obrero.

Con todo, y según detalla la OMT en su informe anual del año 2000, en aquellos primeros años el turismo internacional generaba 25 millones de viajeros al año, unas 60 veces menos de lo que suponía en 2019. Aunque para encontrar dígitos exponenciales tampoco hay que irse a mediados del siglo XX. Justo en el cambio de milenios, la cifra se aproximaba a los 700 millones, tras anotarse una media anual de crecimiento durante cinco décadas seguidas del 7%. Es decir, en el año 2000 había menos de la mitad de viajes que hace apenas unos meses.

En el crecimiento del turismo hay mucho de expansión y de llegar a todos los rincones posibles a velocidad vertiginosa. En 1950, un puñado de 15 países aglutinaban casi el 100% de las visitas internacionales; en 1999, ya había al menos 70 países que recibían más de un millón de turistas al año y la quincena de países ‘monopolistas’ habían bajado su proporción sobre el total por debajo de los dos tercios. Para 2020, no hay rincón del planeta que no haya descubierto ese gran invento que es el turismo como fuerza motora de crecimiento. Según el Consejo Mundial del Viaje y Turismo (la patronal internacional del sector), más del 10% del PIB mundial funciona con esta gasolina. 

"La crisis ha supuesto una gran conmoción para las economías desarrolladas, pero para los países en desarrollo constituye una emergencia, en particular para muchos pequeños Estados insulares en desarrollo y países africanos", apuntó Guterres durante la presentación de un informe en el que se comenzaba admitiendo que la pandemia "ha devastado el turismo". Destinos minúsculos en tamaño como Macao o Aruba dependen en casi un 90% de su PIB o empleo del turismo. 

Hasta el momento, los datos del impacto a lo largo y ancho de planeta son parciales y se reducen al primer semestre pero apuntan sobradamente al cataclismo. En los cuatro primeros meses de 2020, el hachazo respecto al año pasado se acercaba ya al 50%, con un 97% de paralización solo en el mes de abril, según las estimaciones de la OMT en su barómetro más reciente. En ese mismo documento calculaba que, dependiendo de la reapertura que pudiera haber durante el verano (y que se ha quedado muy por debajo de las previsiones más optimistas según rebrotaban las infecciones), el cómputo global de pérdidas a final de año podría moverse entre el 58% y el 78% en tasa anual. Traducido a número de turistas, podrían dejar las maletas en casa 1.100 de los 1.500 millones del cierre de 2019 o, en dinero contante y sonante, hasta 1,2 billones de dólares nunca se pagarán ni dejarán ingresos tributarios en los países de origen. 

Como tanta cifra porcentual y monetaria marea, habrá que pasarla a personas: corren peligro hasta 120 millones de empleos directos en el mundo.

Tamaño impacto es similar al que calcula el sector empresarial. Para el Consejo Mundial, caerán unos 100 millones de empleos, aproximadamente un tercio de los 330 millones de puestos de trabajo que da la industria. Además, la pandemia puede arañar un 30% de aquella aportación en torno al 10% de la riqueza mundial, cerca de 3 billones de dólares, casi tres veces el PIB de España. Todo esto, con la esperanza de que haya cierto repunte inmediato. De no haberlo, la pérdida de masa laboral se dispara hasta los 200 millones de puestos. Una vez más, mucho número y poco contexto. Por ello, el Consejo cree que esta crisis será cinco veces peor para el sector que la de 2008 (en 2009 fue la única vez en todo lo que va de siglo que el turismo cayó al término de un año). Aquí no se aplican otras similitudes comunes estos días, como la 'peor crisis desde la guerra' o 'en el último siglo', porque se trata de un sector relativamente joven. Toca madurar. 

España, de la gloria al dolor

Las cuitas de España y su dependencia turística intensifican el mazazo local. No hay informe internacional (o nacional, autonómico o municipal) que no señale a nuestro país como víctima propiciatoria de la crisis a causa de su carácter turístico. No es para menos: aporta entre el 11% y el 14% del PIB (dependiendo de si se usan datos del INE, la OMT, la OCDE o el Consejo Mundial) y da trabajo a entre 2,5 y 2,9 millones de personas. Hay comunidades, como las Islas Baleares, cuya riqueza depende del visitante hasta en un 40% de su capacidad productiva o Canarias, donde el 80% de su empleo se vincula al visitante. Además, cada vez que se actualizan los datos de trabajadores todavía en ERTE como consecuencia de la pandemia se recuerda que siete de cada diez de los que no han salido del pozo pertenecen a este sector. 

Segundo destino internacional desde hace un par de lustros, España terminó 2019 con 83,7 millones de turistas extranjeros, séptima marca histórica consecutiva que se batía y que inyectó a la economía nacional 92.278 millones de euros en gasto directo, según las cifras oficiales de la encuesta Frontur. Del sol a la sombra, solo hasta el mes de este agosto, las estimaciones apuntan a que ya se han dejado de percibir unos 50.000 millones y no han venido 40 millones de personas (apenas 13 millones  entre enero y julio frente a casi 50 en 2019). Por comparar periodos que son mundos opuestos: solo en el mes de agosto de 2019 vinieron a España unos 11 millones de turistas, casi tantos de los que oficialmente han desembarcado en lo que va de 2020. 

Las penas no se terminan ahí. Solo Francia recibe más visitantes que España, si bien el turismo suma algo más del 7%-8% del PIB galo. Esto quiere decir que la paralización de su pata turística internacional impactará en menor medida sobre la economía. Y, a poco que los franceses tiren un poco de su afamado chauvinismo e impulsen el turismo nacional, tendrán más posibilidades de restañar heridas: hasta el 70% del gasto turístico total que se recababa al año venía de franceses que se quedaban en su país. En España, esa cifra se sitúa en torno al 55%, lo que traduciendo a la inversa supone que casi la mitad de lo que genera el turismo habitualmente (y que venía de fuera) no podrá recuperarse este ejercicio. 

Son los gajes de convertirse en potencia mundial. No es solo que España sea el segundo país más visitado y amplíe distancias con Estados Unidos, el tercero de la lista y no hace mucho segundo; España ha ganado peso relativo. En 1999, y siempre según cifras de la OMT, el 7,8% de los turistas y el 7,2% de su gasto en todo el planeta elegían España. Al terminar 2018 (últimas cifras disponibles), España recibía al 11,7% de los viajes internacionales y se quedaba el 12,9% de sus divisas. Esta desproporción al alza del gasto sobre las personas constataba la ganancia cierta ganancia en competitividad.

Ahora, bastante tiene el sector con sobrevivir como para pensar en productividad. Incluso en destinos como Cádiz, donde en tramos de agosto las tasas de ocupación hotelera no han estado muy lejos de las habituales (aunque no hay que olvidar que muchos grandes hoteles no han abierto, con lo que se desvirtúa el cómputo), admiten que la llegada del otoño será sinónimo de desastre. "Nosotros vivimos en primavera y en este tramo hasta la Navidad del turismo extranjero y eso es lo que nos cuadra las cuentas al año", explica Juana Sánchez, presidenta de los empresarios de Conil y dueña de un hotel de tres estrellas.

En Barcelona, capital española del turismo extranjero, un 75% de los establecimientos permanecen cerrados, según el Gremio de Hoteles de la ciudad, que sitúa la ocupación en el 10%, recaba Efe. En la capital oficial del país, la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid (AEHM) cifra en el 17% el nivel y en la siempre bulliciosa Gran Vía hay más hoteles con la persiana bajada que dispuestos a alojar a quien pueda venir.

La ruina es global

Lejos de las fronteras nacionales, el hachazo económico destroza destinos universales sin piedad. La ONU calcula que el 90% de los monumentos que son Patrimonio de la Humanidad permanecen cerrados, Italia calcula pérdidas de 100.000 millones (según su patronal) y la Oficina de Turismo de Nueva York recuerda cuando 66,6 millones de personas la visitaban cada año (contando nacionales y extranjeros) y aportaban casi 50.000 millones de dólares que propiciaban casi medio millón de empleos, el 9% de su masa laboral.

De los ricos a los pobres, la situación tampoco mejora. La OMT, desde que la pandemia empezó a cerrar países, se ha mostrado especialmente preocupada de los estados más vulnerables. Por la anulación de los ingresos que venían de fuera, pero casi más por la defensa del patrimonio natural y cultural que muchas veces venía aparejado con la puesta en valor de su oferta turística.

Esta es solo una de las razones que se podrían situar en la parte buena de la balanza turística (otras se vinculan al empleo y a los ingresos que se dejan en las economías locales). Para la mala ya hay otros datos, como los ofrecidos por la OMT en la COP celebrada en Madrid en diciembre cuando se admitió que más del 5% de las emisiones de CO2 globales las genera el transporte turístico y que las previsiones de aquí a 2030 es que sigan aumentando. La ONU, desde sus oficinas ambientales también ha pintado en rojo las cifras que le preocupan del desarrollo "inconmensurable" del sector hasta el año pasado. De haber seguido la senda truncada por la Covid, para el año 2050, el turismo gastaría un 154% más de energía, generaría un 131% más de emisiones, gastaría un 152% más de agua y acarrearía un 251% más de residuos sólidos.

Así que… ¿por qué no apretar el botón verde en el reinicio? "Como indican los numerosos casos registrados en todo el mundo, estamos lejos del fin de la pandemia, por lo que debemos estar preparados para emprender con rapidez acciones que salven vidas. Sin embargo, hemos aprendido que también podemos adoptar medidas decisivas para proteger los empleos y salvaguardar los numerosos beneficios que el turismo ofrece tanto a la humanidad, como al planeta”, explica el secretario general de la OMT, Zurab Pololikashvili, en un reciente comunicado.

Tras visitar los principales destinos mundiales, el dirigente georgiano vuelve a su tierra, aquella que fue la Cólquida clásica a la que arribaron los argonautas, la OMT intentará demostrar que la pandemia ha podido herir pero no derrotar a un sector demasiado grande como para caer del todo (pese a que esa frase dé escalofríos históricos). Y si en el mito hay un dragón que nunca duerme y vigila el Vellocinio de Oro, también estaba Medea, que sacó del aprieto al héroe y logró que la bestia se echara una siesta. De lo que luego pasó con Medea, su futuro marido y sus hijos mejor dejarlo para los libros o los escenarios. Que la tragedia se quede en este caso en género literario.     

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