Sanciones europeas

Rusia se asoma al abismo de la escasez de comida, medicamentos y tecnología

La balanza del Kremlin con la UE es únicamente favorable por las compras de materias primas y energía. Moscú depende de Bruselas en cuestiones como maquinaria, vehículos y fármacos.

Imagen de un supermercado moscovita el pasado mes de marzo.
Rusia se asoma al abismo de la escasez de comida, medicamentos y tecnología.
Vlad Karkov

La guerra sigue su curso en Ucrania y el repliegue de la última semana efectuado por el ejército ruso en su camino a Kiev ha revelado las masacres cometidas en ciudades como Bucha o Irpin, donde la retirada de las tropas de Vladimir Putin ha permitido a Occidente conocer la brutalidad ejercida sobre la población civil ucraniana. Como reacción inmediata, Estados Unidos y la Unión Europea han aplicado un nuevo paquete de sanciones contra la economía rusa, a fin de minorar los recursos que apuntalan la campaña militar. En el caso de Bruselas, se trata de la quinta ronda punitiva contra el Kremlin, y los Veintisiete estiman que el golpe económico rondaría los 20.000 millones de euros para Rusia, que se ha visto privada de una parte básica de las importaciones procedentes del bloque comunitario, especialmente, de todas las referentes a material tecnológico.

Aunque la balanza comercial entre la Unión Europea y Rusia es favorable a Putin, no es menos cierto que este hecho es posible gracias a las enormes exportaciones energéticas de gas, petróleo y carbón que rentabiliza la economía rusa cada año. No obstante, el papel del bloque comunitario es clave en la llegada de tecnología a Rusia. De hecho, en 2021 los países de la UE acumularon 99.000 millones de euros procedentes del comercio con destino a territorio ruso. Destacan las ventas de maquinaria y equipamiento, por encima de los 19.000 millones de euros, y de vehículos, por valor de 9.000 millones.

A esto hay que sumar el peso de otras industrias como la farmacéutica, por cuyas importaciones Moscú desembolsa una cifra superior a los 8.000 millones de euros. De hecho, la falta de medicamentos ya ha empezado a hacer mella en el país, con carestía de hasta 80 especialidades farmacológicas relacionadas con enfermedades como cáncer, sida, asma o artritis. Una seria falta de productos que puede extenderse a otros eslabones de la cadena productiva como el equipamiento eléctrico, en el que las importaciones con origen en la Unión Europea alcanzan los 7.570 millones, o los plásticos, claves en la cadena alimentaria, con otros 4.380 millones.

De esta forma, Rusia se dirige a un escenario de profunda recesión y empobrecimiento por los efectos de las sanciones, pese a la remontada que ha experimentado el rublo en las últimas semanas, tras tocar suelo en los primeros compases de la invasión. El férreo control de capitales impuesto por el Banco Central del país ha permitido a la moneda rusa recuperarse tras los primeros efectos del bloqueo occidental, tocando incluso su mejor nivel desde noviembre de 2021, y colocándose en los 0,0139 dólares. Sin embargo, el daño a la economía del Kremlin podría retrotraer el PIB un 10% en 2022 y convulsionar el desarrollo ruso en los próximos años como consecuencia de la fuga del capital extranjero.

Unos efectos del éxodo empresarial que ya han empezado a notarse en los lineales de los supermercados rusos. El adiós de centenares de empresas como la estadounidense P&G (propietaria de Tampax, Ariel, Gillette y Oral-B, entre otras) ha supuesto un rápido incremento de los precios en artículos relacionados con la higiene personal. Lo mismo ocurre con algunos productos alimentarios. Pese a que Rusia es uno de los principales productores mundiales de cereal, sus condiciones le obligan a importar aceite, café o frutas. Las autoridades se han esforzado en tratar de evitar el desabastecimiento, pero en casos como el del azúcar, los precios se han disparado en los supermercados de Moscú.

A esto hay que sumar los efectos que la marcha del capital extranjero pueda tener en los próximos meses e incluso años en el mercado laboral ruso. Los centenares de compañías que han optado por acatar las sanciones y paralizar su actividad en todo el territorio aumentan más la precaria situación de la ciudadanía. Uno de los ejemplos más claros es el de Renault: el fabricante francés de automóviles tenía su segundo mayor mercado a nivel mundial hasta el comienzo de la invasión de Ucrania en el país gobernado por Vladimir Putin. Tras el estallido bélico, decidieron cancelar toda su actividad allí, dejando en el limbo el empleo de sus 45.000 trabajadores, atrapados en mitad del conflicto bélico.

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