Tensiones geopolíticas 

¡A la rica piña! China desvela un arma estratégica en la crisis global de chips

Aunque la mayor parte de la producción local se consume en el propio país, alrededor del 90% de las exportaciones de piña taiwanesas fueron a parar a China el año pasado.

¡A la rica piña! China desvela su arma estratégica en la crisis global de chips
¡A la rica piña! China desvela su arma estratégica en la crisis global de chips
Pixabay

Desde el pasado 1 de marzo China mantiene vetadas las importaciones de piña taiwanesa. Podría parecer que se trata de un mero conflicto local pero el tema tiene bastante más pulpa. Según las autoridades de Pekín, la decisión obedece a motivos estrictamente sanitarios: se detectaron varios casos de plagas en las frutas en aduana y el Gobierno ha decidido cortar por lo sano para proteger la agricultura y la bioseguridad del continente. La respuesta no ha convencido lo más mínimo en Taipéi. No en un momento de alta tensión política con el gigante asiático... y menos aún cuando esta decisión coincide con una crisis mundial de semiconductores que ha generado un motivo añadido de fricción entre ambas.

La piña es la segunda fruta tropical fresca más importada por detrás del plátano. De acuerdo con el último informe de perspectivas sobre el sector publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la producción mundial de piña crecerá un 1,9% al año hasta alcanzar los 31 millones de toneladas en 2028 -frente a los 28 millones que se cultivaron en 2019, el último ejercicio del que hay cifras disponibles-. Su cultivo está poco concentrado en términos geográficos y ningún país ostenta una cuota superior al 12%, si bien Asia es de lejos la mayor región productora y Costa Rica el principal país, seguido de Brasil y Filipinas. Taiwán representa un 2,9% de la producción global.  

Aunque la mayor parte de la producción local se consume en el propio país, alrededor del 90% de las exportaciones de piña taiwanesas fueron a parar a China el año pasado. En concreto, 41,66 toneladas métricas por un valor aproximado de 1.500 millones de dólares taiwaneses (44,66 millones de euros), según datos del gobierno de Tsai Ing-wen. La presidenta ha denunciado estos días que el veto chino -por lo unilateral y precipitado de la decisión- incumple las reglas del comercio internacional y ha hecho un llamamiento a sus ciudadanos para que consuman más piña nacional. 

Su mensaje ha dado pie a una campaña que se ha extendido en las redes sociales bajo el 'hastag' #FreedomPineapple (el equivalente a "libertad para la piña") inspirado en el #FreedomWine que Australia lanzó a finales del año pasado cuando el Ejecutivo de Xi Jinping impuso aranceles de hasta el 212,1% a la importación de sus vinos por supuesta competencia desleal.

La piña es ahora otro motivo de conflicto en un periodo especialmente tenso en la relación entre ambos gobiernos a raíz de la supresión de la democracia en Hong Kong -Pekín reforzará ahora también los controles de los candidatos a las elecciones legislativas de la antigua colonia británica- y de las numerosas incursiones chinas en el espacio aéreo de Taiwán, que han llevado incluso a Estados Unidos a alzar la voz en su favor (ha venido siendo, de facto, su aliado histórico) y a expresar su apoyo a un "Taiwán democrático autogobernado". 

Washington se posiciona (de nuevo) del lado taiwanés en plena batalla tecnológica y comercial con su principal rival económico por el despliegue de la red 5G. No es una decisión casual. El mayor productor de chips mundial, la taiwanesa TSMClleva desde septiembre sin suministrar semiconductores al gigante chino Huawei, en virtud de una de las regulaciones aprobadas por el expresidente norteamericano, Donald Trump. Es aquella que obliga a todas las compañías que utilicen equipamiento tecnológico estadounidense a solicitar una autorización al país para seguir haciendo negocios con empresas que, como Huawei, hayan sido consideradas una amenaza para la seguridad nacional.

El ansiado proyecto de reunificación con su antigua provincia se ha vuelto un tema más acuciante para la segunda economía del mundo en un momento de escasez mundial de semiconductores que son, en la práctica, el principal bien que China importa, por delante incluso del petróleo. Taiwán ostenta junto a Corea del Sur (Samsung) el 70% de la fabricación mundial de chips y sus empresas no dan abasto para responder a una demanda sin precedentes por parte de los fabricantes de electrónica de consumo -a raíz de las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus y el aumento del ocio- a las que se ha sumado en última instancia la de los fabricantes de automóviles una vez que se ha iniciado la recuperación de la crisis. 

Unas tensiones políticas que se remontan al siglo pasado

Taiwán tiene un Gobierno independiente y elegido democráticamente, pero China reclama la soberanía sobre la isla desde hace décadas. Hoy día existe aún bastante confusión a nivel internacional sobre el estatus del tigre asiático. El conflicto entre ambas arrancó en 1927 con la guerra entre el Kuomingtang (Partido Nacionalista Chino) de Chiang Kai-shek, entonces en el poder, y el Partido Comunista, con Mao Zedong. Fue quince años después de la abdicación del último emperador. 

Tras años de combates, los comunistas liderados por Mao se hicieron con el control de buena parte del territorio y Chiang Kai-shek se retiró a Taiwán con sus seguidores. Mao fundó la República Popular de China (RPC) y desde entonces el país ha mantenido el objetivo de la reunificación, considerando a la isla como su vigesimotercera provincia.

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