Sudán sigue plagado de bombas

  • En el sur de Sudán, a muchos agricultores no les queda más remedio que plantar sus verduras y hortalizas al lado de terrenos donde aún hay bombas de racimo amenazando con matarles o dejarles gravemente heridos. Han pasado cinco años desde la guerra civil, y los equipos de expertos en retirada de explosivos están despejando la zona poco a poco. Pero el trabajo es lento y numerosos ciudadanos se mantienen alejados de lo que una vez fue su hogar.
Pete Muller | GlobalPost

(Mundri, Sur de Sudán). La guerra civil de Sudán terminó hace cinco años, pero su recuerdo todavía sigue presente en las bombas de racimo desperdigadas por los fértiles márgenes del río Yai. Este serpenteante afluente del Nilo divide el desolado pueblo de Mundri, que en su día fue un importante núcleo comercial. Bastión histórico del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA por sus siglas en inglés), Mundri fue escenario de intensos combates en los últimos años de la guerra, que duró desde 1983 a 2005.

Además de intensos combates terrestres, la ciudad soportó frecuentes bombardeos de las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF). Aunque los bombardeos amainaron en 2003, sus restos tangibles y potencialmente letales continúan dispersos por los campos en torno al río."El ejército de norte [SAF] utilizó infinidad de bombas de racimo en esta zona", dice Murjan James, un técnico en desactivación de explosivos (EOD, por sus siglas en inglés) que lidera las operaciones de limpieza en Mundri. "Gran parte de las sub municiones no estallaron y están enterradas bajo la superficie".

La presencia de sub municiones olvidadas plantean graves riesgos para esta comunidad agrícola. Alimentos, carbón vegetal, materiales de construcción y otros productos básicos se extraen aquí de la tierra, utilizando métodos que podrían hacer estallar fácilmente una bomba como éstas. Y a medida que más y más refugiados y personas desplazadas regresan a Mundri en este periodo de calma, la demanda de tierras de cultivo va en aumento.

"Necesitamos que la tierra aquí se limpie para que la gente pueda cultivarla", explica Bullen Abiatara Ariwara, el delegado regional de Mundri. "Muchas personas aquí dependen de la agricultura para todo", añade.

La tierra de Kerila Jenuba, en la zona de Mili Lugi, está muy contaminada de sub municiones. Entre 1996 y 2004 la familia de esta mujer se refugió en un bosque cerca de Bangolo, a unos 32 kilómetros de Mundri. A su regreso, Jenuba encontró sus tierras totalmente sembradas de pequeñas bombas."Estamos cultivando la tierra que está limpia de bombas", explica. "Pero todavía hay muchísimas en ese lado", explica con un gesto. Un pequeño bananero marca la zona donde termina la tierra sin minas y comienza la que está contaminada. "Tenemos miedo a plantar cerca de esas bombas, pero si no lo hacemos apenas tenemos comida para sobrevivir", añade.Jenuba explica que bajo circunstancias normales, los terrenos familiares producirían un excedente que se podría vender en los mercados locales y generar unos pequeños ingresos. Pero en vez de eso, su familia se suma a los otros millones de sudaneses del sur que carecen de alimentos suficientes.

Murjan James y su unidad de técnicos del Grupo de Desminado Danés (DDG por sus siglas en inglés) se enfrentan a una tarea ardua para limpiar el terreno de explosivos. Bajo un sol abrasador, equipos de dos hombres caminan con grandes detectores de metales rectangulares por estrechos surcos en la tierra. Los puntos donde encuentran metales se marcan con una bandera roja, donde después se procede a excavar el objeto detectado. "Es un proceso tremendamente lento", explica Justin Green, un asesor técnico del DDG. "Como estamos cerca de una carretera principal, hay muchas posibilidades de que nuestros lectores detecten basura metálica". Por este motivo, un técnico se puede pasar 15 minutos excavando con delicadeza lo que resulta ser una lata de refresco.

A lo largo de estas riberas, sin embargo, dichas excavaciones no son siempre en vano. Tan sólo entre el 15 y el 16 de enero el equipo descubrió 13 sub municiones en una zona de aproximadamente 600 metros cuadrados. En diciembre encontraron y destruyeron 68 bombas en un campo adyacente."Tenemos un alto índice de aciertos", admite Green, que ordenó ampliar la zona inicial de búsqueda debido al alto promedio de detecciones. "No nos esperábamos esto".

El impacto de la limpieza es inmediato. Keliopa Ndarago Davidson, de 75 años, vive en un lado de la zona de búsqueda. Se pasa los días escuchando la radio de la BBC mientras los técnicos en desactivación trabajan en los campos cercanos. Regresó al pueblo en 2006, un año después de que el acuerdo de paz pusiese fin a la guerra entre norte y sur. "Mucha gente se escapó cuando los árabes empezaron a tirar bombas cerca del río", asegura. "Cuando regresamos, nos encontramos Mundri vacío".

Desde que los equipos de EOD limpiaron el campo cerca de su casa en diciembre, Keliopa ha podido sembrar un nuevo trozo de tierra con batatas, lo que ayudará a aliviar su subsitencia. A medida que continúe el desminado, cree que otros vecinos harán lo mismo. "En cuanto sepan que es seguro, empezarán a cultivar estas tierras, igual que hacían antes de la guerra", asegura.

Aunque los equipos de desminado como el que trabaja en Mundri avanzan lentamente, la posibilidad de una nueva guerra pone en peligro sus esfuerzos. A principios de febrero, una decena de reconocidas organizaciones humanitarias difundieron un informe en el que señalan que si no hay suficiente apoyo y mediación internacional, el sur de Sudán corre el riesgo de convertirse en un caos.Las próximas elecciones presidenciales, la creciente violencia tribal y el referéndum por la independencia previsto para 2011 son elementos que podrían desencadenar una nueva contienda civil."Esperamos que no haya otra guerra", explica Murjan mientras recoge un cable detonador con el que ha destruido 10 sub municiones. "Pero hay algunas personas aquí que tienen otra mentalidad".

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