Poca gente sabe cómo invertir o no tiene cultura financiera suficiente, sin embargo, ahorrar poco a poco permite también incrementar las fortunas. Sylvia Bloom, una secretaria estadounidense, consiguió una fortuna de 9 millones de dólares copiando las inversiones que realizaban sus jefes, pero a menor escala de acuerdo a su sueldo.
A pesar de alcanzar un gran patrimonio quienes la conocieron nunca sospecharon que tras su austera vida escondiese una cuenta con tantos ceros. Su discreta personalidad hizo que solo tras su muerte se hiciese público su patrimonio.
Cuando falleció, a los 98 años, su sobrina Jane Lockshin descubrió que tenía 9 millones de dólares entre casas de bolsa y cuentas bancarias y su voluntad era destinar casi toda su fortuna, más de 8 millones de dólares, a causas benéficas a la elección de Lockshin.
La sobrina de Bloom donó 6,2 millones de su tía a Henry Street Settlement, una agencia de servicio social sin ánimo de lucro fundada en 1893 y que proporciona servicios sociales, programas de arte y los servicios de salud. El resto se destinará a educación y a un fondo de becas que todavía no se ha anunciado.
Pero la herencia que deja Bloom no le vino de casualidad, la secretaria no nació rica, ni en una familia acomodada. Hija de inmigrantes de Europa del Este, vivió en Brooklyn durante la Gran Depresión. Fue a colegios públicos y completó sus estudios por la noche mientras trabajaba por la mañana. En 1947 se unió a un bufete de abogados como secretaria, un puesto que mantendría los siguientes 67 años y que le haría ganar mucho dinero.
We are so proud that Sylvia Bloom’s remarkable gift was directed to our Expanded Horizons College Success Program by Jane Lockshin, our board treasurer and executor of her Aunt Sylvia’s estate. So many needy students can now realize their dream of a college degree. pic.twitter.com/rWup5WRpoh
— Henry St. Settlement (@HenryStreet) 6 de mayo de 2018
"Ella era secretaria en una época en que manejaban las vidas de sus jefes, incluidas sus inversiones personales", recordó su sobrina Jane Lockshin a 'The Now York Times'. "Entonces, cuando el jefe compraba una acción, ella compraba para él, y luego compraba la misma acción para ella, pero en una cantidad menor porque tenía el salario de una secretaria".
Una vida austera
A pesar de que con los años empezó a incrementar su cuenta, Bloom no cambió sus rutinas y continuó yendo en metro a su trabajo, en el que estuvo hasta los 96 años. Casada pero sin hijos, tras su boda mantuvo su apellido como muestra de su independencia. Además, como señala Lockshin, casi todo el dinero estaba a su nombre y es “muy posible” que ni siquiera su marido, que murió en 2002, conociera sus finanzas.
La decisión de Bloom de donar su fortuna tuvo un efecto global. "En esta era de noticias desalentadoras, fue una historia tan positiva", dijo Lockshin. Fue "el antídoto perfecto para la codicia y la deshonestidad que parece estar a la vanguardia de las noticias en estos días", aseguró.
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