José Andrés, Adrià y el gran día del vino español en Nueva York gafado por Trump

  • La subida de aranceles se anunció al día siguiente del Great Match de Nueva York, el mayor evento de promoción de las bodegas españolas en el país.
Pedro Sánchez y Trump
Pedro Sánchez y Trump
La Moncloa

Aunque Donald Trump no lo supiera, su ataque a los alimentos españoles con unos aranceles del 25% anunciado la semana pasada, que puede golpear con fuerza a la línea de flotación de productos tan importantes en aquel mercado para España como el vino y el aceite, se produjo apenas 24 horas después de que en Nueva York se celebrase uno de los principales y más conocidos eventos de promoción de las bodegas españolas, el 'Great Match'. Es más, este año con una edición especial que aprovechaba la notoriedad de un nuevo espacio, 'The Little Spain', creado en Manhattan (Chelsea) por el conocido cocinero José Andrés y los hermanos Albert y Ferran Adrià.

El 'Great Match' se lleva celebrando 26 años en EEUU y supera a la promoción que se pueda hacer de cualquier otro país productor de vino, porque presenta el perfecto binomio que se puede dar en España entre el vino y los más selectos alimentos tradicionales y técnicas culinarias, región por región. Va más allá de la paella y la playa y se convierte en una “verdadera carta de amor” sobre la cultura gastronómica española, expuesta por sus más notorios personajes y en la que le vino es el hilo conductor. Muy pocos mercados mundiales pueden llegar a ese nivel, ideado en el ICEX y promovido por su división de 'Wines from Spain', que este año ya ha celebrado una event en Austin (Texas), el más importante de Nueva York del 1 de octubre pasado y que se cerrará el 5 de noviembre con otra cita en Miami, esta vez ya bajo el síndrome de la subida de los aranceles.

El evento de Manhattan que Trump ha reventado este año en apenas un día contaba por primera vez con la presencia directa de los consumidores, que podían acceder a 'The Little Spain by José Andrés', para conocer las cualidades y las calidades de los caldos españoles junto a cerca de 200 industriales y distribuidores españoles y americanos del sector, tanto a través de seminarios y 'workshops' creados para analizar maridajes y esencias de los vinos y las comarcas españolas en las que nacen y se hacen, como para degustar ‘pintxos’ vascos, ibéricos, quesos y toda una alta gama de creaciones de los cocineros españoles más reconocidos en aquel país. "Si a Estados Unidos llegas con un buen producto en calidad y precio, y el tirón de alguno de los mitos españoles en su sociedad, como Penélope Cruz, Banderas, Gasol, José Andrés o Adrià, no tienes rival", comentan siempre algunos de los técnicos comerciales que han trabajador en aquel mercado.

Una entrada al mercado muy difícil

Penetrar con un producto como el vino o el aceite en Estados Unidos es muy complicado, tanto por la fuerte competencia y la regulación que hay que superar, como por la necesidad de llegar a un tipo de cultura y consumo muy determinados. En el caso del vino, “el hecho es que mientras en España se ha estancado y cae el consumo de vino, en Norteamérica lo están descubriendo justo ahora y son un mercado potencial al alza tremendo”, explica uno de los técnicos comerciales que mejor conoce sus entresijos y que destaca como la oferta y las promociones se centran en segmentos como los 'millennial' americanos, que son los que empiezan ahora a degustar y conocer el vino.

Pero no solo se trata de “vencer en calidad y precio, y convencer como tendencia cultural”, las bodegas españolas han tenido que lidiar en la última década con unos canales de distribución comercial en manos italianas y un mercado que se ordena de forma distinta en cada Estado y tiene todavía reminiscencias legales de la famosa Ley Seca de 1919. Una de las mayores compañías vinícolas del país, por ejemplo, es pública y depende del Estado de Pensilvania, y sin pasar por ella no se llega a los cientos de tiendas de licores y vinos que hay en la zona. Y hay lugares donde la normativa la marcan incluso los ayuntamientos, como algunos pueblos de Texas en los que todavía no se puede vender alcohol en el centro urbano y quien quiera comprar o beber vino tiene que salir a las afueras, donde hay calles llenas de locales y tiendas.

En ese contexto, las bodegas españolas han centrado su oferta en un rango de precios en aquel mercado de entre 12 y 20 dólares la botella. En ese nivel y con el empujón comercial que cada año tienen desde el ICEX y desde sus propios órganos de promoción autonómicos, el vino español acapara uno de los huecos más importantes. “El problema es que un incremento artificial del precio que de repente eleva en un 25% el coste, nos puede dejar fuera, porque se come más que el margen que manejamos”, advierte un distribuidor español centrado en aquel mercado, donde “en cuestión de precios, no se perdona a nadie”.

Hasta que el arancel sea una realidad, en apenas una semana, la cuestión es evitar que los principales competidores que están al acecho del vino español entren en ese segmento. Chile y Australia han colocado en Estados Unidos a dos de sus grandes multinacionales de vino, capaces de ajustar los precios a un nivel al que los españoles no llegarían con ese sobrecoste, por más calidad que presenten y pese a la apuesta cultural de promoción que se hace, advierten fuentes del sector desde Nueva York. “Es más, va a ser muy difícil parar a los vendedores de vino argentinos, que últimamente están por todas partes”, rematan.

El ‘oro verde’ español en peligro

El caso del aceite tiene ahora el mismo problema que el vino con los aranceles, pero su comercialización es distinta porque se regula a nivel federal. Aún así, desde la planta 44 de la Torre Chrysler de Nueva York (a la que se subió King Kong), donde está ubicada la Trade Commission of Spain, saben que ha costado más de una década hacer que los productores oleícolas españoles se hagan envasadores y marquistas, de forma que puedan aprovechar en su comercialización el margen que ese proceso les ofrece.

Cada año surgen nuevos aceites españoles de calidad en Estados Unidos, que han sabido dejar atrás la venta a granel de antaño para hacer valer su hueco en un mercado en pleno rendimiento. De asistir a eventos de promoción en los que los grandes distribuidores y envasadores eran en un 90% italianos, a convertir en diez años a España en el primer suministrador de aceite de oliva de Estados Unidos. “Ahora se mantiene siempre primero o segundo, frente a Italia, dependiendo de la cosecha de cada año”, aseguran desde la Gran Manzana, con el temor cierto de que eso que ha costado tanto tiempo en ganar se pueda perder de la noche a la mañana por una rabieta de Trump contra la industria aeroespacial… “En un proceso que empezó Bush, es que no se puede creer”.

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