La economía alegal y de subsistencia: así es la vida de un senegalés en España

  • Los 27.917 afiliados a la Seguridad Social son una excepción en un grupo de 100.000 personas, la mayoría de ellas vive de la actividad irregular. 
Un grupo de manteros coloca su mercancía en Madrid.
Un grupo de manteros coloca su mercancía en Madrid.
EFE

Mame Mbaye, un senegalés de 35 años, falleció este jueves de una parada cardiorrespiratoria en el arranque de la calle del Oso, a pocos metros de su domicilio en el madrileño barrio de Lavapiés. Su muerte ha sobrepasado las fronteras de una comunidad, amplia pero imprecisa, que engloba a poco más de 100.000 personas en el país. Mame llevaba 14 años en España, los últimos 12 como mantero, un perfil de subsistencia del que, según cuentan sus allegados, intentó salir día sí y día también.

En España 27.917 senegaleses están afiliados a la Seguridad Social, en datos de enero de 2018. Con tarjeta de residencia son 53.879, según el registro del Observatorio Permanente de la Inmigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Empadronados, 63,601. Casi la mitad de ellos reside en Cataluña y Madrid, las capitales de ambas regiones congregan los mayores colectivos de extranjeros por la facilidad para generar vínculos pero también por el alcance de las redes de economía irregular. Menos de un 15% son mujeres y los niños se cuentan con los dedos de un puñado de manos.

Mientras que 8.299 senegaleses tienen contrato de trabajo en Cataluña, el número desciende en picado en Madrid, donde se concentra la mayoría de manteros y otros inmigrantes arraigados a la economía sumergida. La Seguridad Social ni tan siquiera aporta cifras de afiliados en la Comunidad de Madrid y la última nacionalidad de un país tercero de la que ofrece datos, en orden descendiente y por número de afiliados, es República Dominicana, con 10.337 inscritos a cierre de 2017. La ausencia de cifras en Madrid da a entender que un alto número de senegaleses vive en esta Comunidad de la economía sumergida. Sin embargo, esta nacionalidad es la octava de las extranjeras en número de afiliaciones a nivel nacional (marroquíes, chinos y ecuatorianos encabezan la lista) y su número aumentó un 3,3% en 2017, en datos del Ministerio.

Desde el Sindicato de Manteros, Álex Ríos, un colaborador de la asociación que se presta a atender a Lainformacion.com por el recelo de sus 50 integrantes a la prensa, confirma la casuística. “Los senegaleses se ven casi obligados a echarse a la manta por las dificultades para regularizar su situación, ya que la ley española de extranjería es una pescadilla que se muerde la cola: si no tienes un contrato indefinido no tendrás tarjeta de residencia y si no tienes residencia no tendrás contrato indefinido”, explica minutos antes de la concentración reivindicativa que tiene lugar el viernes en la Plaza de Nelson Mandela de Madrid.

Senegal: un 56% de pobreza

España concedió a Senegal 4.334 autorizaciones de trabajo en 2017. El número se queda corto en un país de 15 millones de habitantes y un 56% de pobreza, casi nula protección social y muchos jóvenes con sueños allende las fronteras. Todos los inmigrantes senegaleses que se quedan fuera del cupo llegan a España de manera irregular: por tierra y tras una travesía de 22 días que cruza el desierto del Sáhara, por mar y en una patera o por aire, con visados de turistas que caducan a los tres meses. Y en esa situación irregular se quedan perennes si no tienen mayor suerte.

“Los paisanos, entonces, solo puede recurrir a la venta ambulante”, cuenta al teléfono Ass Ndir, secretario general de la Asociación de Inmigrantes Senegaleses en España (AISE). A sus 37 años, casado con una española y padre de un bebé de 15 meses, Ass, cuyo nombre real es El Hadjiseck Ndir,  viene de Pire, una ciudad a 70 kilómetros de Dakar, la capital del país, y de dónde también procedía Mame Mbaye.

España se ha convertido en el destino prioritario de los jóvenes africanos que miran a Europa, los senegaleses son la primera nacionalidad procedente de aquel continente en asentarse aquí. Desde este país, buscan el salto a Francia y otros países donde antes se instalaron familiares y amigos. Más del 27% de los que viven fronteras adentro tiene más de 20 años de antigüedad en España, donde llegaron con anterioridad a 1991, según la encuesta recogida por Mercedes Jabardo en su libro Senegaleses en España. Conexiones entre origen y destino.

"El futuro es África"

Brahim Ndiara es propietario del restaurante Baobab donde se refugió el embajador de Senegal en Madrid durante las protestas por su respuesta tardía a la muerte de Mame Mbaye. Hace 22 años que aterrizó en España. Los primeros tres los pasó en Granada, donde consiguió sus papeles, para luego asentarse en Madrid donde hace diez años montó esta casa de comidas senegalesa tan apreciada. Brahim hace la diferencia entre sus inicios y los de los manteros que este viernes salieron a la calle. “Entonces era más fácil”, cuenta. “El futuro hoy es África, aquí está todo hecho ya”, desanima. Brahim lo constató solo hace 20 días, cuando viajó a su país de origen como intérprete de un grupo de empresarios españoles a la búsqueda de inversiones.

Ass Ndir tiene un relato de vida muy distinto. En Senegal era el chófer del director de la ONG canadiense IDEA international. En España no ha logrado convalidar sus títulos y a los 37 años ha comenzado a estudiar la Enseñanza Secundaria Obligatoria, una ocupación que comparte con el cuidado de un anciano viernes, sábado y domingo. “Me ganaba la vida bien”, comenta Ass, “hasta que en el año 2007 mis amigos empezaron a decirme lo que significaría trabajar en Europa en cuanto a dinero”, recuerda. “Me equivoqué”, dice “el cambio es enorme”, insiste. “De tener un trabajo a acabar como como vendedor ambulante y bajo el constante acoso policial”, se lamenta.

La misma opinión comparte Mamadou Dia, escritor y activista senegalés de 32 años. Estudió Trabajo Social entre África y Europa, y llegó a España en un cayuco cuando tenía poco más de 20 años. Se subió al bote sin despedirse y sin avisar a nadie. No quería que lo disuadieran. Mamadou volvió a Gandiol, su pueblo, hace tres años. Con mucho esfuerzo puso en marcha allí una ONG de atención a la infancia. Soñaba con la Europa próspera en la que los inmigrantes pueden hacerse ricos y se encontró con una España desvencijada por el paro y reacia, en algunas ocasiones, a los inmigrantes."No vale la pena venir a España", incide. “En África también hay muchas oportunidades”, dice, “y el caso de Hahatay”, su ONG, “es un buen ejemplo”.

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