Tras su derrota

Trump no sabe perder: el presidente de EEUU insiste en su realidad alternativa

El todavía 'jefe' de la Casa Blanca continúa sin admitir que Joe Biden le sucederá el 20 de enero. Una actitud de la que dejó constancia en libros o actos que realizó en el pasado.

Donald trump rueda de prensa presidente eeuu
Donald trump rueda de prensa presidente eeuu
vía Europa Press

El día de las elecciones, Donald Trump se acercó a la sede de la campaña para agradecer el trabajo a su equipo. Las cuestas no iban bien y un periodista le preguntó si tenía listo el discurso de concesión de la victoria. "Ganar es fácil", respondió, "perder nunca. Para mí no lo es". Era el preludio de lo que iba a pasar. Más de seis semanas después, el presidente de los Estados Unidos sigue sin asumir la derrota e intenta por todos los medios deslegitimar a Joe Biden.

En realidad, su reacción no es una sorpresa. Y no porque hubiera advertido repetidamente que iba a cuestionar el resultado bajo el argumento del fraude electoral si perdía. Trump ya era conocido mucho antes de presentarse a las presidenciales de 2016 por exagerar su éxito como empresario y su intelecto. Publicó libros con las claves para triunfar en los negocios, pese a protagonizar seis bancarrotas. Y hundido en deudas, supo colarse en la lista de grandes fortunas de Forbes.

Pat Robertson, un teleevangelista muy seguido por los votantes conservadores, dijo que el republicano seguiría un segundo mandato gracias a la intervención divina. Ahora tiene una visión muy diferente de lo que pasó el 3 de noviembre. Opina que "vive en una realidad alternativa" y reconoce abiertamente que las acciones que estaba emprendiendo contra Joe Biden no iban a ningún lado. Es una afirmación que define perfectamente a Donald Trump.

El todavía presidente creía firmemente que tenía una opción muy sólida de ganar la reelección. Es lo que se espera de un candidato que aspira a sentarse en el Despacho Oval. Pero el magnate neoyorquino no es un político normal. Exprimió el sistema durante su mandato y optó por construir su campaña bajo la premisa de que Biden no tenía la más remota posibilidad de llegar a la Casa Blanca. Y si lo hacía, era porque robaba las elecciones. Trató así de construir una imagen de una persona y partido corrupto.

Una revancha personal

Nadie discute que Trump cuenta con una habilidad y un talento especial para movilizar a las masas, explotando el miedo, la rabia y sus instintos más básicos. También para recaudar fondos. Así logró captar más de 200 millones de dólares desde las elecciones para financiar la batalla legal para revertir el resultado de las elecciones en los estados claves de Pensilvania, Georgia, Wisconsin y Arizona. Y eso pese a los continuos reveses en los tribunales y a mostrar una conducta errática.

El argumento del fraude electoral tampoco lo sostiene ya el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ni su fiscal general, William Barr, que deja el cargo en la víspera de la Navidad. Pero el comentario de Pat Robertson es, quizás, el que representa el mayor golpe para Donald Trump, porque el mensaje va directo a las bases del partido conservador. Hace solo dos semanas decía incluso que "el Señor iba a intervenir antes de que el país girara hacia el socialismo".

Este final corrosivo a la turbulenta presidencia de Trump ya era visible hace justo un año, cuando se inició el proceso de 'impeachment' –juicio político- en el marco de la investigación de la trama rusa. La negativa ahora de reconocer la victoria de Biden es vista como un acto de revancha personal contra su oponente. Lo cierto es que los demócratas nunca le vieron como un presidente legítimo y esta situación también es producto de los propios republicanos, por haber dado rienda suelta a su conducta.

Donald Trump no tuvo aún contacto con Joe Biden desde el último debate presidencial. Tampoco mostró intención alguna de invitarle a la Casa Blanca antes de que culmine el traspaso de poderes. El retraso en la transición se produce, además, en un momento crítico por la pandemia y su demoledor impacto en la economía. Es, como dice el republicano Mitt Romney, una conducta destructiva que alimenta aún más la división, la desinformación y mina la democracia.

Biden, a la espera

Lo cierto es que nada se interpone en el camino de Joe Biden para asumir el cargo el 20 de enero. El Colegio Electoral certificó ya el resultado de las presidenciales en los 50 estados y ahora solo queda que lo refrende el Congreso, pese a las maniobras de Donald Trump entre los legisladores más afines para crear aún más confusión en un acto puramente protocolario. Ni siquiera es necesaria una concesión formal para que el demócrata se convierta en presidente. Su margen de acción depende de cómo quede el control del Senado.

Admitir públicamente la derrota es siempre doloroso, especialmente cuando alguien construye su carrera cultivando la imagen de ganador. En el caso de Trump, el presidente que sobrevivió al 'impeachment', a decenas de acusaciones por su conducta sexual y miles de demandas, simplemente no entra en sus esquemas. La victoria de Biden, además, cambia por completo su suerte y le deja al desnudo en los frentes penales en Nueva York por la manera que manejó sus negocios antes de llegar a la Casa Blanca.

El destino de su predecesor será, de hecho, uno de los retos que tendrá que afrontar Joe Biden tras jurar el cargo. No es solo improbable que Donald Trump reciba una clemencia similar a la que Gerald Ford concedió a Richard Nixon para salvarle de los abusos del Watergate. La gran pregunta es si debe procesar a su oponente político por obstrucción a la justifica en la investigación de la trama rusa. Es algo que nunca antes se hizo con un presidente de los EE UU.

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