Coste inédito en años

El turismo avista un recorte de precios en 2023 tras 'hacer caja' con la inflación

La amenaza de un otoño negro por el freno económico abocará a la industria a revisar sus tarifas a la baja, tras un verano récord en el que algunas hoteleras han llegado a triplicar ganancias con respecto a 2019. 

Mallorca
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DPA vía Europa Press

El turismo vive la temporada alta de 2022 sumido en la burbuja de la inflación. Hoteles, billetes de avión, restaurantes… ningún segmento del ocio se ha escapado del impuesto invisible. Con ella, la industria está haciendo su particular agosto mientras aprovecha para sanear sus ‘números rojos’ después de dos años a medio gas con unas tarifas inéditas en años y unos consumidores que, de momento, absorben los incrementos de precios registrados hasta la fecha. En estas circunstancias, la pregunta que surge es cuánto durará este ‘rally’ que arrancó en las pasadas Navidades. Desde la consultora Simon-Kucher and Partners estiman que la demanda comenzará a estabilizarse a finales de este año y no será hasta 2023 cuando llegará el recorte en el gasto fuera de casa. “El sector se tiene que preparar para lo que pueda ocurrir en unos meses, porque si el IPC sigue en aumento, la demanda irremediablemente va a caer”, precisa a este medio la senior director del área de turismo y ocio de Simon-Kucher, Ana Morillo.

El pronóstico va en línea con las estimaciones realizadas por las principales casas de análisis que ya vaticinan un freno en la economía a partir de otoño. Una de ellas es Funcas, desde la que prevén que si bien el turismo será uno de los pilares esenciales para sostener la actividad hasta diciembre ante la “fuerte desaceleración” que estiman para la recta final del año, ponen fecha de caducidad a este rebote, que llegará el próximo año. El IPC se ha disparado en julio hasta el 10,8%, tasa en la que la partida de hoteles, cafés y restaurantes ha presionado al alza con un repunte de casi un punto.

Desde el Gobierno ya han admitido que este ‘tributo silencioso’ estará presente en la economía más tiempo del previsto inicialmente y, si bien se espera que el ritmo de subidas pierda fuerza durante el próximo ejercicio, continuará en tasas por encima del 2%, erosionando el poder adquisitivo de los hogares. Precisamente ahí es donde radica la amenaza para el sector. Hasta ahora, el consumidor tanto nacional como internacional estaba dispuesto a pagar casi cualquier precio por disfrutar de sus primeras vacaciones sin restricciones en tres años. Sin embargo, una vez superado este ‘furor’, puede que los altos precios dejen de ser sostenibles en el tiempo y las empresas se vean abocadas a congelar o revisar sus tarifas, que se rigen por la estrategia de los precios dinámicos (a mayor demanda, mayor precio). Esto implica tener que asumir parte de los sobrecostes para seguir siendo atractivos. Carlos Abella, secretario general de la Mesa del Turismo, ya anticipa esta situación, en la que repercutirá la crisis inflacionaria que también se vive en los principales mercados emisores como Reino Unido o Alemania.

Al margen de los touroperadores, cuyas reservas se realizan con meses de antelación y, por tanto, no repercuten los encarecimientos actuales, cualquier producto turístico que se consulte es más caro con respecto a 2019. Uno de los ejemplos más evidentes es el nicho de los alojamientos, que ha pisado el acelerador en lo que va de 2022. La mejora de la ocupación les ha permitido elevar sus precios y solo en agosto la tarifa mediana diaria será un 42% superior en comparación con otros periodos de alta ocupación en las zonas de costa y un 17% más en núcleos urbanos. En destinos como Islas Baleares o Málaga, en los que el visitante internacional tiene un elevado peso, los establecimientos más asequibles rozan los 200 euros por noche. Hay que irse a Costa Brava, Alicante o Islas Canarias para encontrar alojamientos de entre 120 euros y 165 euros la noche.

Más allá del precio, hay que fijarse en indicadores como el ingreso medio diario por habitación disponible (RevPar), que se disparó más de un 102% durante el mes de junio, hasta los 72,4 euros, según el INE o los ingresos por habitación ocupada (ADR), que se dispararon un 23% interanual y alcanzó los 105,7 euros en el sexto mes del año, en el arranque de la temporada. Pese a este repunte, las principales patronales del sector aseveran que las empresas realmente no están ampliando sus beneficios. “El coste final está muy por debajo y, aunque algunas compañías cierren la temporada con una facturación similar a la de 2019, los gastos son muy superiores y la rentabilidad está muy por debajo de hace tres años. Hay una diferencia considerable”, remarca Abella, quién añade el elevado nivel de endeudamiento al que han tenido que recurrir las compañías para sobrevivir a la pandemia.

El sector puede verse obligado a asumir parte de los sobrecostes una vez pasado el furor del verano

Por el momento, la buena marcha del turismo ha devuelto el optimismo a cadenas como Melía o NH después de dos años de travesía por el desierto. La compañía encabezada por Gabriel Escarrer ha registrado unas ganancias de 163,3 millones entre enero y junio, casi cuatro veces más que la cifra obtenida en el mismo periodo de 2019. Por su parte, NH, que ha conseguido reducir sus pérdidas en el semestre hasta los 15,4 millones de euros, ha contabilizado el mejor beneficio trimestral de la historia de la compañía, con 61,6 millones. Para hacerse una idea, el grupo controlado por la tailandesa Minor ganó en todo 2019 -último ejercicio completo sin Covid- algo más de 90 millones de euros.

A falta de conocer las cuentas de resultados tras un verano de récord, Morillo ya avisa de que los hoteleros deberán “apalancarse en la demanda acumulada durante el verano para hacer frente a la incertidumbre de las siguientes temporadas” y recomienda desarrollar un plan comercial basada en la identificación de los clientes con mayor capacidad de gasto, que serán los que mantengan su nivel de consumo, además de impulsar una estrategia de distribución acorde al contexto actual.

Las aerolíneas 'low cost' prevén mayor tráfico

El sector aéreo tampoco ha escapado de la inflación. Los billetes de avión se encarecieron un 8,5% hasta marzo (último dato disponible), su mayor incremento interanual en trece años, aupado tanto por el alto coste del queroseno como por la explosión de la demanda. Este ascenso tiene como protagonista a Ryanair, que ha admitido una subida de tarifas de al menos un 10% tras volver a las ganancias y desvela su intención de llegar a una tarifa media de 50 euros en 2027. 

Además, la firma irlandesa, que precisamente fue una de las impulsoras de la democratización de los viajes gracias a una agresiva política de precios, ya ha comunicado el final de los viajes por menos de diez euros, dando carpetazo a la época de los ‘chollos’ en la aviación, "al menos en unos años". Sin embargo, su situación es diferente. Desde su posición en el mercado como 'reina madre' de las low cost le hace prever que la inflación persistente provocará un trasvase de viajeros al nicho en el que opera, forzando a otros operadores a fijar precios más bajos. Por el momento, todo apunta a que las siguientes vacaciones de 2023 serán más baratas. 

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