Vitales en la España vaciada

La afluencia masiva de visitantes a los pueblos genera ya 'turismofobia rural'

El turista se queja de las campanas, el canto del gallo, el mal olor del abono, la falta de servicios o los cencerros de las vacas y el habitante de los pueblos de que "quieren traer la ciudad al campo".

Turismo rural
Nace la turismofobia, el mal de ida y vuelta que sufren los pueblos en verano.
Iñaki Etxarri

El 'boom' del turismo rural es el nuevo maná para muchos pueblos de España, que han hecho a partir de esta actividad de ocio su particular reconversión económica debido a la crisis del sector primario, agricultura y ganadería. Pero 'poner todos los huevos en la misma cesta', como sucedió en la costa años y décadas atrás, también tiene sus inconvenientes y en ciertos lugares del mundo rural se está produciendo ya este verano una cierta masificación. Algunos caminos y senderos de ciertos pueblos parecen estos días la playa de Benidorm o la Gran Vía madrileña. Y eso trae problemas e incomodidades. En ambos sentidos, para el turista y para el habitual morador de los pueblos. La consecuencia: nace la turismofobia, también en el mundo rural.

En España hay más de 15.000 alojamientos turísticos con la etiqueta de 'rural', a los que se suman la oferta de otros miles de 'camas' disponibles en las zonas rurales que no tienen la denominación específica de ‘rural’, pero aumentan la oferta disponible. Campings, hoteles, hostales e incluso casas particulares. Según la web 'Escapadarural' la ocupación de alojamientos rurales para el puente de agosto fue del 69%, lo que supone 11 puntos porcentuales por encima de la cifra de ocupación registrada en 2019, el último verano antes de la pandemia, pero la cifra real de ocupación superó el 80% y 90%, lo que se puede considerar colgar el cartel de completo, en Navarra, Asturias, Galicia, Cantabria, norte de Castilla y León, Murcia o Extremadura.

Turismo de Pontevedra

En Pontevedra, por ejemplo, el 'boom' turístico que vive la provincia ha hecho que los hosteleros se froten las manos tras dos años de crisis por la pandemia, pero no siempre llueve a gusto de todos y ya han aparecido voces que alertan del riesgo de "morir de éxito", debido a una masificación de los lugares más emblemáticos. La presidenta de la Diputación y máxima responsable del Patronato de Turismo Rías Baixas, Carmela Silva, considera, sin embargo, que "no creo que estemos en una situación de masificación en la provincia, pero aun así, la sostenibilidad es un elemento clave para mantener el turismo y no generar dificultades para los vecinos. Quiero atraer visitantes, porque generan empleo e ingresos económicos, pero también debo garantizar la calidad de vida de la gente que vive aquí todo el año. Eso es básico en cualquier planificación turística y así consta en nuestro plan estratégico".

Pero a algunos ‘urbanitas’ que eligen el mundo rural para sus días de asueto no les gustan muchas de las ‘actividades’ de la vida en el campo y tratan de modificarlas al considerarlas molestas para sus vacaciones. Las campanas de la iglesia, el abono de los campos, los cencerros de las vacas y su ‘boñigas’ en las carreteras o hasta el canto del gallo al alba son hechos cotidianos en el mundo rural, pero que sorprenden a quienes se acercan de vacaciones a estos entornos naturales.

Las dificultades en Comillas

Precisamente, la Policía Municipal de Comillas, uno de los municipios más turísticos de Cantabria, publicaba una nota este 11 de agosto en la que decía: “Desde esta Policía queremos recordar a los visitantes que vienen a disfrutar de nuestro pueblo, que hay ciertas actividades que realizan ganaderos, agricultores y pescadores que forman parte también del encanto de esta tierra, además son labores fundamentales para que lleguen los productos de primera necesidad a los lineales de los supermercados, huevos, carne, pescado y verduras, así que no pierdan el tiempo llamando a la Policía quejándose de ruidos u olores derivados de estas actividades porque no vamos a hacer nada en absoluto, al contrario, nuestro apoyo total a esos sectores que garantizan el suministro de esos productos”. Pero, a diferencia de Comillas, muchos pueblos han silenciado las campanas de la iglesia durante el verano, prohibido el abono de los campos, no dejan que los animales vayan sueltos por las calles, prohíben los cencerros de las vacas... Todo ello para no molestar al turista que llega de la ciudad.

En el otro sentido, ese mismo día la alcaldesa de la antes mencionada localidad de Comillas publicaba también un bando en el que “dada la fuerte demanda de consumo” se restringía el riego de parques y jardines y el llenado de piscinas desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche. Y es que la llegada masiva de turistas al mudo rural, que ya fue evidente la pasada semana santa, pone también en evidencia la falta de infraestructuras y servicios en muchos de estos enclaves para hacer frente a la mayor demanda de ellos durante el verano. Luis, madrileño, pasa unos días con su familia en un pueblo del norte de Extremadura, en la provincia de Cáceres. “El enclave es maravilloso y estamos muy a gusto, pero para hacer la compra en condiciones, comprar pescado, por ejemplo, tenemos que irnos a un pueblo a diez kilómetros, no hay oficina bancaria” (la que antes había de Liberbank ha sido cerrada hace unos meses con motivo de la fusión con Unicaja), “no hay farmacia, solo un pequeño botiquín...” Así, “la gente que nos visita se da cuenta del déficit de infraestructuras y servicios que sufrimos también quienes vivimos aquí todo el año. También tenemos polideportivo, una excelente piscina...”, responde el alcalde. “Nosotros encantados de que venga gente en verano porque eso es riqueza”, prosigue, “y el esfuerzo que hace el ayuntamiento para atender a todos es muy fuerte, pero llegamos a donde llegamos”.

Esta misma semana, Agapito Fernández, ganadero, se quejaba amargamente de que "estamos viendo que la gente que viene a los pueblos de turismo, quieren un turismo rural, pero convirtiendo los pueblos en ciudades" y así algunos ayuntamientos se han visto obligados a prohibir tareas habituales del campo para poder satisfacer las necesidades de los visitantes. "La base del turismo rural es un pueblo donde hay un medio de vida que se mantiene a lo largo de todo el año. No podemos adaptar un pueblo o una forma de vida a una semana de gente que quiera venir y convertirlo en una ciudad. Se quejan de los cencerros, del olor a abono...", sentencia Agapito.

Cifras de la industria

Antes de la pandemia, y este año parecen recuperarse las cifras de 2019, el turismo era la principal industria de nuestro país, con un peso en el PIB del 14,6%, unos ingresos por turismo de 176.000 millones y 2,8 millones de empleos. No hay datos oficiales sobre la porción que de esta gran tarta ‘come’ el turismo rural, pero como indicativo, el 9% de las pernoctaciones en alojamientos hoteleros de nuestro país se realiza en establecimientos rurales, según el INE.

Sin duda, el turismo es el ‘maná’ económico para muchos pueblos, pero estos turistas, como deja claro Marta García, propietaria de la ganadería Val del Mazo y una de las más seguidas ‘influencers’ del mundo rural en España, deben de saber que “las iglesias tienen campanarios que funcionan; los gallos son nuestro despertador rural; las vacas llevan cencerros que hacen ruido; nuestros animales cruzan las carreteras, calles y caminos sin avisar; los ganaderos y agricultores están trabajando para garantizar alimentos a la sociedad; cuando se abona para fertilizar los campos, huele mal... El turista debe de recordar que está en el medio rural y respetar nuestra cultura, costumbres y tradiciones”, sentencia, porque “sin vacas no hay paraíso”, tampoco para el turismo rural.

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