El remedio a un gran mal 

La vacuna contra la Covid amenazada por el 'ciberespionaje' farmacéutico

Ningún país o empresa puede renunciar a la panacea que promete curar las tremendas consecuencias económicas y sociales de una enfermedad.  

Canadá, UK y EEUU acusan a Rusia de robar información de la vacuna contra el coronavirus
La vacuna contra la Covid amenazada por el 'ciberespionaje' farmacéutico. 
EFE

La orden de producción a gran escala de una vacuna contra el coronavirus se espera con ansiedad en gran parte de las plantas farmacéuticas. Algo así ocurre en los laboratorios Rovi o en las instalaciones de AstraZeneca en nuestro país. Son solo algunos ejemplos que simbolizan que la vacuna es el remedio al gran mal de nuestra época.

Ningún país o empresa puede renunciar a la panacea que promete curar las tremendas consecuencias económicas y sociales de una enfermedad que no conoce de nacionalidades ni meses de agosto. Las grandes potencias y corporaciones farmacéuticas se han lanzado a una carrera en la que no se admiten segundas posiciones para encontrar la vacuna que todo lo sane y que, en la medida de lo posible, nos devuelva a una situación similar a la de 2019.

Novartis, Astrazeneca, Moderna, Pfizer o Shinopharm se encuentran sumidos en una carrera desenfrenada en la que también aparecen centros públicos como el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, el NIAID de Estados Unidos o el de Biotecnologías de Pekín. Es un claro ejemplo de colaboración público - privada en la que, sin embargo, parece que todo vale para ser el primero en anunciar el gran logro farmacéutico del siglo XXI. Ese todo incluye también el ataque informático para conseguir información a cualquier precio.

Medios estadounidenses y británicos han desvelado que grupos de ciberactivistas de Rusia, China e Irán han tratado de robar elementos fundamentales de las investigaciones sobre la vacuna contra el coronavirus. En algunos casos el interés detrás de estos ataques es personal y estrictamente económico. En otros, los intereses de compañías rivales o incluso Estados están detrás de estas prácticas, que amenazan el correcto desarrollo de los trabajos dirigidos a erradicar la pandemia.

Universidades y compañías farmacéuticas serían las víctimas de estos ataques que ya son parte, desde hace muchos años, de la vida cotidiana de instituciones y compañías privadas. El ciberespionaje se ha convertido en una variable más de la realidad económica mundial que, en esta ocasión, ha puesto su objetivo en el sector farmacéutico, en la vacuna más deseada por todos los gobiernos.

Además de suponer un delito contra la propiedad intelectual, el ciberespionaje conlleva el peligro de que esta información caiga en manos equivocadas. El “asalto informático” se ha cebado con Gilead, compañía que comercializa el Remdesivir, así como otros antivirales que se han mostrado muy eficientes en el tratamiento contra el coronavirus.

En el caso de Rusia, las acusaciones se centran en el grupo ‘Cozy Bear’, un colectivo con fuertes lazos con el gobierno ruso. Según la BBC, el hackeo se habría dirigido al Instituto Jenner de la Universidad de Oxford que, junto a la compañía AstraZeneca, figuran entre los alumnos aventajados en la investigación sobre la vacuna.

El elemento geopolítico aparece en la nacionalidad de la corporación o instituto que golpee primero

La prestigiosa universidad británica se encuentra en fase 3 de desarrollo, con una más que aceptable probabilidad de éxito para convertirse en un fármaco capaz de generar una respuesta inmune contra el virus, gracias a la inyección de una cepa debilitada del mismo.

Por su parte, Estados Unidos también ha sido víctima de estas prácticas. El Departamento de Justicia americano señaló directamente a Li Xiaoyu y Dong Jiazhifor, dos conocidos hackers chinos, como los presuntos autores de “actos de espionaje” relacionados con la vacuna contra la Covid-19.

En su acusación por más de 11 cargos, se les señala como los autores de “campañas de piratería” que durante más de 10 años habrían estado dañando a corporaciones en países con industrias de alta tecnología. Entre otros, los afectados serían los Estados Unidos, Australia, Bélgica, Alemania, Japón, Lituania, Países Bajos, España, Corea del Sur, Suecia y el Reino Unido. En al menos un caso, Xiaoyu y Jiazhifor, investigaron las vulnerabilidades en las redes de compañías que desarrollan vacunas y tratamientos contra el coronavirus. Simplemente, este intento es un delito federal que la justicia estadounidense se muestra dispuesta a castigar con todas sus consecuencias.

Para las autoridades nacionales el principal problema no radica tanto en la apropiación indebida de información o vulneración de derechos de propiedad intelectual en la industria farmacéutica. El auténtico daño se produce con la ralentización de los trabajos provocados por este tipo de ataques. Científicos estadounidenses se muestran preocupados por el tiempo que deben emplear para proteger sus investigaciones de los ciberataques, hasta el punto de evitar compartir información incluso con los mismos colegas que trabajan en proyectos similares en sus propios centros de trabajo.

Con Estados Unidos liderando las muertes en el mundo por coronavirus y con una crisis que no parece tener fin, no es de extrañar que gran parte de la presión política se esté dirigiendo a empresas como Moderna, que parte en los primeros puestos de salida hacia la creación de la vacuna. La administración estadounidense considera factible que esta empresa consiga una vacuna exitosa a principios de noviembre, una fecha que permitiría reducir sustancialmente la sangría de muertes que sufre EEUU a diario. Lógicamente, la seguridad nacional americana no permitirá en modo alguno que ningún elemento extraño o extranjero pueda demorar el resultado de sus trabajos.

El elemento geopolítico aparece en la nacionalidad de la corporación o instituto que golpee primero. China es consciente de la necesidad de ser los primeros para “limpiar”, en la medida de lo posible, su imagen. Su política de poder blando se ha visto cuestionada por la actuación durante los primeros momentos de la crisis, en los meses de diciembre y enero. Un aspecto que fue duramente criticado por la administración estadounidense, que ahora sí buscaría dar un golpe de mano y recuperar la hegemonía internacional en investigación médica.

Por su parte, el activismo ruso e iraní centra sus ataques en obtener resultados pragmáticos que devuelvan a sus institutos públicos la capacidad de responder ante una realidad que les obliga a aparecer en los primeros puestos del ranking de países más afectados por la crisis. El multilateralismo se ha visto afectado desde el principio de la pandemia. La colaboración médica, farmacéutica y sanitaria también.

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