La cadena de suministros, en jaque

El veto a Rusia deja un sector logístico exhausto y 200.000 millones en el aire

Las empresas del sector buscan puntos alternativos de reaprovisionamiento y se mueven en un escenario de incertidumbre donde los tiempos bélicos determinan el nivel de perjuicio que pueden sufrir. 

Portacontenedores
El veto a Rusia deja un sector logístico exhausto y 200.000 millones en el aire.
PUERTO DE BARCELONA

En el puzle occidental del comercio internacional ahora falta una pieza: Rusia. Y en juego entran 200.000 millones de euros. Las empresas de logística aguantan la respiración por ver cómo volver a encajar el rompecabezas del traslado de mercancías con el mundo partido en dos porque ya no pueden transitar por las rutas habituales.  Por ahora, las principales navieras — cuyo sector mueve el 90% de mercancías—han roto su relación con los 'hubs' rusos y el transporte aéreo pierde cielo. Por un lado, los aviones de carga rusos no pueden sobrevolar el espacio europeo y, por otro, hasta 36 países occidentales no pueden operar en espacio de Moscú, unas medidas que traen de cabeza a los operadores logísticos en un constante reajuste para que la cadena de suministros no falle. Además, el transporte sigue perdiendo rentabilidad por el repunte del combustible. Un conjunto de factores que deja en el aire el desarrollo comercial de Rusia como enlace entre el mercado occidental y el asiático.

"Frenéticos". Así es como describe el presidente de la Patronal de Logística de España, Francisco Aranda, los días de la logística global con la guerra de telón de fondo. Todas las empresas trabajan bajo presión para "replanificar las cadenas de suministros de forma muy rápida, guardando especial atención en la tensión de la demanda de sectores alimentarios, de automoción y energía", afirma. Explica que se han tenido que buscar otros puntos de aprovisionamiento y que muchas firmas de logística han decidido abandonar Rusia por el aislamiento comercial. Con el 'corte' de medios, la capacidad para garantizar la cadena de suministros ha mermado. Aunque el sector logístico ya se había empleado a fondo para solventar la congestión de los cuellos de botella generados por ómicron, la previsión de una bajada de tarifas queda lejos tras la invasión perpetrada por el Kremlin. El coste de las fletes —que repuntaron un 300% en junio— sigue su escalada alcista. 

Por otra parte, la logística rusa no está exenta de padecer la ruptura de flujo de transportes de carga. Una de sus principales empresas afectadas por esta interrupción es Global Ports, el operador principal del mercado ruso que movilizó en 2021 5,4 millones de contenedores distribuidos en un espacio equivalente a 450 campos de fútbol. La compañía, que se encontraba en completa expansión y había registrado unos ingresos consolidados de 502 millones de dólares en 2021, un 30% más que en 2020, ahora está un escenario completamente incierto por el freno a sus actividades. De hecho, ha preferido no comentar nada sobre su situación a La Información. Por lo pronto, a los puertos rusos solo pueden llegar alimentos, medicamento y materiales de ayuda humanitaria, nada que ver con los productos que importa normalmente: automóviles, electrodomésticos, aparatos de radiodifusión  maquinaria, aviones y químicos, entre los principales. 

Rusia tiene tres 'puertas' de entrada a sus importaciones por mar que luego se distribuyen por tierra en todo el país. En primer lugar están los puertos del Báltico, con San Petersburgo a la cabeza, que recogen el 46% del mercado de contenedores rusos. En segundo lugar, los que tocan al mar de Japón con el 35% y, finalmente, los del Mar Negro, que reúne el 16% del tráfico de contenedores marítimo, según datos de Global Ports del pasado ejercicio. Este último es el punto geoestratégico en disputa actualmente entre Ucrania y Rusia y que se ha convertido en un revulsivo para el veto comercial. Las maniobras militares en la zona han hecho dar marcha atrás a las navieras, que han visto en los ataques con proyectiles a cargueros de diferentes nacionalidades un aviso de catástrofes mayores. El Mar Negro es, además, un punto clave para la distribución de crudo exportado por Rusia y la única salida marítima que tiene Ucrania.

Sin puentes comerciales, a excepción del gas

Todas estas puertas al 'reino' de Putin están por ahora cerradas y se calcula que el valor que alcanzan sus importaciones anuales es de 247.000 millones de dólares, según la World Integrated Trade Solutión (WITS). Con las restricciones comerciales en vigor, a las que podría sumarse el cierre de los puertos europeos a los barcos rusos, el negocio con Rusia cae en un agujero negro a excepción del único flujo económico intocable -de momento- que corre por las venas del Kremlin: el gas. Como explica Alberto Jiménez, experto en Relaciones Internacionales y miembro del Círculo de Análisis Euromediterráneo, Rusia necesita la aportación financiera europea por la compra de combustibles fósiles. Y tienen otras bazas. Putin posee "un 'colchón' de 360 billones de dólares y otras divisas, además mantiene una vía comercial abierta a través de GapromBank y Sberbank, por donde la UE compra gas" afirma.

Son los dos únicos bancos rusos que no se han quedado excluidos del sistema financiero internacional, precisamente por la dependencia energética Europea, que está "en mínimos históricos de almacenamiento de gas natural". De esta forma, esta es de las pocas entradas de divisas que tiene Putin a medida que el valor del rublo se desmorona en bolsa por las sanciones europeas y el avance de la guerra. Sin embargo, si los problemas logísticos que repercuten sobre el país continúan, el consumo interno ruso se vería afectado por el desabastecimiento y, por tanto, habría una bajada del bienestar general además de un aumento de precios. La previsión de la contracción del PIB ruso también es desoladora: un 7% según JP Morgan. "Una economía poco diversificada va de la mano al riesgo", resume Jiménez. Así, Putin estrecha el gas como única garantía a su estrategia geopolítica. Se blinda con él mientras todo lo demás se desmorona. 

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