El telefonazo que ha salvado al gobierno de otro 15M: gracias Ana

  • El ministro de Guindos ha estado en contacto telefónico permanente con los grandes banqueros del país. Objetivo: salvar al Popular, pero sin poner un euro.

    Que nadie olvide que los accionistas son los que con su confianza hacen realidad los proyectos de otros. Si los gestores triunfan reciben su premio, si no... nadie se acuerda de ellos. 

El telefonazo que ha salvado al gobierno de otro 15M: gracias Ana
El telefonazo que ha salvado al gobierno de otro 15M: gracias Ana

¿Se acuerdan lo que pasó en entre 2011 y 2012? El país entero se fue levantando con el puño en alto porque creía que el gobierno estaba rescatando a los banqueros, pero no a las familias. El gobierno invirtió 40.000 millones de euros para salvar al sistema financiero del colapso.

Mientras tanto, los españoles perdían sus pisos, lo cuales quedaban en manos de los bancos, y encima, los banqueros salían con indemnizaciones millonarias.

El movimiento 15M, que se fraguó en 2011, tuvo mucho éxito con uno de su eslóganes: “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Luego, vino Podemos, la pérdida del PP en los gobiernos autonómicos y municipales, lo escándalos de banqueros que se sentaron en el banquillo, el batacazo del PP en las elecciones de diciembre de 2015 y el terror en las filas del Mariano Rajoy a perder todo ahora.

Porque solo hay que imaginar que al gobierno de Rajoy se le hubiera ocurrido poner dinero público para rescatar un banco privado. Y hacerlo en estos momentos en que, a diferencia de las elecciones de 2011, el gobierno no tiene mayoría en el Congreso.

No solo tendríamos una reedición de la campaña del 15M, que fue tan eficaz, sino que el gobierno se jugaría su estabilidad. La izquierda le podría barrer del poder en pocos meses.

Por eso, el ministro de Guindos ha estado en contacto telefónico permanente con los grandes banqueros del país. Objetivo: salvar al Popular, pero sin poner un euro.

Como relataba Fernando H. Valls para lainformacion.com, la semana pasada el ministro y la presidenta del Santander –Ana Patricia Botín–, coincidieron en una reunión del Club Bilderberg, en Virginia, club que reúne a los poderosos del mundo. Y no hablaron precisamente del tiempo en Virginia, sino del ‘Popu’.

Ojalá algún día, con la ley de Transparencia, conozcamos las conversaciones entre el Ministerio de Economía, la presidenta del Santander (Ana Patricia Botín) y Bruselas. Pero sea lo que sea, el gobierno le debe un favor a Ana Patricia Botín, y ya veremos cómo se paga esa libra de carne. La relación entre políticos y banqueros demuestra una vez más que es algo más que amistad.

Solución: el Santander adquiere el Popular por un euro. Luego, hará una ampliación de capital de 7.000 millones de euros. Con ese dinero tratará de sanear el banco con un plan estratégico.

Por lo pronto, los clientes del Banco Popular con cuentas corrientes o depósitos no perderán “ni un céntimo de sus ahorros”. Es más, se integrarán en la cartera del Grupo Santander, y mantendrán sus derechos y sus valores. Gran victoria para el gobierno, que logra salvar de nuevo a los cuentacorrentistas.

Otra cosa pasará a los accionistas, que desde 2008 han sufrido una película… de terror. Cada acción valía más de 15 euros por aquellas fechas. En 2012 la cotización estaba por debajo de los 3 euros. Había perdido casi todo su valor. Los 300.000 accionistas perderán todo porque la intervención de la entidad por las autoridades europeas exige poner el valor a cero. Nadie, ni del 15M ni del gobierno, les va a venir a ayudar con la caballería porque esas son las reglas del juego. Es más, muchos dirán: se lo merecen.

Pero para quienes digan ‘se lo merecen’ que piensen una cosa: las empresas o los bancos que reciben dinero de sus accionistas, consiguen con ello hacer realidad sus proyectos. Ampliar, llegar a otros mercados, modernizarse… Si los gestores triunfan, los accionistas reciben su premio en dividendos, y los empresarios y banqueros les recuerdan con cariño en las juntas de accionistas, porque fueron personas que confiaron en ellos. Si fracasan, los accionistas pierden todo ese dinero. Y nadie levantará una oración por ellos.

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