La autodestrucción de Elon Musk golpea de nuevo a Tesla en plena desbandada

  • Una nueva polémica de su CEO deja de nuevo dudas sobre su capacidad para liderar en solitario una compañía que sigue resintiéndose en Bolsa.
Elon Musk se sitúa de nuevo en el ojo del huracán.
Elon Musk se sitúa de nuevo en el ojo del huracán.
EFE

“Elon Musk parece tener una tendencia a la autodestrucción”. Son las palabras de un analista de la firma Jefferies Group y resumen bien los últimos meses del consejero delegado y fundador del fabricante de vehículos eléctricos Tesla. Lo sucedido esta semana, con la salida de otros dos directivos clave y una entrevista surrealista con el CEO fumando marihuana, es sólo la punta del iceberg. Crecen las dudas sobre si el directivo está en condiciones de liderar una compañía con enormes retos por delante.

Este viernes, la acción se hundía a mínimos de 18 meses. Las alarmas volvieron a saltar. No tanto por los numerosos frentes que tiene la compañía por delante (objetivos muy ambiciosos de producción del Model 3, incumplidos de manera casi sistemática durante los últimos trimestres, la gestión de una deuda acuciante, los …), sino por la persona que la encabeza y debe abordarlos.

Musk está fuera de control. Ataques a periodistas y a analistas, a los que identifica como enemigos en el caso que traten de criticar a la empresa; salidas de tono en Twitter… y ahora un nuevo paso más. Su ambición no tiene límites. “Él cree que su trabajo no tiene una misión inferior a salvar a la humanidad”, asegura el diario The Wall Street Journal.

Sus colaboradores aseguran que se autoimpone objetivos casi imposibles que le obligan a llevar al límite a la maquinaria. A la maquinaria personal, con semanas de más de 100 horas, que le han llevado incluso al consumo de un medicamento llamado Ambien (para los trastornos del sueño). También a la corporativa, con exigencias muy duras a su equipo que ha llevado a una altísima rotación de personal (sólo este año ha perdido una docena de altos directivos en el fabricante de coches).

Pesa esa misma (autodestructiva) ambición es la que le ha llevado hasta aquí. La que le llevó a invertir prácticamente los 22 millones de dólares ingresados por la venta de su primera empresa Zip2 -fundada junto a su hermano- a Compaq Computer en montar el embrión de Paypal que, años después, vendió -junto al resto de fundadores- a Ebay por 1.400 millones millones de dólares. Una venta que, según su propio testimonio, le permitió ingresar 180 millones que fueron invertidos casi en exclusiva en SpaceX -su empresa aeroespacial-, Tesla -con la que ha contribuido de manera decisiva al giro de la industria del automóvil hacia los motores eléctricos- y SolarCity.

Esa ambición se suma a una gestión muy personalista, basada en una hiperactividad enorme ("es mejor tomar muchas decisiones con una tasa de error ligeramente mayor, que pocas con una tasa de error ligeramente menor", aseguraba a WSJ) y bajo la convicción de que no es necesaria la inversión en marketing y publicidad. Pero para generar noticias de manera regular, el desgaste puede ser muy grande. Los focos han estado demasiado él, tanto en los momentos positivos como en las duras crisis de imagen.

Preocupación, pero sin cambios

Sea como sea, la actitud de Musk en los últimos meses está alertando a analistas e inversores. No sólo por su comportamiento errático -con el claro ejemplo del intento de sacar de la Bolsa al fabricante, anunciado en un tuit-, sino por su pérdida de foco sobre los enormes retos que tiene por delante la compañía: la superación de los problemas financieros de Tesla (con una deuda acuciante, que puede acarrear la necesidad de reclamar más capital en el mercado) y el cumplimiento de los objetivos de fabricación.

Pese a que algunos de los inversores lo critican en privado, Musk se ha granjeado el apoyo firme de la mayoría de sus grandes accionistas. Él hoy ejerce con mano de hierro: sigue al frente como el máximo tenedor de títulos (un 26%). Sólo el fondo Baillie Gifford & Co., el cuarto mayor accionista de la compañía, se atrevió a incidir que, pese al apoyo, “nos gustaría la paz y la ejecución en esta etapa”. “Sería bueno concentrarse sólo en la tarea principal”, aseguraba. Los otros dos grandes socios son los ‘megafondos’ FMR LLC (Fidelity) y T.Rowe Price.

Pese a lo que se puede pensar, Musk no está tan en la cuerda floja en la compañía. La mayoría de los analistas entienden que Tesla y él son dos nombres indisolubles. El consejo de administración lo respaldó incluso cuando dio marcha atrás en su plan para sacar la compañía a bolsa en agosto. Prueba de ese apoyo también hay que encontrarlo en la aprobación el pasado mes de marzo de uno de los mayores planes de compensación del mundo: 2.100 millones de euros durante los próximos diez años basada en el incremento del valor de mercado de la empresa.

En este contexto, varios analistas y también accionistas han ido deslizando la necesidad de que Musk se rodee de un ‘número 2’ que asuma buena parte de la gestión de las operaciones del fabricante (hace meses logró el apoyo de los accionistas para mantener las tareas de CEO y presidente). Él mismo reconoció que intentó traer a Sheryl Sandberg, que ocupa ese puesto en Facebook desde hace años, convirtiéndose en la sombra de su fundador, Mark Zuckerberg.

El tiempo pasa y las acciones no dejan de perder valor. El temor a un ahogo financiero no ha desaparecido. Hoy por hoy, Musk, que ocupa uno de los nueve sillones del consejo de administración, se mantiene a flote. Pero para que suceda así en el futuro necesitará dejar intacto ese apoyo. Sus votos no son suficientes para impedir su salida. Muy pocos ven probable que ésta se produzca. Pero la fase de ‘autodestrucción’ en la que ha entrado el directivo sólo echa más leña al fuego.

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