Fernández Ordóñez reconoce graves errores en la reestructuración de cajas

  • El que fuera gobernador del BdE sostiene que la estrategia de minimizar la inyección de ayudas “multiplicó y dilató el trabajo de reestructuración”.
Fotografía de Fernández Ordoñez
Fotografía de Fernández Ordoñez
EFE

El singular modelo de las cajas de ahorros fue el culpable de la envergadura de la crisis sufrida por el sector y que hizo desaparecer a la mayoría de esas entidades, según Miguel Ángel Fernández Ordóñez, quien fuera gobernador del Banco de España desde poco antes del estallido de la crisis -accedió al cargo en 2006- hasta la víspera del rescate del sector por la Troika en 2012. “Si durante los años de la expansión se hubieran reformado -el sistema jurídico de las cajas- no hubiera sucedido lo que sucedió”, ha defendido durante su comparecencia en la Comisión que analiza en el Congreso las causas y consecuencias del colapso del sector financiero con la recesión.

“No digo que algunas no hubiesen tenido problemas, pero no habríamos tenido el enorme y generalizado problema que apareció” en las comunidades de Valencia, Madrid, Galicia, Castilla La Mancha, Castilla-León, relató en relación al colapso en cascada de las cajas de todas esas regiones. A su juicio, el error fue quitarles el corsé para que pudiesen competir cara a cara con los bancos en sus negocios, emprender la fuerte expansión que protagonizaron, titulizar activos e, incluso, dotarse de esquemas retributivos para la cúpula asimilables sin cambiar su “sistema de propiedad y gobierno”.

Proceso de fusión de cajas 

Fernández-Ordóñez insinuó que, fruto de esa singularidad, el proceso de fusión de las cajas fue tortuoso. A diferencia de los bancos o sociedades mercantiles, donde una integración se decide valorando los activos y repartiendo la propiedad en función de ese cálculo, recordó que en las cajas se tuvo que inventar los Sistemas Institucionales de Protección (SIP) para poder unir entidades de dos regiones distintas y bajo el control de sus Gobiernos regionales, “poco a poco, por etapas”.

Las discusiones para acordar cada proyecto eran, dijo, “interminables, con escasa base económica, para “fijar el poder de cada uno de los participantes de las cajas”, o “aumentar las prejubilaciones” o “dónde se debía ubicar las sedes sociales”. “Las Comunidades Autónoma tenían el poder de vetar las fusiones, un poder que dificultó mucho el proceso”, denunció.

Durante su intervención reivindicó que el problema estalla porque no se puso coto al excesivo endeudamiento previo. “La mejor forma de evitar problemas bancarios es que no lleguen nunca a surgir” refirió en relación a la burbuja que se incubó desde 1996 y que en 2006 apenas “empezaba a desinflarse” cuando sobrevino la crisis internacional. Con los problemas sobre la mesa, defendió que “España no estaba preparada para gestionar la crisis”, la caja de herramientas existente “no servía” por carecer de normas de resolución de entidades como la posibilidad de hacer quitas en los pasivos, y Gobierno y supervisor tuvo que hacer equilibrios para “salvar a los accidentados” mientras “fabricaba los buques de salvamento”.

Y con recursos limitados. Fernández Ordóñez subrayó que la decisión de no efectuar un manguerazo masivo de ayudas para rescatar de golpe al sector como otros países atendió al riesgo de que el problema arrastrase “a toda la economía” porque, desde la crisis de Grecia, el país estaba bajo la lupa de los mercados. “Pero esa estrategia -la de limitar las ayudas- multiplicó y dilató el trabajo de reestructuración”.

“Fue necesario aprobar una docena de leyes para subsanar deficiencias”, detalló en alusión a la creación del Frob, los SIPs, la conversión de cajas en bancos, la fusión de los fondos de garantía o las distintas leyes aprobadas bajo su mandato en el Banco de España y con el Gobierno del PSOE para recapitalizar y sanear al sector. Entre 2007 y 2011 la banca elevó capital en el equivalente al 13% del PIB y desaparecieron dos bancos y 28 cajas.

En un ejercicio de autocrítica reconoció que “se hicieron mal muchas cosas y, sobre todo, no se hicieron muchas cosas que ahora vemos claro que deberían haberse hecho”. En el plano internacional cuestionó la prolongada política de tipos bajos y la desregulación, “que predicaba a los bancos gran libertad” en la gestión de riesgos y una supervisión “ligera y nada intrusiva”, aunque defendió que el Banco de España fue “más riguroso” evitando algunos problemas a la industria. Y, por último, el “error” de crear una unión monetaria “sin contar con los mecanismos de disciplina fiscal y macroeconómica”.

De frontera a dentro criticó que no se pusiese freno a la construcción y la ausencia de una política fiscal “anticíclica”. Como lección a extraer consideró que, aún el aumento de capital exigido a los bancos, continúa siendo “insuficiente” para evitar nuevos problemas, aunque sí debería simplificarse la complejidad de las normas -las nuevas reglas de solvencia Basilea III comprenden 10.000 páginas, refirió-.

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