El 'cirujano' del ladrillo que mira al BCE tras una complicada relación con la banca

  • Sus 'decretos Guindos' devolvieron la confianza al sector, pero se le reprochó invadir funciones al Banco de España o la nacionalización de Bankia.
Guindos pide un Tesoro y un FMI europeo... ¿con su futuro en Bruselas?
Guindos pide un Tesoro y un FMI europeo... ¿con su futuro en Bruselas?

ACTUALIZACIÓN: Luis de Guindos, nuevo vicepresidente del Banco Central Europeo, en sustitución del portugués Vitor Constancio.

"España tiene que estar bien representada en Europa, tenemos mucho que aportar, sería una gran noticia si se diera el caso". Con este mensaje -o con pequeñas variantes- los principales banqueros del país valoraban la semana pasada la candidatura de Luis de Guindos a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE) a preguntas directas durante las presentaciones de resultados. El ministro de Economía pasará a la historia por ser el ‘cirujano’ que desalojó el ladrillo de sus balances y restableció la confianza en el sector, galón que podría hacer valer en un BCE empeñado en librar de tal losa al resto de bancos del Viejo Continente y que hoy valoran los banqueros. Pero en todo caso, la relación de Guindos con el sector no ha sido precisamente un camino de rosas hasta llegar a dicho reconocimiento por parte de la industria.

En los largos años de crisis las tensiones han brotado por la medicina aplicada para superarla, invadiendo a veces espacios al Banco de España, o hasta con la imposición de soluciones para paliar las penurias a familias al borde del desahucio con limitados resultados para los damnificados y que contribuyeron a abonar el caldo de cultivo que ha carcomido la otrora buena imagen del sector. 

Su diagnóstico sobre el mal que acuciaba a España lo ofreció apenas un mes antes de que Mariano Rajoy hiciera pública su incorporación al Ejecutivo en diciembre de 2011: España -dijo- tenía que refinanciar 330.000 millones en 2012 y sería una misión imposible si el mercado no recuperaba la confianza en una banca sospechosa de maquillar el ladrillo. Se encontraba al frente del Centro del Sector Financiero de PriceWaterhouseCooper y estimó en 35.000 millones el capital necesario en la industria para poder purgar dicho empacho, a la vez que auguró una profunda oleada de fusiones que dejaría unas pocas entidades con tamaños más próximos a los 100.000 millones actuales que a los 30.000 millones de entonces. Guión entonces impensable y hoy cumplido.

“Que en 2010 volvieran a presentarse problemas de solvencia en entidades que habían recibido ayudas, es una prueba irrefutable, de que el Gobierno no había entrado a resolver el problema de fondo: la valoración de los activos y la falta de provisiones para los créditos con riesgo mal contabilizados”, reprochaba en su reciente comparecencia en la Comisión del rescate financiero del Congreso con un dardo directo al Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.

La situación ya no permitía emitir deuda a algunas comunidades autónomas y temía por su contagio al Tesoro, bajo la tesis de que no enderezaría el déficit si tenía que socorrer a una banca con unas dificultades que los bancos de inversión estimaban entre 45.000 y 180.000 millones y cuyo crédito caía a ritmos del 30% por la imposibilidad de financiar la economía.

Lo que ocurrió a partir de ahí derivó en una reforma integral del sector que le ha permitido pasar página del problemático ladrillo y acometer la concentración con años de adelanto frente al resto de sistemas financieros vecinos para aplauso y reconocimiento desde Europa, pero originó no pocas tensiones con el sector precisamente por la contundencia de las medidas. “Se decidió afrontar la situación de manera exhaustiva e integral” para evitar “el rescate total de España”, explicaba recientemente el mismo Guindos en la citada Comisión, ilustrando el colapso existente en la economía que encaraba la doble recesión y propiciado por los problemas de antiguas cajas. Y así lo hizo. 

Con el arranque de 2012 obligó a la banca a provisionar nada menos que 86.000 millones en tres meses con los bautizados decretos ‘Guindos’, un ejercicio que sacó a relucir la fragilidad de Bankia y derivó en su nacionalización. Ahí salta la primera gran polémica que le afecta, con nombres propios y personal: Rodrigo Rato, quien fuera el 'jefe'  de Guindos durante el Ejecutivo de José María Aznar en Economía le culpó de forzarla y acordar su déficit de capital después de reunirse con Emilio Botín, Francisco González e Isidro Fainé; tomando además medidas propias del supervisor a sus espaldas. Todas estas acusaciones, desmentidas por el ministro, han vuelto a saltar justo hace unos días en plena promoción ya al BCE.

La controversia nace, incluso, un paso atrás porque la entrada del Estado en Bankia tiene lugar después de que el FMI identificase al banco como epicentro del problema en un apunte cuya autoría algunos atribuyeron al Ejecutivo, así como el ‘borrado’ de otra mención en el mismo informe a BMN. Guindos fue miembro del comité ejecutivo de esta entidad hoy en plena integración en Bankia por decisión del Frob para mejorar el atractivo de la cotizada y maximizar la recuperación de ayudas.

La nacionalización de Bankia obliga a pedir 60.000 millones a Europa que impone toda una conversión al sector porque supone un rescate de la banca -las cajas desaparecerán como tal por exigencia de la Troika, por ejemplo, y será el detonante de otra ronda de fusiones-. El rescate llega tras someter al sector a un controvertido test de estrés encargado a Oliver Wyman que también levantó polvareda. Con los inspectores del Banco de España al frente se reprochó al Gobierno sembrar el descrédito sobre el organismo supervisor al subcontratar tal ejercicio a una firma externa; lo que el Ejecutivo explicó dentro de las numerosas imposiciones de la Troika a cambio del crédito prestado para salvar entidades.

De esa prueba, que auditará al conjunto del sector, surgirá el déficit de 3.000 millones en el Popular que no logrará superar del todo y la imposición de un ‘banco malo’ para sacar toda la toxicidad de las entidades rescatadas cuya factura costearán, en su mayor parte, los bancos sanos bajo la promesa de obtener una rentabilidad que se ha demostrado un espejismo.

La cirugía consiguió el principal objetivo de restablecer la confianza sobre la salud de las entidades y abrirles -además del Tesoro- un mercado absolutamente cerrado; logro finalmente reconocido y apoyado por la industria que sufrían los problemas de las entidades débiles porque el mercado no sabía discriminar y penalizaba a todos.  Se ha evaporado, sin embargo, la inmensa mayoría de los 60.000 millones inyectados en distintas ayudas. El sector descarta su recuperabilidad y apremia a acelerar la privatización de Bankia.

Del legado de Guindos balancean otras reformas positivas como acabar con la politización de las cajas y mejorar todos los esquemas de buen gobierno. Y algunas que les han gustado menos como la limitada efectividad del Código de Buenas Prácticas para evitar desahucios por su difícil aplicabilidad o del sistema extrajudicial de quejas por cláusulas suelo, y la garantista nueva ley hipotecaria. Esperan y aplauden el propósito de sentar una seguridad jurídica que se había perdido con la profunda judicialización de numerosas cláusulas hipotecarias, si bien auguran que encarecerá el préstamo.

La ‘cúpula’ del BCE apenas tiene competencias directas en materia supervisora porque en 2014 se decidió rodar dicha tarea en un organismo autónomo dentro de la institución (el Mecanismo Único de Supervisión). Su rol principal es auspiciar el crecimiento económico sano de la eurozona con un manejo de los tipos de interés que, en los últimos años, se ha criticado por favorecer más a Alemania que a países de la periferia como España. La banca espera que reanude las subidas como el maná que aliviará las castigadas cuentas y la mejor carta para garantizar su ansiada mejora de rentabilidad.

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