Telefónica, Turquía, China, EEUU... la millonaria mala racha inversora de BBVA

  • El banco ha tenido que encajar un impacto superior a los 7.400 millones por depreciación en bolsa de la sociedad y filiales desde 2011.
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EFE

Los vaivenes de la bolsa se han convertido en malos compañeros de viaje en las apuestas inversoras de BBVA. Desde el año 2011, el grupo dirigido por Francisco González ha tenido que encajar cerca de 7.500 millones de euros en saneamientos por la depreciación de sus participaciones accionariales en filiales o bancos participados en Turquía, Estados Unidos y China, junto al último revés de Telefónica, que detraerá en solitario 1.123 millones.

Hasta ahora fueron impactos directos contra el patrimonio, pero el bocado de la operadora irá directo al resultado por la entrada en vigor del artículo NIC 39 de la contabilidad internacional. Un artículo llamado a, como mínimo, instigar un ejercicio de valoración sobre participadas en todas las compañías, no solo de la banca, porque llevará sus minusvalías contra sus ganancias. Aunque es BBVA el primero que declara un efecto que, según cálculos de Bankinter, restará en torno al 15% del beneficio bruto correspondiente a 2017.

El grupo vasco reivindicó a Efe que en los doce años en el accionariado de la teleco presidida por José María Álvarez-Pallete ha ganado 3.500 millones gracias al trading y dividendos. El envés es que su desplome en bolsa le ha pasado una factura superior a los 2.300 millones en los últimos ejercicios, ya que cotiza en los 8,275 euros frente a la horquilla de 15-20 en la que irrumpió en el accionariado para sellar una alianza estratégica que aspiraba a rodar proyectos en muy diversos ámbitos.

A pesar del tropiezo atesora el 6,69% del capital y está en la historia las muchas veces que diluyó posición con desinversiones para financiar otras apuestas o encarar ‘boquetes’ regulatorios. Nada que ver con China. En 2017 puso punto final al desembarco protagonizado una década atrás con grandes fastos por la promesa de disparar transacciones gracias a las buenas relaciones comerciales entre Asia y Latinoamérica -donde cuenta con una extensa franquicia-.

Llegó a controlar un 15% del Citic y el 30% de su subsidiaria con sede en Hong Kong pero la insatisfactoria evolución le hizo pronto arrojar la toalla. En el repliegue, faseado a lo largo de cuatro ejercicios, tuvo que encajar contra patrimonio 2.300 millones en minusvalías por depreciación de su valor si bien el balance que el banco aireó resultó positivo al ascender a 4.600 millones en ingresos por ventas y recaudación de dividendos.

Gran parte del talón ha ido a reforzar la apuesta personal de Francisco González en la transformación digital y en Turquía, un mercado en desarrollo y con prometedoras tasas de crecimiento y bancarización -especialmente con gran tirón y penetración de esa banca digital que augura será el futuro-, pero también hoy en entredicho. Para construir su fortín en el Garanti ha destinado alrededor de 6.000 millones y solo en 2015 tuvo que reconocer contra la hucha de solvencia que su primera inversión había perdido 1.800 millones de valor.

Curiosamente el revés lo encaja porque al aspirar a comprar una mayor participación, de nuevo por ley, debe fijar tabla rasa y establecer a valor de mercado la posición íntegra. Hoy copa el 49,85% del Garanti, donde buena parte de la inversión la ha blindado para evitar que oscilaciones de su divisa se trasladen en impacto al capital, sobre todo ante las incertidumbres políticas, sociales y de terrorismo que rodean al país.

Replantea inversiones en Chile, Argentina, Rumanía... 

Entre medias, en 2011, encajó otro impacto negativo por 1.000 millones en Compass, la filial llamada a desarrollar la actividad en EEUU. La fragilidad de la economía americana y el impacto de un entorno regulatorio creciente para el sector financiero estropeaban las cifras a cuenta del fondo de comercio. Ni entonces varió el dividendo ni ahora lo hará Telefónica aunque los continuos y sucesivos efectos sí se han encarado replanteando otras inversiones.

La búsqueda de la rentabilidad y reducción de costes que ahora dirige la estrategia de cualquier banco para apuntalar su modelo está detrás precisamente de sus dos últimos movimientos: ha tirado la toalla en Chile después de mantener filial bancaria desde 1988 y repliega con 650 millones de plusvalías, y transferirá a Cerberus casi toda su losa inmobiliaria.

Quiso salir de Portugal ante la dificultad para crecer y el mal desempeño de la economía y, al no poder vender, metió tijera a estructura y continúa moviendo otras palancas: ha reducido posición en Argentina y puso cartel de venta sobre la filial Rumana.

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