Santander introduce el cambio climático en los riesgos que amenazan su negocio

  • El aumento de fenómenos meteorológicos adversos podría restar valor a los inmuebles que actúan como garantía en las hipotecas, entre otros riesgos.
Banco Santander, sede
Banco Santander, sede
José González

Banco Santander se ha convertido en la primera entidad española que introduce el cambio climático entre los factores de riesgo capaces de afectar a su negocio. Lo hace, eso sí, en las cuentas de su filial británica, después de que el Banco de Inglaterra haya solicitado tanto a los bancos como a las aseguradoras del país -donde el grupo cántabro capta el 13% de su beneficio- reforzar la gestión de los riesgos financieros que emanan del cambio climático. 

El supervisor de Reino Unido clasifica estos riesgos en dos: físicos y de transición. Los primeros se refieren a fenómenos meteorológicos puntuales (olas de calor, inundaciones, incendios forestales, tormentas) y a cambios a largo plazo en el clima, como un incremento del nivel del mar y los mismos podrían restar valor a los inmuebles que actúan como garantía en las hipotecas -incrementando el riesgo de crédito- o impactar sobre el negocio asegurador, entre otras contingencias.

Por su parte, los riesgos de transición se refieren a aquellos que pueden surgir en el proceso de adaptación hacía una economía baja en carbono. Por ejemplo, el desarrollo del coche eléctrico podría transformar la industria automotriz a una gran velocidad e impactar en el valor de los activos financieros que las entidades tengan en ella.

"Tenemos intención de reconocer formalmente (el cambio climático) como un riesgo emergente", dice Santander UK en sus cuentas correspondientes al primer semestre de 2019, de modo que el banco admite que las variaciones en el clima son capaces de tener un "efecto material" sobre su estrategia a largo plazo.

La filial británica del grupo que preside Ana Botín también afirma que durante 2019 su programa de trabajo está centrado en mejorar el entendimiento de los riesgos asociados al cambio climático, así como en la elaboración e implementación de un plan que atienda las exigencias de su supervisor, que pide que los consejos de administración de las entidades entiendan cómo pueden impactar este tipo de riesgos y estén preparados para abordarlos.

"Estamos abordando los riesgos relacionados con el cambio climático a través de nuestros negocios y funciones de soporte, coordinados y liderados por la división de riesgos", asegura la entidad cántabra en su informe semestral una vez que el Banco de Inglaterra, a través de la PRA (Prudential Regulation Authority), se convirtió en abril en el primer regulador financiero del mundo que publicó una circular sobre cómo bancos y aseguradoras deben gestionar este fenómeno.

El BCE y la Fed, pendientes del cambio climático

Siguiendo la estela del supervisor de Reino Unido, que está liderado por el canadiense Mark Carney, tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) también estarían reforzando aquellas labores de supervisión relacionadas con el cambio climático y sus potenciales efectos sobre las entidades.

De hecho, Jerome Powell, presidente de la Fed, reconoció en abril que la institución está preparando al sistema financiero norteamericano para poder resistir ante los riesgos financieros que entrañan una serie de fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, mientras que Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, indicó en junio que el supervisor comunitario valora incluir el riesgo climático en los próximos test de estrés a la banca.

Es más, durante su participación en un curso organizado por la Apie en Santander, Guindos dejó la puerta abierta a que Fráncfort exigiera en el futuro un cargo extra de capital a aquellas entidades que se vieran más impactadas por el cambio climático, una de las nuevas amenazas para el conjunto del sector financiero.

Y es que un incremento de seis grados de la temperatura global de aquí a finales de siglo es capaz de generar pérdidas de entre 4,2 y 43 billones de dólares en el conjunto de activos financieros de la economía, según un estudio del año 2015 elaborado por 'The Economist' y la aseguradora británica Aviva.

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