El cobro de comisiones golpea a los cajeros: se reducen las visitas al terminal

  • El número de operaciones cae por vez primera desde la crisis mientras los pagos directos con tarjetas de crédito y débito vuelan un 8,76%.
Gráfico sobre el pago con tarjetas y el uso de cajeros automáticos
Gráfico sobre el pago con tarjetas y el uso de cajeros automáticos

La estrategia de cargar comisiones en cajeros automáticos a no clientes comienza a rendir el fruto para el que la banca llevaba décadas trabajando: las visitas al terminal se están reduciendo y, aunque la tendencia es a acopiar más fondos en cada transacción para evitarse el cargo, el abono directo con tarjeta se ha convertido en un hábito extendido que pugna por desplazar a las arraigadas compras en efectivo.

Las estadísticas del Banco de España desvelan que los paseos al dispositivo cayeron un 0,36% durante el primer trimestre, algo que nunca había ocurrido si se excluyen los peores años de la crisis donde la operativa se resintió tanto en extracciones como en pagos directos por los apuros presupuestarios domésticos y el desplome del consumo. La brecha la abre CaixaBank con el cargo de 2 euros a clientes de otras entidades en 2015, y se extendió como mancha de aceite al resto de la industria. Se rompe el 'status quo', donde pertenecer a 4B, Servired o Euro6000 garantizaba gratuidad en sus terminales, obligando a la mayoría de bancos a recomponer las alianzas para colocar de nuevo a disposición de sus usuarios la mayor red posible.

Pero la mera incomodidad de tener que buscar ‘cajeros amigos’, bajo riesgo de sufrir un cargo de entre 0,45 y 2 euros en caso contrario, ha calado por encima de esos acuerdos convirtiéndose en el catalizador para acostumbrar al usuario a tirar de ‘dinero de plástico’. Todo un hito a tenor de la pertinaz renuencia del consumidor español, mucho más acostumbrado a acudir al sacar dinero y sufragar sus compras en metálico que los de cualquier otro país europeo.

A partir de ese momento y, según enseñan las estadísticas, el miedo inicial a usar la tarjeta se va diluyendo y su utilización comienza a galopar a un ritmo muy superior al recurso al cajero. En 2016, el importe total abonado en compras directas supera por vez primera en la historia al dinero dispuesto en el terminal -124.406 millones de euros frente a 118.275 millones sacados en metálico-.

No hay una cifra oficial sobre los pagos en metálico dado que los billetes y monedas pasan de unas manos a otras sin existir trazabilidad alguna. Y la realidad es que copa todavía la mayoría de facturas en la cesta de la compra. Pero lo que sí revelan las cifras del Banco de España es que el número de transacciones en terminales puntos de venta (TPVs) o datáfonos instalados en comercios crece a ritmos del 13% y los importes abonados a través de esas máquinas al 8,76%, mientras que los paseos al cajero menguan y el dinero extraído apenas sube ahí el 2,5%.

La banca lleva desde siempre articulando distintas ofertas para fomentar el uso de las tarjetas con programas que, incluso, devuelven parte de la factura satisfecha en forma de ahorros o con la concesión de puntos redimibles por artículos electrónicos, de ocio, restauración o deportes. En la actualidad se ha convertido, si cabe, en un producto aún más estratégico para mejorar las cuentas y la rentabilidad porque financia al cliente con el lucrativo crédito al consumo y permite recaudar comisiones al comercio por su aceptación y al cliente la cuota de emisión.

Su apuesta es tan clave que la mayoría de entidades se han enfrascado en incluir en catálogo el máximo número posible de opciones para facilitar el pago electrónico: Apple, Samsung, pulseras, relojes o anillos con chips internos que los convierten en tarjetas y, por encima de eso, todo el juego posible de wallets y aplicaciones en teléfonos inteligentes o smartphones. La máxima es aprovechar la ola del auge del consumo y la penetración del ecommerce, cuando el cliente tiene el desincentivo de acudir al cajero por las comisiones y la introducción de las tarjetas en taxis y autobuses está extendiendo el hábito a pagar casi cualquier importe y en cualquier lugar.

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