La otra desescalada

La España vaciada: el coronavirus no 'infecta' al consumo en los pueblos

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DIPUTACIÓN DE BADAJOZ

El plan de desescalada diseñado por el Gobierno para acabar gradualmente con el confinamiento no afecta por igual a toda España. Al margen del caótico proceso de fases por provincias, que puede llevar a que varias regiones no pasen a la fase 1 el próximo lunes 11 de mayo, hay una excepción que afecta a buena parte del territorio nacional: desde el pasado sábado, en 6.829 municipios no hay restricciones para salir a la calle. Es la España vaciada. Son los pueblos de menos de 5.000 habitantes, en los que Sanidad considera que no existe peligro de que se produzcan aglomeraciones y donde en su mayoría la crisis del coronavirus ha pasado inadvertida, hasta el punto de que ni siquiera se ha notado en el consumo.

Las normas de higiene y prevención sanitaria son las mismas que en el resto de España: distancia de seguridad, aforo limitado, uso de guantes y mascarilla, turnos de limpieza extraordinarios... Pero la diferencia con las grandes ciudades estriba en que la incidencia del coronavirus en estas poblaciones ha sido mucho menor, especialmente por la falta de espacios comunes de grandes dimensiones. De hecho, la mayoría de los contagios se produjeron en los estadios más tempranos de la epidemia, cuando muchos habitantes de grandes urbes como Madrid decidieron desplazarse a su segunda residencia en el pueblo de turno, o a casa de un familiar.

El mundo rural lleva otro ritmo. Tanto es así que los últimos datos que maneja la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) indican que las profundas fluctuaciones que ha vivido el consumo en España en los últimos dos meses han pasado de largo en la España vaciada: en los 6.810 establecimientos de alimentación de los pueblos de menos de 10.000 habitantes no hubo compras compulsivas ni estantes vacíos en los días previos al decreto del estado de alarma; tampoco se ha registrado desabastecimiento de ningún artículo problemático, como el papel higiénico en los supermercados de las ciudades.

"Los supermercados situados en zonas rurales están recibiendo con normalidad el suministro de productos de alimentación y primera necesidad, tanto no perecederos como frescos, desde el inicio de la crisis provocada por la crisis del Covid-19", explica la asociación, que representa casi al 80% de la superficie de venta de estos establecimientos rurales. Esta abundancia "ha permitido que los habitantes de municipios pequeños no se tuvieran que trasladar a realizar sus compras a otros lugares cumpliendo así con el confinamiento", lo que en última instancia ha resultado decisivo para 'liberarlos' desde la fase 0, al menos en los pueblos de menos de 5.000 habitantes.

Una compra semanal, matinal y sin colas

Tampoco la compra online ha cuajado en la España rural. Los habitantes de los municipios de menos de 10.000 habitantes no han modificado ni un milímetro sus hábitos de compra. "Están acostumbrados a realizar compras semanales, en general tienen espacio para almacenar productos no perecederos y la compra se suele hacer por las mañanas, por lo que los horarios de los establecimientos se han centrado en dicha franja, con las tiendas cerradas por la tarde en algunos casos, aunque ya han comenzado a recuperar la normalidad en cuanto a aperturas", apuntan desde Asedas.

Lo que no conocen en la España vaciada son la colas: los establecimientos de alimentación suelen ser de dimensiones mucho menores que los grandes supermercados de las ciudades, por lo que disponen de menos aforo; empero, la escasa población y el gran espacio entre compras hacen que apenas existan tiempos de espera. En el campo se compra como se hace desde que se tiene memoria: llenando a rebosar la despensa para no tener que perder más tiempo del necesario. De ahí que los horarios reducidos tampoco hayan tenido incidencia en los hábitos de consumo. Aún dejando franjas más estrechas para comprar que en las grandes urbes.

Sin embargo, ¿por qué las zonas rurales no han sufrido desabastecimiento en este tiempo en el que la distribución ha redoblado esfuerzos para abastecer a las ciudades? Asedas explica que ha sido posible "gracias a la labor de las centrales de compras, que hacen que este tipo de establecimientos puedan competir en precio y en surtido, y sean un factor fundamental de fijación de población, así como creación de empleo y riqueza en zonas despobladas. A ello contribuye el apoyo que dan a los productores locales, que encuentran en las cadenas regionales canales de comercialización de proximidad para sus productos".

De hecho, "muchas de estas cadenas están tratando de colaborar en la medida de sus posibilidades con la comercialización de dichos productos", según la asociación. Algo que está salvando de la quiebra a las zonas rurales, en las que principalmente se vive de la agricultura y la ganadería. El problema es que, cuando las ventas en el sector de la alimentación se estabilicen, es una incógnita lo que ocurrirá con el exceso de producto. Especialmente, porque los centros de producción han invertido mucho dinero en adaptarse a los requisitos de la crisis sanitaria.

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