España y Francia echan el freno al gas y enfrían el negocio de Naturgy y Repsol

  • Los Gobiernos de Macron y Sánchez advierten contra el exceso de inversiones en infraestructuras gasistas que alentó el Ejecutivo de Rajoy
Material para el gasoducto Midcat entre Francia y España.
Material para el gasoducto Midcat entre Francia y España.
EFE

Va a ser una de las grandes batallas de la transición energética: decidir durante cuánto tiempo habrá que quemar gas para sustituir la energía de combustibles contaminantes, y decidir cuánto dinero habrá que dedicar a desarrollar infraestructuras que aseguren su suministro. La pugna ya ha comenzado. Empresas como Naturgy -la antigua Gas Natural- o Repsol consideran que el gas será la energía de la transición hacia la economía descarbonizada en un proceso que será relativamente largo y bueno para el negocio.

Pero en el sector energético las cosas se mueven a gran velocidad. El desarrollo renovable aprieta y los Gobiernos de España y de Francia recelan de las grandes inversiones previstas en redes gasistas como el gasoducto Midcat: 1.250 kilómetros de tuberías entre España y Francia, atravesando los Pirineos que requeriría una inversión de más de 3.000 millones.

Pasó casi desapercibido, pero en el encuentro sobre interconexiones energéticas que Francia, Portugal y España celebraron en Lisboa el pasado 27 de julio, el presidente francés, Emmanuel Macron, echó un jarro de agua fría al proyecto transpirenaico. En la reunión se aprobaron nuevas interconexiones eléctricas entre España y Francia, pero en lo relativo al Midcat sólo se acordaron reuniones de expertos y nuevos estudios. Macron marcó distancias: la eventual construcción del Midcat -que sí apoya la Comisión Europea- debe tener "sentido económico", dijo. Algo que se cuestiona tanto en España como en Francia.

Empujón de Rajoy

El proyecto Midcat, que comenzó a tomar forma en 2005 y que aceleró a trompicones el Gobierno de Mariano Rajoy en su última etapa es crucial para que el gas argelino llegue a Europa. Para Naturgy, accionista (15%) del gasoducto entre España y Argelia (Medgaz) junto a Cepsa y a la empresa estatal argelina Sonatrach, el Midcat -proyecto en el que participan la española Enagás y la francesa Teréga- es muy importante.

Gráfico gas.
Gráfico gas.

La compañía que preside Francisco Reynés renovó en junio, con dos años de anticipación los contratos de suministro de gas firmados con su socio y accionista argelino, Sonatrach. Reynés se aseguró 9 bcm de gas al año hasta 2030, un tercio de la demanda total anual del país. Pero tiene que colocarlo sí o sí porque los contratos son take or pay, los tendrá que pagar venda o no el gas.

Por eso Naturgy necesita infraestructuras que faciliten la venta y necesita también que el gas se consolide como energía de sustitución en la transición durante el mayor tiempo posible. Tanto Naturgy como Repsol -el 60% de su reservas son de gas- se enfrentan a los recelos del Gobierno de Sánchez sobre la utilización del gas, que contamina menos que el carbón, pero que no es limpio.

La ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera fue muy contundente en su primera comparecencia en el Congreso el pasado mes de julio. En su intervención, Ribera pidió "cautela" frente a los "delirios" de quienes creen que una energía de transición (el gas) puede extenderse "ad infinitum", lo que lleva a posibles excesos "tanto en la generación [de electricidad] como en infraestructuras". Un mensaje claro.

La Información intentó obtener la valoración de Naturgy tanto sobre la posición manifestada por la ministra Ribera respecto al gas como a la de las autoridades francesas en la interconexión gasista con Francia, pero la compañía prefirió no opinar.

Repsol: planes globales

Por su parte, fuentes de la petrolera Repsol se limitaron a señalar que sus planes en el negocio del gas son globales, más enfocados a América Latina y Asia que a Europa y a España, y sin  partipaciones en redes de distribución. En teoría, ni los recelos de Francia hacia las interconexiones gasistas con España, ni la posición crítica del Gobierno español hacia el gas como energía de transición les afecta.

Pero la cuestión no es tan fácil. Repsol, como otras compañías relacionadas con el negocio de los combustibles fósiles, está buscando nuevos nichos de negocio para diversificar las fuentes de ingresos y para mejorar la imagen. Los cambios de nombre, como el que convirtió Gas Natural en Naturgy, las depreciaciones en el valor de los activos energéticos tradicionales -entre ellos las centrales de gas-o la "venta" del gas como alternativa a la gasolina y el gasóleo forma parte de una batalla que marcará la transición energética.

La pugna entre el gas y las renovables en España se produce en un contexto de lenta recuperación del consumo gasista -desplomado entre los años 2007 y 2014-, con centrales prácticamente ociosas y caras de mantener, y con regasificadoras y almacenes de los que no se utiliza ni la mitad de su capacidad (42% según Sedigas).

De cómo se resuelva la batalla y cuánto dure ésta depende el futuro de una amplia y costosa infraestructura: 11.369 kilómetros de gasoductos, una red de transporte y distribución de 87.000 kilómetros y 67 grupos de generación eléctrica con gas.

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