Sin grandes efectos en la acción

Facebook Papers’, multas y polémicas: Zuckerberg llega acorralado a Meta

El consejero delegado de la red social trata de correr un velo con la nueva marca de la compañía en uno de los momentos más delicados de la historia de la compañía.

Mark Zuckerberg realidad virtual Facebook
Mark Zuckerberg, consejero delegado de Facebook.
Agencia EFE

La emblemática entrada de la sede de Facebook en Menlo Park (California) amaneció el pasado jueves tapada y con varios operarios trabajando detrás del 'velo'. Se afanaban en borrar el ya icónico dedo pulgar de ‘Me Gusta’ por el nuevo logo. Unas horas después, su creador y consejero delegado, Mark Zuckerberg, presentaba la nueva marca Meta y el intento de la compañía por liderar el llamado metaverso. Este empeño por ‘borrar’ llega después de unos meses nefastos para la compañía y para el propio Zuckerberg, en los que se han desvelado papeles internos que demuestran una gestión de la privacidad muy deficiente y han sufrido la mayor caída de sus sistemas en años y dos multas históricas por la gestión de los datos.

Cuando en 2018 se descubrió, tras una filtración, el uso indiscriminado de información personal de millones de usuarios recopilados a través de una de las aplicaciones con acceso (Cambridge Analytica) muchos pensaba que Facebook había tocado fondo. Que habían aprendido la lección. Tres años después, la compañía sigue cercada por nuevos escándalos. El más destacado es el conocido como los ‘Facebook Papers’, la publicación por parte de una exjefa de Producto de la compañía, Frances Haugen, de documentos internos con los que se llega a una conclusión clara: en tres años los cambios para tratar de reducir la polarización o los efectos nocivos en los usuarios más jóvenes han sido escasos o, en algunos casos, nulos.

Primero fue el diario The Wall Street Journal que reveló el pasado mes de septiembre en varias entregas algunos de esos documentos. En ellos se confirmaba que Facebook tenía una ‘élite secreta’ de usuarios VIP que estaban exentos de cumplir con las reglas contra el odio o la incitación a la violencia. Se plasmaba la resistencia del propio Zuckerberg, por el miedo a que se redujera el uso de la red social, a hacer cambios en el algoritmo -modificado en 2018, el año del escándalo ‘Cambridge Analytica’- pese a las advertencias de los empleados por esa potenciación del contenido dañino. Además se denunciaba la estrategia de la compañía de atraer a preadolescentes a sus plataformas, especialmente Instagram, pese a que estudios internos señalaban el daño que la red social causa a su salud mental. Los papeles conocidos esta pasada semana, mucho más amplios y publicados por otros grupos de medios, demuestran las mismas tesis.

Pero estos no son los únicos problemas a los que se ha enfrentado Zuckerberg y su cúpula desde la vuelta del verano. Ha tenido que hacer frente a numerosas multas. Por un lado ha tenido que pagar 14,2 millones de dólares para dar respuesta a las reclamaciones civiles del Gobierno de Estados Unidos al haber discriminado a trabajadores estadounidenses a favor de extranjeros. Además, la agencia de protección de datos irlandesa ha sancionado con 225 millones de euros a WhatsApp por brechas de seguridad. Este organismo también ha propuesto otro pago de 36 millones de euros y tiene abiertas otras investigaciones en paralelo. Además, Reino Unido también le ha exigido 50 millones de libras por incumplir una orden impuesta por la CNMC británica (CMA por sus siglas en ingles) durante la investigación sobre la compra del gigante de los gifs animados en internet Giphy. Todas ellas entre septiembre y octubre.

Por si todo esto fuera poco, la red social también tuvo una de las peores interrupciones de su servicio en la última década. Este tipo de caídas eran habituales en los primeros años, con el fuerte crecimiento de usuarios. No es habitual que durante más de 6 horas, tanto la propia Facebook como WhatsApp e Instagram, estuvieran inutilizables. Este hecho no se debió a ningún ciberataque, sino a un problema de configuración de las tripas tecnológicas. Esto llevó a un fallo en cadena que además despertó algunas críticas de expertos, que entendían que la infraestructura de todo el grupo, con tres de las aplicaciones más usadas del mundo (también por millones de negocios), no puede tener esa interdependencia.

La reacción de Zuckerberg ante todo esto no ha sorprendido, pues es muy similar a la que ha mostrado en otras ocasiones. Primero, sobre los documentos filtrados y su gestión interna de la privacidad o del discurso del odio, trató de restarles credibilidad ante unos analistas preocupados esta pasada semana: “Estamos viendo un esfuerzo coordinado para usar selectivamente documentos filtrados para pintar una imagen falsa de nuestra empresa”. A esto hay que sumar otra medida hacia el público: el proyecto Project Amplify. Según desveló The New York Times, ha utilizado el muro de Facebook de los usuarios para tratar de potenciar contenido propio con el que defenderse y distanciarse de los escándalos. Eso hacia afuera. Pero internamente ha tratado de frenar la contestación interna.

Para tratar de frenar esa contestación ha hecho que algunos grupos de discusión internos online fueran privados y con una limitación en el número de usuarios que pueden verlo, con el objetivo de minimizar las filtraciones de información por parte de empleados enfadados por la gestión de la crisis por parte de la cúpula. A esto hay que sumar la celebración de numerosas reuniones y eventos internos y el envío de documentos para tratar de contrarrestar las filtraciones de los ‘Facebook Papers’ y evitar una ‘rebelión interna’. Además, también ha frenado el el desarrollo de algunos productos para profundizar en lo que aseguran como “revisiones reputaciones” para no acarrear más problemas internos. Entre otros frenazos destaca el de la versión para preadolescentes de Instagram.

En todo este contexto, esta semana pasada el primer ejecutivo del gigante decidió sacarse un as de la manga: un cambio de nombre. Al estilo de Google, introdujo un nombre nuevo para todo el holding, Meta, que englobaría todos sus negocios. Esta marca trata de reflejar la apuesta de la compañía por lo que se conoce como el ‘metaverso’, la realidad paralela que generarán tecnologías como la realidad virtual o la realidad aumentada. Durante los próximos años ejecutarán inversiones milmillonarias en este sector, pero muchos analistas interpretan esta medida de ‘rebranding’ como una maniobra ante la presión por las diferentes filtraciones.

Sea como sea, los inversores reaccionan de manera similar al escándalo de Cambridge Analytica en 2018. Desde el 1 de septiembre, la empresa se ha dejado un 16% de su valor en los mercados bursátiles. Sin embargo, el castigo es relativamente limitado y hoy la compañía sigue teniendo una capitalización bursátil de casi 900.000 millones de dólares. Los números del tercer trimestre de este año fueron relativamente buenos y resisten muy bien, a pesar de estar por debajo de lo previsto por analistas, debido al impacto de las nuevas reglas de privacidad de Apple. El negocio no se ve muy resentido y las firmas que analizan a la compañía lo aplauden. A esto hay que sumar otros 50.000 millones de dólares destinados a recompra de acciones, para tener contentos a los accionistas.

Ante este escenario económico, queda por ver si existe incentivo claro para que Facebook se arregle por sí solo y ponga coto a todos los problemas vinculados a la privacidad y al discurso del odio. Roger McNamee, inversor inicial de la compañía y exasesor de Zuckerberg, aseguraba a la revista Time en un artículo que esta filtración de documentos sí que ha cambiado las cosas después de años de presiones para que lo hiciera. “Muchos otros y yo mismo hemos presionado a Zuckerberg para que reformen Facebook; me comuniqué con ellos en privado y hablé en público. No pasó nada”, apunta. Exige que los legisladores a nivel global, con el Congreso de los Estados Unidos a la cabeza, frenen a la compañía y a otros gigantes tecnológicos con nuevas leyes para resolver los tres grandes problemas: seguridad, privacidad y competencia.

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