El jefe más odiado por Estados Unidos: este es el discreto dueño de Huawei

  • Ren Zhengfei se enfrenta al momento más complicado al frente del gigante que ha levantado en las últimas cuatro décadas entre alargadas sombras.
Ren Zhengfei, presidente de Huawei Technologies (Foto: Huawei)
Ren Zhengfei, presidente de Huawei Technologies (Foto: Huawei)

Tiene 74 años. Y tras décadas en la sombra, Ren Zhengfei está en el ojo del huracán. Muy a su pesar, pues durante años ha sido especialmente discreto. Ahora, el creador de Huawei se ha convertido en el directivo más odiado de los Estados Unidos. Antiguo trabajador del ejército chino -vinculación que ha despertado todas las sospechas de sus enemigos- levantó de la nada con mano de hierro y una 'cultura del lobo' una compañía que hoy concentra un enorme poder al ser el mayor proveedor de tecnología de telecomunicaciones y uno de los mayores fabricantes de móviles del mundo. Un gigante cuyos pilares se resquebrajan ante el ahogo comercial sufrido por los temores a un espionaje masivo. ¿Cómo consiguió levantar ese imperio? Esa duda sigue persiguiéndole.

Zhengfei nació en 1944 en una de las provincias más pobres de China, Guizhou. En sus orígenes no hubo opulencia. "Teníamos sal para cocinar, así que nos consideraban ricos", explicaba en una entrevista a la BBC británica en 2015. Con 30 años se unió al Ejército de Liberación Popular chino. ¿Por qué? Su versión: el Gobierno echó mano del ejército y de perfiles más técnicos para levantar fábricas textiles ante la enorme escasez en el país. Él era ingeniero civil.

Esa no es la versión que ofrece Estados Unidos. Oficiales del país han acusado a Ren de ser un oficial de alto rango de la inteligencia china. Unos lazos que le permitieron hacer crecer a Huawei como una de las grandes compañías que aportaron la tecnología para desplegar redes de telecomunicaciones en un país altamente dependiente del exterior. De hecho, ese fue el terreno donde el directivo arrancó el proyecto, con tres gigantes controlados por el Estado chino -ZTE, Datang y Great Dragon- repartiéndose una parte del mercado.

En aquella década de los 90, según relataba el propio directivo a varios medios, recibió el respaldo de cinco inversionistas privados que le ayudaron a recabar los 5.000 dólares con los que arrancó la compañía para tratar de hacer negocio en el pujante negocio de las telecomunicaciones. Todos ellos salieron en los 90, según Huawei, sin que se sepa las cantidades de la venta, ni ningún dato añadido. Más sombras sobre el inicio de una compañía que se levantaba en la región de Shenzhen, entonces un pueblo costero más y hoy uno de los grandes centros tecnológicos del país, donde trabajó desde 1983 -cuando salió del Ejército tras desmantelarse parte de la estructura donde trabajaba- en la logística de una compañía petrolera.

Los orígenes no fueron sencillos. Aquella pequeña compañía se tuvo que hacer un hueco entre aquellos gigantes de las telecomunicaciones que recibían ingentes cantidades de dinero público a través de un programa de inversión del gobierno de la República Popular China -Estados Unidos asegura que desde aquí tiene al Estado como su principal accionista-. ¿Cómo lo hizo? Ren se centró principalmente en las zonas más rurales chinas, donde las compañías estatales y las multinacionales como AT&T, Nokia y otras ni se molestaban en trabajar. Fue allí donde empezó a distribuir rudimentarias centrales telefónicas (PBX). Años más tarde, en los primeros 90, lanzó su propio router. Fue el despegue de la compañía.

Una cultura 'del lobo'

En esta trayectoria, Ren trabajó en secreto, bajo los focos. Era uno de los directivos más desconocidos fuera de China. Pero ejecutó con mano de hierro e instauró lo que se ha conocido como la 'cultura del lobo' de la compañía. Es decir, llevar al límite la expansión de una manera agresiva a costa de exprimir a la plantilla. El diario The New York Times entrevistó a decenas de empleados y exempleados que corroboraban esas medidas. Eso llevó a los trabajadores a ir más allá, siendo acusados de sobornar a funcionarios públicos para hacer negocios en África o copiar el código de un competidor en Estados Unidos.

El propio fundador admitió en 2015, en el Foro Económico Mundial de Davos, lo que todos sospechaban: miles de empleados habían cometido irregularidades durante años. Llevaron a cabo un programa de 'confesión' el año anterior y se mostró indulgentes con ellos. Las faltas iban desde informes financieros fraudulentos, sobornos o corrupción. El trasfondo hay que encontrarlo también en la política de incentivos que impuso Ren: los empleados han contado con importantes incentivos y planes de compensaciones por su rendimiento. Hoy, según sus propias cifras, todos los empleados son accionistas de la compañía.

Pese a ese programa, que marcó un antes y un después, la impronta del máximo directivo siguió muy presente. En unos comentarios enviados por correo electrónico dos años más tarde, en 2017, Ren advertía de que era importante cumplir con las reglas internas, pero sin que esto socave el negocio. "Si impide que el negocio produzca grano, todos morimos de hambre". Estas y otras frases lo han convertido en un líder espiritual. No está en las decisiones ejecutivas, pero sí que trata de influir en su plantilla -hoy de 180.000 empleados- a menudo con comentarios publicados en sitios internos de la compañía, donde habitualmente utiliza parábolas vinculadas al ejército e imágenes de la guerra. "La gente se levantaba y aplaudía cada vez que entraba en una habitación", explicaba un exempleado de la compañía al diario estadounidense Los Ángeles Times.

Un perfil discreto... hasta la 'guerra'

Todos estos movimientos eran hacia adentro. Fuera, su nombre apenas se conocía pese al rápido crecimiento de la compañía a escala global... hasta ahora. La guerra desatada contra Estados Unidos, que arrancó en 2012 cuando el Comité de Inteligencia de la Casa Blanca lo calificó como una amenaza para la seguridad nacional y que continuó con el arresto de su hija y 'número 2' de la compañía y con el veto impuesto por el Ejecutivo de Donald Trump, le ha obligado a ponerse frente a los focos. Ha ofrecido varias entrevistas en medios estadounidenses como CNN o CNBC y británicos como la BBC.

En todas ellas se ha esforzado por descartar la existencia, como denuncia Estados Unidos y otros países, de 'puertas traseras' en sus dispositivos para facilitar el acceso a información delicada de países, empresas y usuarios fuera de China. Y por sacudirse la sombra de la duda sobre si la aprobación de la Ley de Inteligencia Nacional de China, que entró en vigor en 2017, le obliga a colaborar ofreciendo esos datos.

Ahora, su compañía, que concentra un enorme poder al ser el mayor proveedor de infraestructura de telecomunicaciones del mundo, está más perseguida que nunca. A las puertas de los primeros despliegues de las redes ultrarrápidas 5G, el veto de Estados Unidos ha desembocado en un aluvión de medidas similares en otros países y compañías. Ren, con una fortuna personal de más de 1.800 millones de dólares según la revista Forbes, está en el ojo del huracán. Se ha convertido en el directivo más odiado de los Estados Unidos. Queda por ver el resultado de esta guerra. 

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