Gas Natural, el sueño de un corsario que descubrió el alumbrado público por gas

  • Pedro Gil y Babot, aliado con un industrial francés, consiguió que el Ayuntamiento de Madrid le diera una contrata durante 15 años.
Sede de Gas Natural / EFE
Sede de Gas Natural / EFE

Gas Natural Fenosa anunciaba esta semana el traslado de su sede social de Barcelona a Madrid. Todo un desgarro para una firma cuyos orígenes encierran, como quizá ninguna otra compañía de origen catalán, el espíritu emprendedor y comerciante que ha atravesado a los catalanes desde el Renacimiento y que hoy está en peligro por los desmanes secesionistas del Govern.

Porque los inicios de la gran multinacional energética que hoy es Gas Natural, los encontramos en una figura sobresaliente del siglo XIX español: Pedro Gil y Babot, responsable de la Sociedad Catalana para el Alumbrado de Gas de Barcelona.

Comerciante, marino y corsario

Pero la Sociedad es uno de los muchos avatares de la vida de Gil y no es, ni mucho menos, el primero de ellos. Nacido en Tarragona, desde pequeño vivió el espíritu comercial viendo a su padre ejercer su profesión de comerciante marítimo. Muy ligado a su hermano Pablo, ambos fueron desde pequeños orientados por su padre hacia el mundo de los negocios. Su formación comenzó en París, bajo la tutela del banquero de su padre en la ciudad; de ahí a Londres, en donde su hermano se propuso abrir una casa de comercio de licores y vinos catalanes, en la que Pedro tendría parte, siendo el responsable del envío del género. Pero pese a la amplísima red de relaciones comerciales que habían establecido y a sus afanes, que llegaban incluso al comercio con los puertos del Pacífico americano, el proyecto no prosperó. Y su madre, mujer de ideas liberales, ante la sangría económica que suponía tener a dos hijos en Londres, decidió que volvieran al redil paterno.

Comenzó entonces este burgués a girar como comerciante por cuenta propia, teniendo rehuir de las tropas del ejército francés que por entonces –en los primeros pasos de la Guerra de Independencia- campaba por España. Expulsadas las fuerzas napoleónicas, se trasladó a Barcelona, en donde arrancó su actividad naviera, patrocinando la fragata Cristina y la polacra Constancia, dedicada en exclusiva al corso, además de otro ingente número de naves, como el bergantín Tellus, que sin mucho éxito, estuvo involucrada en el tráfico ocasional de esclavos.

Pero el negocio del comercio marítimo era entonces aún más arriesgado que hoy. Y Gil quiso invertir sus esfuerzos y su patrimonio en una industria por entonces pionera: el alumbrado por gas. Lo que hoy son las energías renovables para Gas Natural Fenosa, lo fue el gas entonces. Y nuestro industrial catalán vio la oportunidad de negocio, sobre todo después de que Madrid instalara el sistema en sus calles.

Aliado con un industrial francés, presentó al Ayuntamiento de la ciudad un proyecto de alumbrado público, logrando para sí la contrata durante quince años. Un suculento contrato que, claro, despertó enseguida las rencillas entre los socios, llegando incluso a un pleiteo largo y arduo que acabo fallando a favor del hijo de Gil.

Además de sus labores industriales, Gil y Badot participó activamente en política, llegando a ser diputado y vicepresidente del Congreso de los Diputados. Hombre de ideas liberales, como su madre, su gran destreza para los negocios y el comercio le alzaron hasta posiciones políticas como el de la Juna de Administración de Caudales Públicos. Con la vuelta al absolutismo de Fernando VII, abandonó la política y acabó integrándose en la Junta de Armamento de Cataluña, dirigida por Espoz y Mina.

Volvió al Congreso, y allí se dedicó sobre todo a la política económica y hacendística. Su amistad con Juan Prim, le granjeó la posición de Capitán General Interino de Cataluña, cargo del que abdicó tras una revuelta popular que le movió a abandonar Barcelona.

De Sociedad a multinacional

La Sociedad que Gil y Badot constituyó para alumbrar la capital catalana se convirtió pronto en una empresa pionera en España, sobre todo desde que en 1846 abriera sus puertas la Bolsa de Barcelona. Pero España entonces no contaba con un músculo económico lo suficientemente desarrollado como para impulsar el crecimiento al que la Sociedad estaba llamada. Tuvieron que ser caudales e inversiones francesas las que le dieran ese impulso que tuvo como primera parada, el establecimiento de fábricas de gas en Sevilla y Ferrol o la inclusión en el negocio eléctrico mediante la apertura de la Central Térmica Vilanova de Barcelona.

La expansión fue tal, que la Sociedad se quedó estrecha para un negocio que no hacía más que crecer. Es por esto por lo que en 1912 pasó a denominarse Catalana de Gas y Electricidad S.A, aunando bajo esta marca todos los negociados y participaciones que la antigua Sociedad había ido generando.

Avanzando el siglo XX, el negocio siguió creciendo. Piénsese que España era un país sin iluminar y que, por los avatares históricos y bélicos que la circundaron, entró tarde en la revolución industrial. Así se llegó hasta la década de los sesenta, en las que Catalana vuelve a protagonizar una gran actividad expansiva, abriendo fábricas en Barcelona y convirtiéndose, gracias a una alianza estratégica con Exxon, en la empresa pionera en la comercialización de gas natural, abriendo sus fronteras hasta Libia o Argelia.

Y de nuevo, el crecimiento motivó un cambio en la marca, contrayéndolo a Catalana de Gas S.A. Una denominación que informó ya del que será el núcleo del negocio de la empresa, y que lo sigue siendo hoy de Gas Natural-Fenosa: la comercialización y factura de gas natural.

Pero la marca actual surge en los 90, cuando las autoridades políticas, lejos de emplearse a fondo en generar inseguridad jurídica, se centraban en levantar la economía del país. Gas Natural, porque ese fue el cambio de nomenclatura, surgió de la fusión entre Catalana de Gas, Gas Madrid y los activos de distribución de gas que aportó una Repsol que, por entonces, continuaba siendo una empresa pública.

Con la nueva denominación, el ya Grupo Gas Natural se lanzó a la conquista de mercados internacionales, comenzando por Argentina y siguiendo por el Magreb, Brasil, México y Colombia.

Ante la privatización del mercado eléctrico en España, trató de volver a sus orígenes, en los que comercializaba también esta fuente de energía, además de gas. Lanzó una OPA hostil fallida hacia Endesa. Y volvió a intentarlo, esta vez con éxito, con Unión Fenosa, a la que lanzo una OPA, aunque no hostil. La integración de la compañía fundada por el conde de Fenosa, permitió a Gas Natural constituirse como el primer grupo energético que integraba gas y electricidad.

Y así hasta hoy. Más de cien años después, con beneficios millonarios y presencia en los cinco continentes, la pequeña Sociedad impulsada por un industrial, paradigma de los valores comerciales propios del carácter catalán, se convirtió en una de las grandes empresas del mundo que, curiosamente, es capaz de resistir entornos como el de Angola, Kenia, India o Nicaragua, pero se ve forzada a trasladar su sede por un gobierno autonómico y su irresponsabilidad.

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