La dependencia de España

El gasoducto Medgaz, clave geopolítica para vetar la opa de IMF sobre Naturgy

Cortar el grifo del gas desde Argelia implicaría poner en cuestión la transición energética en la que centran sus esfuerzos empresas y Gobierno. Paradójicamente, el gas es vital para el despliegue de las renovables.

El gasoducto Medgaz, clave geopolítica para vetar la opa de IMF sobre Naturgy
El gasoducto Medgaz, la clave geopolítica para vetar la opa de IMF sobre Naturgy.
EFE

Medgaz es uno de los vínculos históricos entre España y Argelia. A través de sus 210 kilómetros de recorrido submarino a 2.160 metros de profundidad, el gasoducto une el puerto de Beni Saf con la playa almeriense del Perdigal. La inversión prevista para su construcción rondó los 900 millones de euros en los que se emplearon más de 2.000 trabajadores. Este ‘tubo’ puede llegar a inyectar directamente 8.000 millones de metros cúbicos al año desde África a Europa. España y Argelia se convierten así en el nexo energético perfecto entre dos continentes.

No es la única infraestructura por la que circulan hidrocarburos procedentes de Argelia. A través de Marruecos, los yacimientos de Hassi R’Mel se conectan con el gasoducto Magreb-Europa (GME), cruzando el Estrecho de Gibraltar hasta llegar a la Península Ibérica y de ahí al resto de Europa. Es el contrapoder, limitado, al siempre inestable gas ruso que entra por el noreste europeo.

Si las cifras económicas son ya suficientemente importantes, la dimensión geopolítica supera con creces las expectativas monetarias y energéticas. Cortar el grifo del gas a nuestro país desde Argelia implicaría poner en cuestión la transición energética en la que están centrando sus esfuerzos empresas y Gobierno de España. Paradójicamente, el gas, como energía de respaldo, es vital para un correcto despliegue de las renovables en nuestro país. Sin él, subordinados únicamente a la energía nuclear como fuente primaria segura en el suministro energético español, España dependería exclusivamente del suministro de gas licuado a través de las siete regasificadoras que pueblan el litoral español.

La importancia estratégica del gasoducto Medgaz está plasmada en el espíritu de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) elaborada en 2017 que advierte de que "cualquier interrupción de los servicios proporcionados por las infraestructuras de sectores estratégicos … podría tener graves consecuencias en los flujos de suministros vitales o en el funcionamiento de los servicios esenciales, además de provocar perturbaciones y disfunciones graves en materia de seguridad".

El mismo texto reconoce que los servicios esenciales como la industria nuclear, la industria química, el agua, las tecnologías de comunicación y, por supuesto, la energía, aun siendo “proporcionadas por operadores privados” resultan fundamentales, y, por lo tanto, el Estado, “debe seguir potenciando la colaboración público-privada en este ámbito en beneficio de la sociedad en su conjunto”.

La relación directa entre empresa y Estado es habitual cuando hablamos de energía. Una de las joyas de la corona geopolítica de Naturgy es precisamente su participación en Medgaz. Con un 49% de la propiedad del proyecto, es el contrapeso perfecto para el restante 51% en manos de la argelina Sonatrach. La balanza se equilibra perfectamente en lo relativo a los derechos de voto, que se reparten a partes iguales entre ambas compañías. Para preservar aun más esta unión estratégica, Sonatrach posee un 4% de la española, siendo el cuarto accionista de Naturgy. De la aparente simbiosis nace un partenariado que se ha convertido en un eslabón diplomático entre los dos países desde hace casi 45 años.

Esta es la razón de la alarma que se está extendiendo entre los analistas de Moncloa que son conscientes que, de prosperar la OPA de IMF sobre Naturgy, provocaría que la infraestructura energética más importante del suroeste europeo pudiera escapar del control español.

Medgaz ha estado presente siempre en la agenda de las relaciones exteriores de España. En un reciente viaje a Argelia, el presidente del Gobierno, apuntaló el carácter estratégico del gasoducto, afirmando que “Argelia es un mercado prioritario para España” y poniendo en valor la colaboración entre ambos países para “estar a la altura del desafío que tenemos por delante, no solo para el presente sino para el futuro que queremos seguir compartiendo”. Lo hacía en un momento en que las delegaciones de Naturgy y Sonatrach abordaban el siempre espinoso asunto del pago del suministro, especialmente sensible en un tiempo de inestabilidad en el mercado gasístico.

La relación directa entre empresa y Estado es habitual cuando hablamos de energía. Una de las joyas de la corona geopolítica de Naturgy es precisamente su participación en Medgaz

Es ese futuro al que aludía Pedro Sánchez el que se ve comprometido con la irrupción de un nuevo actor que, de entrar con la fuerza que promete, rompería el equilibrio existente entre las dos orillas del Mediterráneo. Es sabido que las negociaciones entre España y Argelia siempre se han conducido, y reconducido, de Estado a Estado. Esta práctica ha sido así desde 1985, momento en el que el Gobierno de Felipe González renegoció los acuerdos de 1977 entre ambos países, tras una crisis de dos años en los que el suministro de gas argelino descendió de manera alarmante.

Siempre que ha habido problemas en la relación, las capitales y los servicios económicos de Argel y Madrid se han puesto manos a la obra y han asegurado el suministro necesario para cubrir las necesidades energéticas. No siempre al precio que unos y otros deseaban, pero siempre garantizando que el gas llegara hasta España.

Una cuestión de seguridad energética

La seguridad energética es uno de los pilares de la Seguridad Nacional. A este respecto, la ESN desarrolla el concepto, centrándose en la seguridad de las instalaciones a las que considera como “un factor importante”. Esta jerarquía no sólo incluye la protección física de las instalaciones. También la “inversión en infraestructuras, su mantenimiento y modernización”. Atar este punto es esencial para alcanzar la ansiada seguridad en materia energética, especialmente agravada en un contexto de “baja interconexión de gas y electricidad de España con el resto de Europa”. Todos estos factores hacen que España sea un país sujeto a “vulnerabilidad a interrupciones en el suministro”.

La ESN, concluye su apartado dedicado a la seguridad energética señalando que “es prioritario garantizar el suministro de energía y asegurar su abastecimiento, de una forma sostenible medioambiental y económicamente, en un contexto de transición energética hacia un modelo más seguro y más eficiente”.

Es precisamente la sostenibilidad económica la que ha motivado en más de una ocasión la intervención y el apoyo de los distintos gobiernos que han lidiado con el gas argelino, especialmente útil cuando el viento deja de soplar y el sol de brillar, como ocurrió con las nevadas ocasionadas por el temporal ‘Filomena’ en enero. Este fenómeno hizo que los ciclos combinados tuvieran que entrar en el sistema ante la imposibilidad de cubrir la demanda energética únicamente con la capacidad renovable.

Medgaz es mucho más que un simple tubo por el que discurre gas. Es un vínculo físico entre dos continentes que se han entendido desde hace casi medio siglo sin demasiados problemas. Cabe preguntarse qué prefijo preferirían marcar en Argel cuando haya un problema, si el +34 español o el +61 australiano. Basta con hacer una simple llamada a Sonatrach para encontrar la respuesta a esta geopolítica pregunta.

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