Kalanick: el CEO tech más odiado que sale por la puerta de atrás (y 3.000 millones)

  • Con la salida del creador de Uber (y la de su homólogo en WeWork) se marca un punto de inflexión tras años de una gestión agresiva de los unicornios.
Travis Kalanick, CEO de Uber. EFE
Travis Kalanick, CEO de Uber. EFE

Junio de 2017. Travis Kalanick, uno de los directivos más odiados de Silicon Valley, presenta su dimisión, presionado por numerosos escándalos que golpeaban a Uber, su compañía. Dos años y medio después, y tras ser apartado de la gestión, rompe definitivamente con la tecnológica que creó en 2009. Lo hace por la puerta de atrás y sin mucho ruido, pero convirtiéndose en billonario tras vender los 22 millones de acciones que atesoraba. Su salida, y la de su homólogo en el gigante de los espacios de coworking WeWork, Adam Neumann, marca un punto de inflexión después de años de una gestión agresiva y controvertida de los grandes unicornios.

Desde hacía meses, Kalanick se había desvinculado del día a día de Uber y estaba concentrando los esfuerzos en otro negocio que acaba de levantar: una compañía centrada en el sector de las 'cocinas fantasma', aquellas que no están abiertas al público y que sólo preparan platos para ser enviados a través de pedidos online. Pero no fue hasta esta semana cuando se ha formalizado el divorcio: la venta de las acciones por casi 3.000 millones de dólares y el abandono de su sillón en el consejo de administración.

El directivo fundó Uber en el año 2009. Antes de esa startup había participado en dos proyectos que no acabaron bien: uno se llamaba Scour, una plataforma de intercambio de archivos P2P que se declaró en quiebra a finales de los 90 tras ser demandado por varias compañías de entretenimiento por violación de las leyes de propiedad intelectual. El otro era Red Swoosh, la continuación de ese primer proyecto que fue vendida por 19 millones de dólares en 2007, después de llevar al límite su gestión económica para evitar una nueva bancarrota. Finalmente se convirtió en millonario. Era la primera vez.

La creación de Uber surgió de la cabeza de un amigo suyo, Garrett Camp, obsesionado con las enormes dificultades para solicitar un taxi en San Francisco (California). Ese era sólo el inicio de la compañía. Primero se lanzó en 2010 en San Francisco, para posteriormente extenderse a otros estados de EEUU y a otros países. Una de las características que todos los que conocen al directivo señalan como clave en su carrera es la agresividad. Mark Cuban, el dueño del equipo de la NBA Dallas Mavericks e inversor de las primeras experiencias emprendedoras de Kalanick, lo describía en el New York Times así: "La mayor fortaleza de Travis es que atravesará un muro para lograr sus objetivos; la mayor debilidad es esa misma. Esa es la mejor manera de describirlo".

La agresividad y esa orientación a lograr los objetivos a toda costa marcó su gestión al frente de Uber y también el de otros emprendedores de compañías de este sector. Directivos que deben enfrentarse, normalmente, a regulaciones restrictivas o a competidores mucho más fuertes y que entienden que esa es la única manera de avanzar. A esto habría que sumar una cultura empresarial que ha desembocado en numerosas acusaciones de acoso y discriminación por diferentes empleados a lo largo de este tiempo.

Esta forma de gestionar le llevó a crear dentro de la compañía diferentes herramientas que trataban de lograr atajos que, en no pocos casos, implicaban saltarse la ley o las normas de otros competidores. Como la llamada 'Hell', un software secreto que se utilizaba para hacer un seguimiento y espiar a los conductores de su rival Lyft en Estados Unidos. O Greyball, que se utilizó para detectar a autoridades y reguladores que monitorizaban su aplicación para así eludirlos. Estos sólo fueron dos, pero hubo varios más.

Al margen de todas esas triquiñuelas, Kalanick impulsó una estrategia empresarial basada en un fortísimo crecimiento de los ingresos (y de las pérdidas). Algo que también sucedió a otros grandes unicornios de Silicon Valley, como WeWork -hoy rescatada por su máximo accionista, Softbank, tras el fiasco de su salida a bolsa-. Gastó miles de millones de euros en una carrera sin cuartel por ganar la partida a sus competidores, a base de cantidades de inversión de megafondos inauditas en una compañía del sector. Más de 24.000 millones de dólares inyectados no sólo por Softbank, sino también por gigantes como Morgan Stanley o el fondo estatal de Arabia Saudí.

En 2017, los inversores acabaron sucumbiendo. En un consejo de administración de infarto, y tras semanas de presiones, Travis Kalanick presentó su dimisión. En los meses previos salieron a la luz una serie de escándalos. El más destacado: más de 20 personas fueron despedidas en la compañía después de una investigación interna por acoso sexual. No fue el único. El presidente del negocio asiático, Eric Alexander, salió después de haber obtenido el historial médico de una mujer que fue violada por un conductor de la empresa en India. 

Kalanick trató de resistirse hasta el último momento. Incluso llegó a afirmar un mes después de salir que se planteaba volver de nuevo a la dirección de la compañía. Finalmente, cedió poderes en aquel año 2017 y desde entonces ha vivido en un segundo plano. La actual dirección, liderada por su sustituto, Dara Khosrowshahi, ha querido marcar distancias con esa gestión agresiva. Y el ejemplo más claro fue la salida a bolsa, en la que el propio Kalanick lo vivió muy lejos de los focos. Una salida a bolsa que marcó un antes y un después: el mercado golpeó su valoración y hoy está muy por debajo del precio de salida, que ya supuso un ajuste significativo respecto a las pretensiones iniciales.

Ahora, cuando la compañía que él creó busca cómo ganarse el beneplácito de unos inversores que castigan la dura losa de pérdidas acumulada tras años de crecimiento agresivo, él decide hacer las maletas definitivamente y marcharse. Lo hace vendiendo todas las acciones por unos 3.000 millones de dólares, después de que se levantara el bloqueo. Aquel directivo que empujó los límites y trató de hacer crecer la compañía a toda costa, se baja del barco. Siguiente capítulo: las cocinas fantasma.

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