Las cifras del sector

Más deuda y menos negocio: así llegan las telecos españolas al baile de fusiones

Se cumple un año de la negociación fallida de Vodafone y Másmóvil para su unión. Ahora, todos llegan a una nueva fase de la consolidación con los estragos de la guerra de precios y un mayor endeudamiento.

Sede Vodafone
Vodafone es el que movió ficha estos primeros días de 2022 con negociaciones en Italia.
Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Las grandes operadoras de telecomunicaciones vuelven otra vez a la carga para hacer ver al regulador europeo que van en serio con una consolidación para reducir el número de competidores. Las potenciales negociaciones de Vodafone con Iliad en Italia y con Three (Hutchison) en Reino Unido son dos nuevas señales. Los movimientos se intensifican ahora que se cumple un año de la negociación fallida de la propia Vodafone con Másmóvil para su unión en España. En este mercado todos llegan con un negocio especialmente castigado por la guerra de precios y la mayor potencia del ‘bajo coste’ y con un mayor endeudamiento y un horizonte muy duro de inversión para despliegues de nuevas redes.

Cuando en esos primeros compases de 2021 los equipos del tercer y cuarto operador español mantenían conversaciones con diferencias -finalmente insalvables- sobre las valoraciones de los activos, Másmóvil tenía unos 2.000 millones de euros menos de deuda. Para afrontar la adquisición de Euskaltel, que fue activada como ‘plan b’, tuvo que contratar dos bonos por esa cantidad. El resto de operadores, más allá de Telefónica, también mantienen un fuerte endeudamiento. Y en el caso de Orange se vio obligado en verano a dar un tijeretazo a la valoración de su negocio local de 3.700 millones de euros. Estos ajustes suelen implicar inyecciones por parte de la matriz, como ya ocurriera con la propia Vodafone, para restablecer su balance.

En cuanto al negocio, la fotografía no es mucho mejor. Los ingresos siguen cayendo, con unos servicios de conectividad afectados por una guerra de descuentos que se alarga en los últimos años y una dificultad de las compañías por diversificar las fuentes de las que beben. Telefónica está estancada en el mercado español, haciendo saltar todas las alarmas de los analistas. Vodafone y Orange se han resentido de manera importante por esa batalla comercial. Los franceses llegaron incluso a caer el año pasado hasta el 10%. La fuerte competencia sólo ha llevado a un empuje a la baja de las tarifas como único argumento comercial, ahondando aún más la crisis. En el trimestre entre abril y junio, según los últimos datos disponibles de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, la facturación de los tres grandes aún seguía casi un 5% por debajo del mismo periodo de 2019, antes de la pandemia.

Esto ha llevado a más ajustes de gastos. Excepto Másmóvil, todas han tenido que hacer en el último año ajustes muy importantes para tratar de adecuar la estructura a esta reducción del negocio. El que más ha sacado la tijera, también porque su tamaño es mucho mayor, es Telefónica, con un nuevo plan de bajas de 2.300 salidas. Pero Orange también ha sumado 400 salidas, mientras que Vodafone ejecutaba el segundo Expediente de Regulación de Empleo (ERE) en dos años con 442 despidos. De una tacada se recortará un 10% del empleo de los tres grandes grupos. Es decir, las plantillas andan mucho más mermadas.

Este es el contexto en el que se manejan los grupos del sector cuando vuelven a sonar otra vez los tambores de fusiones y compras. Pese a ese intento fallido con Másmóvil, Vodafone ha sido el más claro, con su consejero delegado, Colman Deegan, clamando por la consolidación. Pero no ha sido el único. Las posibilidades no han cambiado mucho respecto al año pasado, pero sí hay una diferencia importante en los encajes: quien mueva primero la pieza, tendrá más ganado. La razón es que sólo hay cuatro grandes jugadores, debido a que la rumana Digi ha ganado enteros pero sigue estando muy lejos en tamaño y su incorporación a uno de los grupos no movería la aguja. Esto hace que quien no se una al cuarto operador no tendrá alternativa, como tuvo Orange con Jazztel en 2014 después de que Vodafone se adelantara para hacerse con Ono. Eso sí, se vería beneficiado por el teórico enfriamiento comercial.

Lo que no ha cambiado mucho son las sinergias. Todos los analistas señalan como más probable, precisamente por los ahorros que generaría, la de Vodafone y Másmóvil. La razón es que habría una mayor integración de las redes -hoy el cuarto operador presta sus servicios apoyándose en buena medida en la red de Orange con un contrato mayorista que supone un desembolso de varios cientos de millones de euros al año-. Los franceses tendrían la motivación de frenar ese avance para mantener su segunda posición en la clasificación por ingresos y ganar mucha más escala. Ellos se juegan algo más: hoy el mercado español representa para ellos el 11%, mientras que para los británicos es algo menos del 10%.

Según explican fuentes del mercado, las posibilidades no sólo se circunscriben a ‘joint ventures’ o compras al uso. Como alternativa también se encuentran uniones de infraestructuras a través de empresas conjuntas, para alojar activos fijos, con lo que se reducirían de manera importante los costes, pero no se rebajaría la intensidad comercial. Esta integración de redes sería, en definitiva, el mal menor. Ya en 2021 se habría estudiado esta posibilidad por parte de Orange y Vodafone. Por sus implicaciones, este modelo tendría muchos menos impedimentos por parte del regulador, que tradicionalmente ha defendido la existencia de cuatro o más jugadores en el sector.

Todas las partes dan por hecho que en el año 2022 habrá, al menos, nuevos intentos para unir fuerzas. Pero esas alianzas, con o sin la exigencia de restricciones por parte del regulador, también implican un menor incentivo a mantener esa presión en los precios. Hasta el año 2016 los precios bajaron progresivamente en España, tal y como desvelaba la CNMC. A partir de ese ejercicio, tras la integración de Ono y Jazztel, subieron a pesar de la presión de Másmóvil. ¿La razón? La estrategia de incluir más velocidades, más cantidad de datos o más contenidos premium para rentabilizar las inversiones.

¿Y el regulador?

El telón de fondo es Bruselas y la propia CNMC. Las operadoras han repetido una y otra vez la necesidad de esa reducción de jugadores en Europa, frente a mercados como el chino o el estadounidense donde hay tres grandes jugadores. Amagan pero no terminan de dar el golpe en la mesa, ante el temor de unas restricciones que den al traste con una potencial operación. Las negociaciones de Vodafone en Italia con Iliad (donde también se está a la espera de la compra de la antigua Telecom Italia por el fondo estadounidense KKR) y Reino Unido son un claro órdago que permitiría comprobar cómo de fría es la posición de la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager.

Hasta ahora, las operadoras se agarran a algunos gestos que invitan a una mayor sensibilidad a sus reivindicaciones por Bruselas. Interpretan como signos positivos el fallo judicial en contra del bloqueo de la compra de O2 (Telefónica) por Hutchison en 2016 o las declaraciones que hizo en noviembre la comisaria sobre la necesidad de “flexibilidad incorporada” en sectores como las telecos, que resultaron críticos durante la pandemia. En el caso español, el cuarto operador, tras la compra de Euskaltel, ya tiene una cuota de mercado de ingresos minoristas muy superior al 10%. Los antecedentes en Reino Unido, con la unión de Telefónica y Virgin Media, invitan al optimismo. La eterna consolidación se vuelve a calentar. Pero esta vez viene con los números más dañados.

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