La oleada empresarial azteca

De Slim a los Amodio: México aprovecha la debilidad de la constructoras españolas

  • La crisis está poniendo de manifiesto un problema estratégico de primera línea: la fragilidad de la "españolidad" de las empresas.
El presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir
El presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir
EUROPA PRESS - Archivo

Todos los imperios llegan a su fin. El de OHL, de Juan Miguel Villar Mir, ha tenido lugar en un momento clave, tanto de la economía nacional como en la particular de la empresa que llegó a ser la referencia mundial en la construcción de infraestructuras en Europa, América del Sur, Estados Unidos y Oriente Medio.

Las cifras rojas de la compañía han protagonizado su ocaso. Ya cerró el ejercicio pasado con unas pérdidas de 127 millones. En apenas un mes y medio su valoración bursátil se depreció un 65,3%, pasando de 1,5 euros por acción el 16 de enero a apenas 0,52 euros el 16 de marzo, cifras infinitamente alejadas de los 20 euros que llegó a valer cada participación de la constructora en 2007, cuando en los dominios de Obrascón, Huarte y Lain no se ponía el sol.

La entrada de Caabsa, de los mexicanos Amodio, como primeros accionistas de la compañía, supone un vuelco radical en la estructura de gobierno de la empresa. Sus primeras medidas anunciadas recuerdan a las de los españoles del siglo XVI en las batallas de Otumba y Centla. La primera acción consiste en la toma de posición sobre el terreno, y es que, en cualquier operación de este tipo, es necesario demostrar quién manda desde el principio. De ahí la entrada masiva en forma de nueve sillones en un consejo dirigido desde los años noventa por Villar Mir.

La segunda táctica se basa en el ejercicio gradual del poder omnímodo. Para ello, nada mejor que fraccionar su presencia en el tiempo, desembarcando con contundencia pero asegurando la tierra tomada. Así se explica la compra inicial, por valor de 50,4 millones de euros, del 16% de la compañía, y de un 9% hasta finales de noviembre. El montante de la operación ascenderá a los 81,4 millones.

Por esta "insignificante" cifra, los magnates mexicanos han comprado una empresa que, en julio de 2019, figuraba en el puesto 72 en el ranking de las 100 mayores empresas constructoras del mundo, con unas ventas que alcanzaron en 2018 los 3.432 millones de dólares y obras emblemáticas a lo largo y ancho del planeta. Con los niveles de cotización actuales, hacerse con el 100% de una de las empresas emblemáticas de la economía española cuesta, tan solo, 325 millones de euros.

La crisis está poniendo de manifiesto un problema estratégico de primera línea: la fragilidad de la “españolidad” de las empresas. En muchos casos la razón la podemos encontrar en la gestión empresarial y en otros en la precariedad del porcentaje netamente español, o lo que queda de él, de gran parte de las empresas que cotizan en el parqué nacional.

La operación no es puntual. La inversión mexicana en el sector de la construcción española es una tendencia en el devenir empresarial de los últimos años. A la reciente adquisición de OHL, ya planeada desde noviembre, se suma la presencia desde 2014 de Carlos Slim en FCC y Realia y Finaccess en Colonial, que se añade a la presencia sobre el terreno de empresas netamente mexicanas como Cemex o IMSA.

La entrada en el capital de las empresas, tal y como ocurrió en 2014, se basa en la oportunidad del momento. Comprar empresas con fuerte presencia, pero con dificultades de rating crediticio, deuda acumulada y proyectos de gestión complicada, como le ocurrió a OHL con el metro de Doha, Montreal o el túnel bajo el estrecho del Bósforo, tres proyectos en los que la compañía se jugó gran parte de su prestigio a cambio de un estrecho margen, cuando no pérdidas millonarias por rescisiones de contrato.

La inversión mexicana en nuestro país es un fiel reflejo de la sociedad y la economía del país azteca, protagonizado por la presencia de familias poderosas que cuentan con el dinero y el olfato necesario para comprar en el momento oportuno y que caracterizan los más de 5.000 millones de euros de inversión mexicana en España.

El ‘Mexican Style’ de los Amodio no es muy diferente al de cualquier fondo que entra en una compañía. A la prometida recuperación de la fortaleza pasada se le une el control de gastos, el siempre manido saneamiento económico y la búsqueda de proyectos de infraestructuras que vuelvan a conceder a OHL el prestigio que nunca debió perder. Toda una declaración de intenciones, fielmente reflejado en el comunicado que los mejicanos hicieron llegar a la CNMV, que aseguraba una inversión “con vocación duradera y de tener presencia en el consejo de administración de la sociedad en consonancia con el peso de su inversión, e implica una señal de confianza muy relevante en el grupo OHL”.

Los ahora compatriotas de OHL en FCC pueden dar fe de estos nuevos ánimos. En apenas seis años, desde 2014, año de la entrada de Carlos Slim en la constructora, el control de gastos y la participación en grandes obras han tenido como obligación extrema la rentabilidad y como resultado la reducción de deuda, algo que parece un mantra y patrón común de la inversión mexicana en España.

Lászlo Passuth narraba magistralmente en 'El Dios de la Lluvia llora sobre México' el choque de dos culturas contrapuestas. Ambas parecían dispuestas a no entenderse en un mundo violento que no conocía de otra cosa que no fuera la guerra. Hoy la conquista parece que se realiza en sentido inverso, si bien, sobre la sombra del ahuehuete llora uno de los empresarios más importantes que ha tenido este país. Es, sin duda, la noche triste del Hernán Cortés del ladrillo.

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