¿Junta movida del Santander? Accionistas del Popular reclamarán explicaciones

  • Algunas asociaciones preguntarán por el coste efectivo de la adquisición y los bonos de fidelización con que ha compensado a clientes.
La presidenta del Banco Santander, Ana Botín.
La presidenta del Banco Santander, Ana Botín.

No figura en ningún punto específico del orden del día, pero la adquisición del Popular amenaza con convertirse en protagonista número uno de la junta que hoy celebra el Santander. Su resolución redujo a cero la inversión de más de 300.000 accionistas y bonistas que buscarán en la Asamblea explicaciones sobre aquel 6 de junio cuando la sexta entidad entró de urgencia en la UVI y salió propiedad del Santander, previo pago de un simbólico euro.

Algunas asociaciones, como Adicae, están dispuestas a elevar las protestas a la misma presidenta del grupo, Ana Botín, por el trato recibido, la falta de claridad sobre el desenlace del Popular o los llamados ‘bonos de fidelización’ que ofertó el Santander a los clientes con acciones y títulos de deuda adquiridos en determinadas fechas a cambio de que renunciasen a plantar batalla al grupo en los tribunales.

Su solución, comercializada como iniciativa para ‘fidelizar’ o recuperar el favor de clientes minoritarios enfadados tras perder sus inversiones en el Popular, resarcía por hasta 981 millones de euros los quebrantos de mantener los títulos durante siete años. La compensación no convenció a uno de cada cinco accionistas y la aceptación alcanzó el 77,88% por una cuantía de 764 millones. Hoy el banco oirá reproches de que es un producto inadecuado, con condiciones abusivas y le demandarán una compensación distinta y convincente. Quizá en línea con la reciente petición del Defensor del Pueblo de que establezca un sistema de arbitraje, al estilo de los utilizados por el Fondo de Resolución para las deuda híbrida en Bankia, Novagalicia (hoy Abanca) y CatalunyaBanc.

El episodio recuerda lejanamente la junta que Bankia vivió en 2013 por la indignación de los tenedores de preferentes y accionistas que vieron igualmente evaporarse sus ahorros con la nacionalización de la entidad. Su intervención fue masiva, con algunos momentos de fuerte tensión, prolongando durante horas el encuentro.

En el Popular la decisión de utilizar el dinero de los inversores para tapar sus problemas la toma el organismo dirigido por Elke König, y ejecuta el brazo español Frob, antes de venderlo al Santander por un euro. Una sucesión de acontecimientos que el grupo cántabro ha recordado en algún momento para subrayar que el perjuicio al inversor ocurrió antes de firmar el contrato de adquisición, en un intento también de evitar ser diana como responsable en el aluvión de demandas judiciales.

La realidad es, sin embargo, que crece el censo de bufetes que han abierto dicha brecha y exigen al Santander resarcir al inversor por un supuesto enriquecimiento injusto dado que compró por un euro un entidad que la víspera marcaba 1.300 millones de euros en capitalización bursátil -la JUR redujo a cero esa inversión y otros 2.000 millones en títulos de deuda-, y algunos despachos defienden que valía hasta 4.500 millones.

¿Qué valor tiene el Popular?

El interrogante susceptible de copar el mayor protagonismo es precisamente el valor del Popular. El Santander cogió una entidad a punto de colapsar, le inyectó 13.000 millones en liquidez y pidió a los accionistas 7.000 millones para capitalizarla con una ampliación. La insufrible hemorragia sufrida en depósitos desde mayo impedía abrir las ventanillas el día 7, cuando se preparaba una posible resolución vía concurso de acreedores de no haber sido adjudicada al Santander.

Sin embargo, ya bajo el manto del grupo cántabro fue capaz de captar 11.500 millones en apenas seis meses y devolver toda la liquidez, salvo 1.500 millones. La venta de parte de su patrimonio subirá además grandes talones al 'haber' del grupo -la colocación del ladrillo se ha cerrado por 5.000 millones, la desinversión en la filial TotalBank de EEUU por otros 444 millones y quedan otros activos potencialmente enajenables, al margen de la rentabilidad que espera conseguir por la simple anexión de una red y un negocio tan potente en pymes-.

En banca, la peor junta la sufrió Mario Conde en 2002. Duró más de nueve horas por las innumerables intervenciones de accionistas que denunciaron al exbanquero los quebrantos sufridos. No cabe paralelismo porque a Conde se le reprochó el fiasco de su gestión, mientras al Santander la misma JUR ha reconocido la “suerte” de contar con una entidad con su potencia para salvar el gran problema que hubiese supuesto liquidar el Popular, generado durante la etapa de los anteriores gestores. Pero el quebranto entre miles de ahorradores sí es igual y hoy se les ofrece la primera ocasión para elevarlo al comprador.

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