Desgraciadamente no podremos disfrutar de una casa museo del científico Ramón y Cajal en la Comunidad de Madrid, la ciudad que el premio Nobel eligió para desarrollar su brillante carrera científica. Primero, en 2017 sus herederos vendieron el singular palacete que el científico nacido en Petilla de Aragón en 1852—un enclave navarro situado en la provincia de Zaragoza— mandó construir en 1911, frente al Observatorio del madrileño Parque del Retiro, y que habitó hasta su muerte en 1934, ya que le pillaba a un paso del actual Museo Reina Sofía, lugar donde daba clases.
Esta casona, del barrio de los Jerónimos y situada en el número 64 de la calle Alfonso XII, fue adquirida en estado de abandono por el millonario colombiano Óscar Pedraza. Así el palacete, de cuatro plantas y un ático es ahora una promoción de lujo de siete inmuebles, donde todavía quedan dos de casi 400 metros a 3,2 millones con el Nobel como reclamo en la página web dónde se ofertan.
Y ahora, su preciosa mansión de Miraflores de la Sierra, a media hora del norte de Madrid, cuelga insistentemente el cartel de se vende. Santiago Ramón y Cajal fue uno de sus vecinos más ilustres de esta colonia de 'hotelitos' del siglo XIX, y en una finca ubicada en este sitio, fue donde estudió cómo fluye la información a través del cerebro, base del trabajo por el que en 1906 le concedieron el premio Nobel. En la misma propiedad veraneó su amigo Federico Olóriz Aguilera, impulsor de la dactiloscopia. Otro premio Nobel, Vicente Alexaindre, pasó también sus veranos en ‘La Colonia’. La casa cuelga el cartel de venta desde hace dos años y los herederos no han bajando la cantidad de 4,5 millones que piden.
Engel & Völkers gestiona la comercialización de esta aristocrática propiedad de cinco plantas construida en 1920 en piedra berroqueña y remates de granito. La casa, que fue objeto de una reforma integral del interior en 1990, conserva elementos originales, como los tres círculos tallados en cada uno de los dinteles de la casa que representan las aspirinas con las que comerciaba el dueño de la vivienda y que dan el nombre popular a la propiedad de Villa Aspirina. La casa veraniega destaca por sus lujosos interiores, con suelos de mármol, baldosa hidráulica y paredes recubiertas de azulejos sevillanos.
La casa cuenta con seis dormitorios y está rodeada de luminosas galerías modernistas. Tiene además ocho baños, la superficie construida es de 952 metros cuadrados y se enclava en una parcela alta de 1.405 metros con una impresionante terraza de 50 metros cuadrados. Debido al desnivel del terreno, la casa cuenta con un semisótano con salida al jardín, en el que encontramos una vivienda para el servicio, la zona de lavandería, una bodega y la sala de máquinas. Además, la propiedad cuenta con un garaje con capacidad para seis coches.
En medios científicos madrileños consultados por este medio cunde el desánimo ante la segunda oportunidad perdida -la primera fue el palacete de Alfonso XII-, de consagrar ese mismo edificio a un museo dedicado a exponer la ingente obra del egregio investigador, quien fuera considerado como el padre de la neurociencia y, en virtud de tal cualidad, recibiera el Premio Nobel de Fisiología en 1906, compartido con el italiano Camilo Golgi.
A pesar de tener un hospital en Madrid que lleva su nombre y varias calles, los fotografías y escritos del magnífico investigador español permanecen dispersos entre una mera habitación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A pesar de que su deseo era tener una casa museo a las autoridades se les escapa las propias mansiones del científico que podían albergar su legado. Salvar Villa Aspirina parece una utopía. Ya se abrió una petición sin éxito en Change.org para salvar el palacete de Madrid.
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