Repsol ajusta su exposición en Venezuela y paga sólo con aportaciones de gasoil

  • La petrolera española garantiza sus operaciones en el país pero dentro de las restricciones impuestas por el bloqueo de Estados Unidos.  
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, con Nicolás Maduro
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, con Nicolás Maduro
EFE

Repsol ha conseguido hasta ahora asegurar el mantenimiento de sus operaciones en Venezuela sin soliviantar la política de bloqueo impuesto por Estados Unidos contra el Gobierno de Nicolás Maduro. La rebelión de los líderes opositores desatada este pasado martes constituye ahora una nueva prueba de fuego para la compañía española, obligada a sobrevivir en Venezuela dentro de un equilibrio cada vez más inestable y que se fundamenta en limitar su relación comercial con entregas de gasoil como única provisión de combustible al país sudamericano. 

La compañía que preside Antonio Brufau reconoció este martes oficialmente que ha adoptado las medidas necesarias para continuar su actividad en Venezuela. En el informe presentado con motivo del cierre del primer trimestre, Repsol señala que está manteniendo un "pleno respeto a la normativa internacional de sanciones" en clara referencia a la inclusión de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) dentro de la denominada 'Lista de Nacionales Especialmente Designados y Personas Bloqueadas'

Las actividades de Repsol en el país sudamericano se remontan a principios de los años noventa e incluyen la recepción periódica de crudo en pago de deudas. La petrolera obtiene principalmente gas y transfiere posteriormente producto refinado como contrapartida. En los últimos meses las entregas de combustible han excluido la aportación de gasolinas que forman parte del veto estadounidense. Washington trata de aislar al Gobierno de Nicolás Maduro mediante el embargo de todos aquellos bienes que contribuyan al desarrollo económico de Venezuela.

El país sudamericano no utiliza el gasoil en actividades de transporte, sino que lo emplea básicamente para consumo doméstico de electricidad. Esta particularidad ha facilitado que la petrolera estadounidense Chevron, aunque haya reducido claramente sus operaciones, mantenga todavía las relaciones comerciales en Venezuela siguiendo una pauta que está sirviendo también para que Repsol reoriente su posición sin provocar un conflicto abierto con PDVSA, que aparte del quebranto patrimonial podría abocar también a una crisis diplomática con España en un momento de transición a un nuevo Gobierno en nuestro país.

En prevención de riesgos futuros la petrolera ha ido rebajando dentro de su contabilidad el valor de los negocios en Venezuela que, al cierre de marzo, se situaba en 436 millones de euros. La empresa mantiene así en el primer trimestre del año la tendencia registrada en 2018. No en vano, durante el pasado ejercicio Repsol ha recortado su exposición patrimonial en más de 1.000 millones dentro de una política de saneamiento que previene una eventual salida de Venezuela, a juicio de algunos de los analistas que siguen más de cerca los movimientos de la petrolera y su política de desarrollo corporativo.

Un arma de doble filo

Repsol se ha resistido, no obstante, a tirar la toalla en Venezuela dadas las ingentes reservas de crudo del país. De ahí la apuesta que hace tres años se tradujo incluso en aportaciones de capital por valor de 1.200 millones de dólares a favor de la empresa conjunta que controla con PDVSA. Unos riesgos que, como no podía ser de otra manera, han exigido las correspondientes provisiones en el balance de la compañía española. En contrapartida, Repsol va sacando barcos de crudo de Venezuela que suponen una aportación añadida para el desarrollo de su actividad y permiten compensar parcialmente las pérdidas ya descontadas. 

El problema de la petrolera española reside en su papel estratégico para la supervivencia de la propia industria de hidrocarburos en Venezuela. El deterioro de los precios del petróleo desde las cotas de los 100 dólares por barril que reclamaba Maduro a finales del pasado año ha terminado por arruinar la gallina de los huevos de oro que era PDVSA. La producción de la petrolera estatal ha caído a sus niveles más bajos, hasta los 800.000 barriles diarios frente los más de 3,1 millones registrados en 1998,  cuando Hugo Chávez se hizo con el poder en Venezuela.

En estas condiciones, la única alternativa de futuro de PDVSA pasa por el apoyo de las grandes operadoras petrolíferas que vienen trabajando históricamente en el país, entre las que Repsol ocupa una posición destacada. En medio de una eventual desbandada la continuidad de la empresa española en Venezuela se antoja ahora fundamental. En este sentido, los nuevos y más graves acontecimientos que se están produciendo en Venezuela suponen un arma de doble filo que pueden intensificar las presiones de Estados Unidos o, quizá en el mejor de los casos, trasladar el foco del problema hacia otras consideraciones de carácter político y social mucho más urgentes.

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