Fondos y bancos pierden

Los socios de Scytl se rinden: de levantar 120 millones de 'megafondos' al ocaso

  • La startup, participada por Telefónica y archirrival de Indra, empezó sus dificultades en 2016. Hoy se debate entre liquidar y vender a un hedge fund.
Oficinas de Scytl
Oficinas de Scytl
Scytl

Septiembre de 2015. Por primera vez en la historia de la democracia en España una compañía al margen de Indra era la adjudicataria del contrato para aportar tecnología al escrutinio de los votos en las elecciones generales. Era Scytl, una tecnológica con sede en Barcelona que había nacido casi quince años antes entre investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ese fue su particular espaldarazo. El 'bautizo de fuego' en su mercado de origen. Ahora, cinco años y muchas dificultades después, se debate entre la liquidación concursal y la venta in extremis a un 'hedge fund' estadounidense a un precio muy lejos de la valoración de 360 millones que llegó a alcanzar.

La deuda pública acumulada tras financiar su actividad I+D ha pesado como una losa en una compañía que no ha conseguido hacer crecer un mercado relativamente pequeño en el que llegó a ser el gran dominador. En las últimas semanas se ha intentado todo: una inyección de los fondos actuales, que han declinado, o de otros y una refinanciación masiva de todas las deudas. No ha sido posible. Ahora empieza una cuenta atrás de algo más de un mes para conocer el futuro de la que estaba llamada a ser uno de los grandes unicornios tecnológicos españoles. Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí?

El origen de esta historia hay que encontrarlo en las instalaciones de la Universidad Autónoma. Varios profesores especializados en software de seguridad y criptografía se plantean crear un proyecto empresarial tras años de investigación. En junio del 2000, en pleno pinchazo de la burbuja puntocom, dos de los pioneros de este sector a nivel mundial, Andreu Riera y Carles Rovira, se lanzan a crear Scytl. ¿Y ese nombre? Básicamente eliminaron las vocales de la palabra escítala, que se refería a un bastón que usaban los espartanos para cifrar mensajes en la Antigua Grecia. Dos años después de ponerse en marcha, en 2002, el grupo financiero Riva y García, a través de su fondo Spinnaker, inyectó el primer millón de euros. En 2004, dobló la apuesta. Empezaban los primeros 'pinitos' en el sector del voto electrónico, aún en pañales, con algunos pequeños contratos, como las elecciones municipales de Reino Unido, y proyectos piloto con gobiernos y también con empresas. Este era su arranque.

Primeras rondas en los 2000

Cinco años más tarde, otro fondo catalán, Nauta Capital, puso sobre la mesa otros 3 millones. La rampa de salida ya estaba colocada. Y lo estaba sin uno de sus fundadores y 'alma mater', pues Andreu Riera moría en un accidente de tráfico en Barcelona en 2006. Le sustituía Pere Vallès, un directivo que llegó un tiempo antes para tratar de lanzar el crecimiento internacional. Pero, el verdadero espaldarazo inversor llegó en 2010. Balderton Capital, el brazo en Europa de la 'megagestora' estadounidense Benchmark, ponía sobre la mesa 7 millones de euros. A partir de ahí, el acelerador se pisaba a fondo.

El objetivo no era otro, según explicaba el propio Vallès en una reciente entrevista, que ganar tamaño en un mercado muy segmentado, con más de 200 empresas diseminadas por prácticamente todos los países del mundo, y diversificar el portfolio de productos. En los dos años siguientes adquirieron siete empresas -dos en Europa, tres en Estados Unidos, una en Canadá y otra en Brasil-. Estas compras se hacían con un precio diferido, para evitar desembolsos muy grandes al principio. La mayoría no funcionaron bien. La plantilla creció de manera significativa y ya era de varios cientos de empleados repartidos por todo el mundo. La estructura se hacía más compleja y lo que era una pequeña startup se convertía en una multinacional.

En aquel año 2010, Scytl ya tenía un dominio importante del mercado del voto electrónico en las elecciones públicas. Su tecnología la habían utilizado 13 de los 16 países de todo el mundo que habían introducido una plataforma de este tipo para sus comicios. ¿Cómo crecer así? Básicamente, había que agrandar el mercado y tratar de 'evangelizar' en otros gobiernos, tanto locales como nacionales, para que utilizaran sus servicios. Fueron más agresivos, mirando a mercados emergentes. Y fue en 2013 cuando firmaron un contrato que pesaría mucho después. Fue en la República Democrática del Congo, presidida por Joseph Kabila. Se encargaron de todo el recuento electoral y el voto electrónico, que supuso un agujero económico de 30 millones de dólares, pues el Gobierno decidió no convocar los comicios y, por tanto, no pagar en 2015. La deuda se agrandaba. Y no era el único problema con contratos públicos. También tuvieron que provisionar hasta 6 millones por dos proyectos en Ecuador y Honduras.

Antes de que explotaran esos problemas de impagos, la compañía seguía con el acelerador pisado a fondo. En 2013, con la matriz española -que englobaba buena parte de todas las filiales y empresas adquiridas por todo el mundo- rozaba los 30 millones de euros de ingresos con su tecnología, el doble que un año antes. Y lo mejor de todo: más de 5 millones de beneficios netos. Iba a ser el último con 'números negros'. En aquel entonces, los fondos se peleaban por entrar. Se entrevistaron con 25 fondos y tuvieron casi una veintena de acuerdos de intenciones (term sheets) sobre la mesa. Finalmente entraron cinco fondos 'top' en el accionariado liderados por Vulcan Capital, gestora del cofundador de Microsoft, Paul Allen. La ronda se completó en varios tramos y que sumó algo más de 100 millones de dólares. Casi dos terceras partes fueron a parar a los bolsillos de los accionistas de entonces y el equipo directivo y el resto para financiar el crecimiento, con una valoración de más de 300 millones (de las más altas de España). Para contextualizar, Nauta Capital, uno de sus primeros apoyos, multiplicó su inversión al vender títulos por un total de 17 millones de euros con unas plusvalías de más de 16 millones. 

Con la entrada de los fondos estadounidenses, todo se preparó para una potencial salida a bolsa a futuro. La estructura de la empresa y de su negocio se adaptó, convirtiéndose en un servicio de suscripción por la utilización de su software, que permitía una mayor predictibilidad, clave ante los inversores bursátiles. Pero los problemas surgidos con los impagos -que también implicó un mayor endeudamiento- y la necesidad de un perfil más bajo, tras las dificultades vividas en otras compañías similares, llevaron al equipo directivo a meter en un cajón la operación de aterrizaje en el Nasdaq. Con esa ventana cerrada, el objetivo en 2017 era volver a los orígenes: centrarse en el voto electrónico puro no sólo en elecciones públicas, sino también en el sector privado (partidos políticos, organizaciones sindicales, empresas...) y en consultas ciudadanas. En este último terreno creó una 'joint venture' con Telefónica, bajo el nombre de Open Seneca en el año 2016, y que tras un canje de acciones llevó a la operadora hace varios meses a convertirse en accionista de la tecnológica, con menos del 2%.

La deuda seguía disparada y acuciaba a la compañía. Con entidades de crédito, entre las que estaban Bankinter, Banco Sabadell o el Instituto Catalán de Finanzas, tenían pendientes de pago más de 27 millones de euros. A esto había que sumar otros 37 millones procedentes de todas las ayudas públicas recibidas para inversiones y proyectos de I+D. A partir de ese momento, la compañía busca cómo salvar los muebles. Primero con una primera refinanciación con la banca a principios de 2017, que le permitía no amortizar hasta octubre de 2018, lo que suponía más oxígeno. Luego, haciendo ajustes en las cuentas con los activos de la 'joint-venture' con Telefónica, tal y como desveló La Información: se apuntó 30 millones de euros por la enajenación de los activos a esa sociedad al 50% con la teleco y así enjugó pérdidas.

El tiempo pasaba y los ingresos no crecían como para tratar de salvar la losa de la deuda. En el último trimestre del año pasado iniciaron una nueva negociación con los bancos para evitar el concurso. Tenían 37 millones de deuda con la banca y 25 con la administración pública. De estos últimos, 15 ya habían vencido y no se habían podido abonar. Las entidades financieras, según confirman fuentes conocedoras, estaban dispuestas a hacer una quita de casi 30 millones. Pero Hacienda fue la que puso más dificultades. No aceptaron refinanciaciones. ¿Consecuencia? Había que buscar fondos que pusieran sobre la mesa esos 15 millones 'públicos' y los 8 millones reclamados por la banca. No fue posible. Ni fuera, ni tampoco entre los socios actuales, que decidieron tirar la toalla.

Una oferta de un 'hedge fund'

En este contexto llega el 'hedge fund' estadounidense Sandton. Ha presentado una oferta vinculante para hacerse con toda la tecnología propiedad de Scytl -con varias decenas de patentes- y la asunción del 70% de la plantilla actual, que tras los diversos recortes vividos en los últimos años suma algo más de 110 entre España (90) y el resto de filiales en EEUU, Canadá, Francia y Australia. Según explica la compañía tecnológica en un comunicado, "para que la oferta de Sandton sea efectiva, se ha tenido que presentar un proceso abreviado de concurso de acreedores junto con una oferta vinculante de compra". La presentación del concurso fue adelantada por La Vanguardia.

En esa oferta del fondo sólo se compra la unidad de negocio, sin deuda, y con un precio muy pequeño y, por supuesto, muy alejado de las valoraciones que se manejaron en el pasado. De esta forma, los bancos acreedores y las administraciones públicas no recibirían nada por todo ese pasivo acumulado. Desde el fondo se asegura que habrá liquidez suficiente para "mantener la estructura nacional e internacional y el desarrollo del plan de negocio". Ahora, el juez tiene dos meses para decidir qué hacer. Empieza la cuenta atrás. Llega así un nuevo hito en el ocaso del que estaba llamado a ser uno de los grandes unicornios tecnológicos españoles.

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