Perfil de Rodrigo Rato

La victoria del político con alma de líder que cogió (sin querer) el camino malo

La elección de Rajoy como sustituto de Aznar marcó el devenir del que fuera todopoderoso vicepresidente económico del PP hasta hoy.

Rodrigo Rato
Rodrigo Rato
Europa Press - Archivo

Rodrigo Rato (Madrid 1949) siempre ha dicho que por las 'tarjetas black' le podían encarcelar ante la alarma política del momento, pero estaba seguro de que en el caso de la salida a bolsa de Bankia le iban a absolver, porque no había delito. Y así ha sido.No es fácil imaginar el devenir profesional y personal de , ahora absuelto por el caso Bankia, si hubiese sido elegido el sustituto de Aznar para las elecciones de 2004, en lugar de Mariano Rajoy. Aunque esa parte de la historia del exvicepresidente económico del del PP no tenga vuelta atrás, es de justicia reconocer el perfil político que forjó desde sus primeros años de vida política, en la formación de Alianza Popular, primero, y en la reinvención del partido como PP, a partir de 1989. Todos los que debatieron frente a él en la tribuna del Congreso saben que prácticamente no tenía rival, sobre todo tras la caída del PSOE de Felipe González y sus principales delfines. Rato se pasaba por la zona de prensa del Hemiciclo y contaba con el talante político y la formación económica necesarios para convencer a cualquiera de que sus argumentos eran los correctos, al menos por un tiempo, ya fuera la necesidad de traer dos millones de inmigrantes a España o la promoción de suelo para construir. 

Tras estudiar Derecho en Icade y en la Universidad Complutense, la tradición empresarial de la familia Rato-Figaredo le llevo a estudiar un doctorado de dos años en Berkeley (California), algo inusual en la España de esa época. Volvió en los albores de la democracia, tras la muerte de Franco, y se convirtió en uno de los discípulos de Manuel Fraga, primero, para pasar a ser de los denominados “cachorros” del PP cuando Aznar lo puso en línea directa hacia el Ejecutivo a mediados de la década de los noventa. Aunque no lo parezca ahora, una vez liberado del yugo del caso de las cuentas de Bankia, tras su paso por la cárcel por el periplo judicial de las tarjetas ‘black’ y los problemas que arrastraban sus empresas familiares, Rato ha sido uno de los componentes del PP con más trayectoria y méritos políticos en la derecha de este país.

Por su despacho de vicepresidente pasaron todos los grandes empresarios del momento, en plena época de privatizaciones y grandes operaciones empresariales, y el comentario general era siempre el mismo: va por delante de los tiempos y ve con claridad hacia donde debe ir la economía y el país. Era la España del milagro bursátil e inmobiliario, no exenta de una cultura del pelotazo, pero con un marcado camino liberal en el que la parte económica del Gobierno caminaba de la mano de los inversores más avezados. Aquellos fueron sus momentos de mayor poder y éxito. Quienes trabajaron de cerca con él aseguran que su preparación y la experiencia acumulada en el mundo empresarial en el que nació, le permitían dar con la clave de los problemas tras echar un vistazo rápido a cualquier informe y asesorarse con los mejores.

Esa agudeza en sus análisis, muy marcada por el momento económico que se vivía en España entre 1996 y 2004, lo complementaba con un grupo de fieles bien preparados en el ámbito económico. Sabía hacer equipos y no le temblaba el pulso si tenía que cortar por lo sano cuando algo fallaba y no funcionaba bien. No era de despedir ni de guardar rencores en su actividad profesional, sino de buscar soluciones y recolocaciones para quien se saliera del tablero tras alguno de esos cambios trascendentes que había que hacer en las instituciones que dependían de su Ministerio.

Llegados a este punto y con los jueces persiguiéndole desde hace una década, la pregunta es obvia: ¿cómo un hombre de esa trayectoria está ahora como está? En los poco más de tres años que pasó como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) no perdió comba de lo que estaba pasando en España con el PP de Rajoy a punto de ganarle por fin a Zapatero en plena crisis financiera e inmobiliaria mundial, aunque en ese momento no se sabía que iba a ser la mayor y más prolongada de la historia de España.

Se hizo con las riendas de Caja Madrid en enero de 2010 y lo convirtió en Bankia en diciembre de ese año, en plena debacle de las cajas de ahorros, algunas de las cuales tuvo que absorber, con las miras puestas en una salida a bolsa y un plan de rescate que de poco sirvieron para ocultar un agujero mil millonario dentro de la entidad. La salida al mercado fracasó, la venta de acciones preferentes iba camino de los tribunales y el Estado intervino la entidad en junio de 2012, una vez que Rato ya había salido. Empezaba ahí su calvario judicial, primero por el caso de los gastos sin control de las tarjetas que se adjudicaban a los consejeros, que Rato no acertó a erradicar a tiempo; después, por la salida a bolsa como única solución para salvar la entidad a cualquier precio y los tejemanejes con las cuentas, incluidas las consultas al Banco de España y la ‘espantá’ de los auditores.

Hay que tener en cuenta que desde el Ejecutivo de Rajoy, en plena crisis económica, no se veía tampoco con buenos ojos la otra salida que Rato propuso para salvar la caja madrileña y que se ha puesto en marcha nueve años después: su fusión con Caixabank. Dentro del PP no se quería ver empoderado en ese momento al que fuera compañero y rival de Rajoy en el PP (que tampoco era el mejor amigo del entonces ministro de Economía y ahora vicepresidente del BCE, Luis de Guindos) y que planteaba una operación que dejaba sin armas económicas a la lideresa madrileña, Esperanza Aguirre, y al nacionalismo emergente de Artur Mas. Eran momentos de enfrentamiento radical del PP de Rajoy con los partidos catalanistas tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de 2006, que se hizo pública a finales de junio de 2010.

Sin salida fácil para el caso Bankia, a primeros de 2015 se produce la maldita foto de Rato entrado a un coche policial con la mano de un agente sobre su nuca, tras el registro de su domicilio por supuestas irregularidades fiscales encontradas en el grupo de empresas familiares que dirigía más de cerca desde que dejara la entidad financiera. Era el momento más bajo del que había sido considerado uno de los grandes políticos y responsables económicos de esta país, cuya trayectoria profesional cambio de rumbo el día que su presidente, José María Aznar, apunto el nombre de Rajoy como sucesor en su famosa libreta azul

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